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Navidad feliz

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Es un anhelo que invade el sentimiento universal. Aspiración que se renueva con cristiano fervor en los días decembrinos cada año. Añoranza que se agita con mayor intensidad al fenecer el 2021, anualidad golpeada aún por las mutaciones del coronavirus o Covid-19, originado en Wuhan en diciembre de 2019, y que ingresó a Colombia tres meses después.

Virus que se regó por todo el planeta, afectando indiscriminadamente, como todavía afecta, aunque en menor grado, la salud, el bienestar y las finanzas de muchísimos   habitantes de la tierra. Virus contagioso y letal: ha conducido al sepulcro a millones de seres humanos y lacerado sin piedad el corazón de las familias en los cinco continentes. El orbe, durante veinticuatro meses viene soportando la pandemia devastadora que mata a unos, empobrece a otros y a muchos ha dejado con secuelas patológicas o en la ruina económica. Quizá no es exagerado decir que ningún sector de la actividad global dejó de sufrir alguna afectación. Hacer relación puntual de ellos es difícil; anotar algunos, no lo es tanto porque saltan a la vista: Salud, educación y economía. En cuanto a la salud, el Covid-19 sorprendió a la ciencia médica y a los investigadores en temas inmunológicos, pues desconocían el virus y por consiguiente su etiología y la terapéutica. Los grandes laboratorios, cabalgando sobre las olas del embate viral, realizaron el proceso investigativo para producir la vacuna, y, superando pronósticos pesimistas, rompiendo paradigmas y estándares de celeridad y eficacia realizaron la hazaña de entregarle a la humanidad el químico generador de anticuerpos con efecto parcialmente inmunizador en elevado porcentaje y a la vez fármaco paliativo del agresivo síndrome. Experiencia notable y aleccionadora digna de reconocimiento y aplauso. También se hizo evidente que ningún país estaba preparado para atender la emergencia sanitaria. Los hospitales, las clínicas, en general los centros de atención de servicios médicos fueron desbordados por la afluencia de pacientes contagiados. Hubo lugares donde tampoco las funerarias pudieron satisfacer la demanda de féretros. Los médicos, los paramédicos, enfermeros, enfermeras, auxiliares de enfermería y el pleno de servidores de la salud con admirable abnegación aportaron y siguen dispensando su humanitario concurso, en jornadas extenuantes. Exponiéndose al contagio, contagiados muchos y no pocos ofrendando su vida en el altar del juramento hipocrático. Labor científica y médica digna del mayor encomio y de gratitud perenne.

En el ámbito de la educación impactó enormemente la pandemia. El cierre abrupto de los establecimientos educativos en la esfera ecuménica. Supresión de clases en universidades, colegios y escuelas. Retraso curricular, y la adopción del novedoso y emergente sistema pedagógico de clases virtuales. De compleja práctica y con reducción de rendimiento en materia de enseñanza aprendizaje en sectores dotados de sistematización avanzada, y de imposible utilización en amplísimos estamentos y estratos sociales y económicos. A lo antes dicho se puede agregar el influjo negativo que ese distanciamiento causó en la órbita  psicológica y fisiológica  de la población estudiantil, especialmente en los niños, las niñas y los adolescentes. 

En lo económico, la pandemia le dio un revolcón al mundo. Industria, comercio en caída espectacular. Parálisis inicialmente. Apenas la producción y el tráfico de alimentos y bienes y servicios básicos para la subsistencia. Cierre de fronteras, supresión de comunicaciones internacionales y aún nacionales. Quiebra de incontables negocios y pérdida de empleo para millones de trabajadores. Luego, progresiva reactivación económica.

En medio del tortuoso trance llega la época navideña que refresca el espíritu de los cristianos, que recordamos la venida al mundo del Niño Jesús . Navidad que, en medio de tristezas, “sacando fuerza de flaqueza”, deseamos sea alegre para todos los que, por gracia de Dios, todavía transitamos por este valle terrenal y gozamos del “gran banquete de la vida”.



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