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Contaminación auditiva sobre ruedas

Columnas de Opinión
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Hace apenas unos días publicamos un artículo titulado "¿Cortesía exagerada?" Nos llovieron comentarios favorables, que agradecemos. Sin embargo, es necesario que critiquemos comportamientos opuestos a ese trato supuestamente empalagoso.
Quienes en el pasado asimilamos y hemos puesto en práctica las buenas costumbres que nos inculcaron a temprana edad, nunca podremos comulgar con la ramplonería que nos abruma en los más diversos ámbitos de la ciudad. Como ejemplo del día citaremos las situaciones vergonzosas que los usuarios de ciertos buses y busetas deben soportar por el capricho de conductores que trasladan su mala educación y pésimo gusto hasta su sitio de trabajo, es decir, frente al volante de esos vehículos. Muchos choferes piensan que los pasajeros nunca han escuchado la canción vulgar del momento o, lo que es peor, que les gustan los chistes vulgares que difunden ciertas emisoras. El civismo casi ha desaparecido en una ciudad turística que pretendemos mostrar como abanderada de la cultura ciudadana. Si dos o tres pasajeros elevaran la voz para solicitarle al conductor bajar el volumen, cambiar de música o apagar el aparato, otro resultado tendríamos en el comportamiento de esos conductores. Y si pedimos que sean dos, tres o más quienes protesten es porque de hacerlo una sola persona, resultaría agredida por el energúmeno 'profesional del volante' y posiblemente abucheado por el resto de pasajeros.
Conocemos el caso de un ciudadano que, apenas instalado en su puesto, decidió bajarse de una de esas busetas porque comprendió que los altos decibeles de la música que sonaba atentaban contra su salud auditiva. Pero esta actitud no la pueden adoptar otros pasajeros que ya hayan pagado su pasaje, porque allí se formaría una trifulca, y el usuario siempre lleva la de perder. Si queremos competir con otras ciudades que en temporadas de turismo llenan sus hoteles, aun teniendo menos bellezas naturales que mostrar, los samarios tenemos que ser solidarios con las personas que, conscientes del respeto que merecen, se atreven a protestar cuando observan o son objeto de atropellos como los que se padecen por parte de los conductores irresponsables. Los derechos se reclaman. Y buscar el bienestar personal mientras se viaja en un vehículo público en Santa Marta, es un derecho ciudadano. En cuanto al servicio de taxis, no es mucha la diferencia. Y aunque tenemos la opción de tomarlos o dejarlos, en más de una ocasión hemos tenido que reconvenir a conductores de los taxis llamados 'móviles' (esos que acuden cuando se les solicita el servicio por teléfono) porque sostienen diálogos vulgares con la estación central de su empresa o con otros colegas de su propia calaña mientras nos transportan al lugar que le hemos indicado. Esos 'ases del volante' deberían entender que al usuario no les interesan los apodos, rencillas y mucho menos las anécdotas y aventuras que proliferan en su gremio. Qué bueno sería que se limitaran a cumplir, en silencio, el itinerario solicitado por el cliente. Y, de paso, fueran vestidos completamente, no con camisillas sin mangas, con las axilas al aire casi en las narices de los usuarios. Todo eso es falta de respeto al pasajero y ocurre en este terruño que se precia de ostentar el lema "La magia de tenerlo todo".

Por: José Alejandro Vanegas Mejia