Entre verdes y desteñidos

Editorial
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Más allá del ritual periódico de los comicios, las democracias maduras permiten ediciones renovadas de los gobiernos como consecuencia de cambios en el reparto del poder local. El relevo sirve para que el conjunto de la administración del Estado sea armónico con realidades cambiantes y proyectos renovados. Sin olvidar las exigencias de la siguiente contienda electoral, porque en los ciclos de la vida política todo vuelve y juega.

Despuésés de una campaña a distancia, enmascarada por la protección ante la pandemia, la democracia francesa completó otra vez el ritual de elección de autoridades locales. Contra el fantasma del abstencionismo, que ya había afectado por motivos de salud pública la primera vuelta, la ronda final produjo un nuevo paisaje político, marcado por el ascenso de los verdes, la recuperación de la izquierda y el desdibuje del proyecto multicolor del jefe del Estado. Sin perjuicio de la abstención, explicable, y del normal movimiento pendular de la voluntad popular, es posible que esta campaña, sin encuentros tradicionales con los electores en mítines y asambleas, reemplazados por reuniones en pantalla y activistas con uniforme de hackers, signifique el avance hacia nuevas formas de acción proselitista que en el futuro serán componente indispensable de la controversia polìtica.

Parecería que la tregua del asalto a la naturaleza, obligada por la pandemia, jugó un papel importante en el resultado electoral favorable a los verdes y adverso al Presidente Macron, al alentar a quienes aspiran a darle forma política a los reclamos en favor de la pureza del aire y el agua, y a la supervivencia de plantas y animales, mediante la contención de los depredadores comprometidos con un modelo económico que es preciso cambiar. Veredicto político que adquiere importancia como preámbulo de la siguiente competencia presidencial.

Marsella, Estrasburgo, Lyon, Tours y Bordeaux, tradicionalmente gobernadas por conservadores, quedaron en manos de los verdes. Jamás ellos habían obtenido semejante resultado en el escenario político francés, y su éxito de ahora tiene que estar relacionado con el ascenso que esa tendencia política presenta en el contexto europeo, en buen grado de compatibilidad, o al menos de entendimiento, con partidos de izquierda.

París mantuvo su alcaldesa socialista, y su partido ganó en Nantes, Lille y Rennes, para salir del purgatorio en el que andaba desde las elecciones de 2017, cuando padeció la mayor desgracia de su historia, en momentos en los que dejaba la jefatura del Estado, para sacar menos del siete por ciento de los votos en la primera vuelta de la siguiente elección presidencial, y más tarde perder más de doscientas curules en la Asamblea Nacional.

La pregunta es si el gobierno continuará con la marca que llevó a Macron a la presidencia, “ni derecha ni izquierda” - sino todo lo contrario, como diría Cantinflas- fórmula siempre pendiente de definir y posible de modificar. Por lo cual habrá que ver en qué puede consistir la reinvención de la presidencia actual, después de haber dedicado los primeros tres años a la economía, con modificaciones al proyecto original, derivadas de la protesta de los chalecos amarillos y luego condicionadas por la pandemia.

El problema es que todo lo que haga el nuevo gobierno estará marcado por la idea de la reelección; el incentivo perverso, y a la vez explicable, de los adictos al poder. Para ese propósito no le bastará un primer ministro de buena silueta, y deberá contar con alguien que le ayude a echar raíces en la provincia y en las aldeas, pues a su victoria rampante de hace tres años lo llevó una ráfaga de viento favorable, pero nadie garantiza que en el futuro su fundación política de “La Nación en Marcha” se sostenga, salvo que cuente con esas raíces en la Francia profunda, proclamadas como fuente sólida de poder por François Mitterrand. Para eso le serviría precisamente Édouard Philippe; salvo que éste último, que aventaja hoy a Macron en las encuestas de popularidad, prefiera no dejar para más tarde el trámite de una aspiración presidencial propia, y se lance a buscar un camino por entre los verdes y los desteñidos.


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