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Pinscher miniatura tratando de ladrar como Rottweiler

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Cada cual habrá sacado conclusiones sobre el significado político de la marcha del primero de mayo.  La novedad este año fue la intromisión del presidente Petro.

Petro empecinado en convencer y convencerse a sí mismo, está obsesionado con demostrar que su agenda de cambio es la que quiere la mayoría de los colombianos.  En su puerilidad e inestabilidad emocional y mental se ha metido en el juego de los números.  Esta inseguridad sobre si tiene respaldo mayoritario, refleja el conocimiento o sentimiento de que su victoria, por demás estrechísima, fue ilegal.  La conciencia acusadora lo obliga a buscar permanentemente la validación de la calle.

Petro vive en un permanente estado de pánico y paranoia de que lo saquen de la presidencia.  Él llama golpe de estado, a lo que no sería cosa distinta a vencer en juicio a un procesado.  Con las multitudes pretende ponerse por encima de la ley, intimidando a sus potenciales jueces.  Sus palabras y las de su círculo cercano prometen baños de sangre si lo llegan a sacar del poder.  Un Bogotazo 2.0 a nivel nacional.  Alega una inmunidad que solo existe en sus delirios dictatoriales.  En últimas, serían las botas militares las que decidirían quién se va y quién se queda, de llegar a darse un escenario de violencia generalizada.

El aparente triunfalismo de Petro y sus camarillas por la multitudinaria marcha del primero de mayo, que ellos consideran fue mucho más grande que la del veintiuno de abril, es falaz y demuestra enorme debilidad y miedo.  Cuando se le suma el discurso, vemos en Petro a un niño asustado que se siente acorralado.

Para comenzar, el presidente impuso su presencia en una marcha históricamente multitudinaria donde el “número” estaba garantizado.  Petro fue la rémora de los sindicatos.  Solo había que sumarle unos cuantos más.

No se puede comparar la marcha del veintiuno de abril con la del primero de mayo.  La de abril fue espontánea y multicolor y sin ningún liderazgo político predominante.  La del primero de mayo es históricamente ideológica y claramente afín al presidente; es una marcha donde se invierten cuantiosos recursos para viabilizarla y sin duda la figura del presidente, el bully pulpit, y los recursos que invirtió Petro iban a sumar.  Hay que comparar manzanas con manzanas, y las espontaneas convocadas por Petro han sido un fracaso.

Otro detalle es que las minorías progresistas generan mucho ruido y son mucho más participativas que la gran mayoría.  Como camaleón, se hacen ver mucho más grande de lo que son.  Petro sabe que la realidad numérica es que tiene el mismo apoyo, quizás menor, que históricamente ha tenido y que no supera el 25%.

El discurso del Petro lleno de resentimiento, división y odio de clases, lleno de mentiras y calumnias y de acusaciones irresponsables son un indicador claro de que Petro aceptó, o sabe, que es incapaz de gobernar y de cumplir las promesas de campaña, y entonces el país presencia la surreal escena en la que el Petro de plaza agitador y sembrador de odio, acusa de inepto al Petro de la Casa de Nariño.  ¿Por qué dividir?  Porque tiene que acusar a alguien de su ineptitud e incompetencia, entonces acusa al sistema y a la clase dirigente tradicional, pero omitiendo un detalle importantísimo: él es el presidente y ha sido parte de la política tradicional al menos por un par de décadas.  Él es hoy el sistema.  El discurso, además, fue totalmente incoherente con la imagen de alguien que pretende ser apóstol de la paz y de la vida.

El conflicto genera pobreza y viceversa; verdad de a puño totalmente ignorada por Petro.  Si bien un candidato puede jugar con los “números”, un presidente en sus cabales no debería, a menos que se sepa ilegitimo. 



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