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El contraste de una festividad

Columnas de Opinión
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En este carnaval de la vida el disfraz permanece para siempre, porque la realidad se esconde en medio de las festividades, derrochando las energías físicas, morales y económicas, en medio de los grandes desastres que ha producido el universo en todo el territorio nacional.

Aquí queda plasmada la indolencia humana en una querella que no tiene quien la escuche, porque nos hemos acostumbrado a esconder nuestro egoísmo en medio de las masas que lo aprietan en este vagón que sólo saben y conocen el placer y la diversión.

Cuando hablamos de desigualdades yo me pregunto ¿a que nos referimos? ¿A las distinciones de clases que hacen diferencia entre el rico y el pobre?

Quizás nos metemos en este punto como un medio de manipular la conciencia y producir cierto antagonismo político, pero no nos damos cuenta que hay una desigualdad irracional, una desigualdad participativa donde la pasión envuelta en la misma corriente no descubre al que muere de hambre y al que queda sin techo.

Hay impotencia en todas las esferas en esas circunstancias quedándonos a merced de otras personas; la impotencia del secuestro es quizás la masa humillante porque ve su vida evaporarse poco a poco sin poder hacer nada, la impotencia del preso al menos puede protestar, pero allí detrás de las rejas espera que un buen abogado pueda hacerse cargo de su caso; pero la impotencia del desastre natural es desgarradora ya que ve su ruina en el crujir de las inundaciones que más que incomodando es desocupando los moradores de sus techos y sus pertenecías. De qué sirve el reconocimiento, de qué sirven los lamentos, aún el apoyo moral muy poco sirve si todas estas cosas deben ir acompañadas de apoyo financiero, pero parece que sólo podemos decir; ¡sálvese quien pueda!

Las festividades en Cartagena, ya las licoreras tienen pensado cuanto más o menos pueden tener en utilidades, las cervecerías de igual manera esperan en un superávit en este año con una respuesta clara del mayor consumo; las autoridades se prestan para que exploten al pueblo sin tener en cuenta el momento crítico que están viviendo algunos en la ciudad y en el Departamento. ¡A donde ha llegado el corazón del hombre! Un corazón que le gusta darse a conocer por el protagonismo de sus intereses egoístas pero que el loco frenesí de la desbordante pasión por la fiesta lo hace que pierda el sentido de la responsabilidad.

Conocer el dolor ajeno no es fácil desde afuera; no sé si el grado de consecuencias en materia de maltrato, tejidos y torturas, ya nos hayan anestesiado la conciencia, o es que no somos movidos en el sentimiento humano para privarnos de los goces, placer y diversión, habiendo personas con tanta necesidad.

El pretexto de darle un rato de felicidad a la gente para lavarles el cerebro de los sinsabores de la vida, en fin de desarmarles el estrés y la depresión, termina siendo peor la medicina que la enfermedad porque esto nunca ha sido una terapia de éxito en la vida ya que toda fiesta produce gastos.

Todas aquellas personas que lo han perdido, echan sus miradas a los demás para ver si los pueden socorrer, esperan que esa sorda esperanza les dé el aparecer y los saque de la tenebrosa noche de la desesperación y el desamparo. Lo cierto es que no hay nada que dé tanta felicidad como servir, cuando usted sabe que puede salvar una persona con auxilio que le dio a tiempo, de su corazón emana un gozo sin límites que lo hace sentir tranquilo y seguro.

Pero en este carnaval de la vida siempre llevamos el mismo disfraz ocultando la realidad, mintiéndonos a nosotros mismos. La necesidad de niños y adultos por un pedazo de pan es otra clase que por lo colectivo del asunto merece que se le preste atención, las ayudas no son cuestiones de dinero si no de disposición, es mirar la miseria con dolor, no con indiferencia y desprecio.

Sabemos que este es un mal irremediable que mientras unos gozan otros sufren, que mientras unos ríen otros lloran, pero la vida está llena de sorpresas y como muchos dicen no sabemos lo que nos depara el mañana.

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