SANTA MARTA RUMBO A LOS 500 AÑOS
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Desde hace varios meses, en la tercera planta de la icónica librería Strand en Nueva York, se encuentra expuesto un antiguo ejemplar de “Escapada”, autografiado por la actualmente cuestionada Alice Munro (Nobel 2013). Está allí, en aquella prestigiosa sección de libros raros sobre plena calle Broadway, para que cualquiera que tenga 75 dólares más impuestos (aprox. $350.000) se lo pueda llevar y agregarlo a su colección. Estuve tentado a comprarlo, no se lo niego, más aún teniendo en cuenta el reciente fallecimiento de Munro, lo que complica grandemente la manufactura de más ejemplares firmados, pero conseguí detenerme a tiempo no sólo porque sigo debatiendo conmigo mismo mi posición frente a su polémica, sino principalmente por un aspecto mucho más mundano: no me lo firmó a mí.
De las cosas más absurdas que a los colombianos les ha tocado ver para creer, y no son pocas, he recordado por estos días aquella del “entrampamiento”, según la cual al delincuente y terrorista alias Jesús Santrich lo habrían “inducido”, como a un nene, a cometer delitos relacionados con el narcotráfico en noviembre de 2017. De acuerdo con esa teoría carente de vergüenza, al pobrecito Santrich la Fiscalía de la época, y la DEA, le habrían tendido una trampa para que volviera a narcotraficar, y así “sabotear” el acuerdo de paz con las Farc, que por entonces cumplía su primer año de firmado. Para quienes, con reservas, creíamos todavía en la posibilidad de la paz negociada con esa guerrilla, aquello fue un parteaguas que al menos sirvió para abrir los ojos definitivamente.
Soy un humano de la Generación X. Fui testigo y protagonista de un mundo en transición, ese puente entre lo analógico y lo digital. Crecí con el crujir de los vinilos y las cintas de casete, vi llegar los primeros ordenadores y hoy contemplo, con asombro y admiración, cómo las nuevas generaciones nacen rodeadas de dispositivos inteligentes y realidades virtuales. He tenido el privilegio de experimentar el cambio en carne propia, y no puedo evitar reflexionar sobre los diálogos intergeneracionales que se construyen hoy, entre quienes crecimos sin internet y quienes no conciben la vida sin él.
Después del golpe de Estado, que dio el dictador Nicolás Maduro en Venezuela, al tomar posesión presidencial, sin haber ganado las elecciones del pasado 28 de julio, el presidente y toda su corte de tiranos, dejaron las puertas abiertas, para luchar por el retorno de la democracia, al vecino país.