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El verdadero valor de la historia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Nelson Felipe Vives Calle

Nelson Felipe Vives Calle

Columna: Opinión

e-mail: nelsonfvives@gmail.com



Estas líneas pudieran entenderse como una reflexión de la realidad del día a día; pero más allá de eso: se convierten en un diagnóstico despojado de intereses particulares y lleno de la responsabilidad necesaria para intentar dar aportes al desarrollo social de lo que podría ser una gran ciudad.

Santa Marta es la primera ciudad fundada en Colombia y cumple 500 años de existencia el 29 de julio de 2025. Ese acontecimiento es algo que nos debe llamar a reflexionar sobre lo que hemos sido, lo que somos y, especialmente, lo que aspiramos a ser.

La edad de un lugar y la situación de los habitantes que viven en él son un indicio del liderazgo que han tenido y la capacidad para generar oportunidades y progreso, y Santa Marta no es la excepción. Nosotros, hay que reconocerlo, somos ricos en historia y pobres en logros y desarrollo. Sobre todo, cuando pensamos en países que eran pobres hace 50 años, como Singapur, que hoy es la cuarta nación más rica del mundo según datos del Banco Mundial, solo superado por Qatar, Luxemburgo y Macao.

Pero, ¿por qué ellos sí y nosotros no? Es la pregunta que nos debemos hacer los samarios. El liderazgo que necesitamos es aquel que nos una y nos conduzca juntos hacia el futuro; no el que nos divida, privilegie a algunos y margine a otros. Acá no podemos prescindir de nadie. Necesitamos de todas las inteligencias, de todas las creatividades, de todos los puntos de vista y de todas las voluntades para sacar adelante a nuestra región.

Casi que de manera imperceptible, y en algunos casos desde lo consciente, hemos olvidado los valores que construyen la samariedad que nos enorgullece: nos pasa a la altura de los ojos y no nos percatamos de la impresionante belleza natural que rodea a esta tierra; el desafiante morro que nos distingue como un vigilante eterno de la ciudad; la pasión que despierta en nuestro corazón el Unión Magdalena; el sonido incesante de las olas que nos recuerdan de qué estamos hechos; las ganas para levantarnos a descubrir lo que traerá el sol en cada despertar. Es ese estado del que no debemos desprendernos al momento de tomar las decisiones más importantes para nuestra ciudad.

Este escenario de pensamiento descrito pudiera entenderse como sentido de pertenencia. “Sentido de pertenencia” que se ha convertido en una frase de paisaje a juzgar por los comportamientos colectivos del último tiempo. El sentido de pertenencia, genuino y profundamente consciente, nos salvaría de decisiones colectivas que alejan del desarrollo como bienestar para todos. Un verdadero sentido de pertenencia ayudaría a entender que somos la primera voz de la democracia.

 Los 500 años deben ser un punto de partida para asumir tanto lo que no hemos solucionado, como los nuevos desafíos que nos depara el futuro. Los 500 años deben estimularnos a unirnos y a dejar de lado las divisiones, las confrontaciones, los señalamientos y las descalificaciones. Esas acciones apasionan, pero no permiten avanzar. Nuestra historia pasada y reciente lo demuestra.

La naturaleza nos premió con unos recursos que deberían servirnos para que todos progresemos. No deberíamos ser inferiores a esa posibilidad. Hay pueblos que en algún momento esclarecedor deciden asumir su futuro con un nuevo comienzo; ese es el verdadero valor de la historia. El momento es ahora. Empecemos a forjar el capítulo de los 500 años de historia venideros.

Es importante apelar a la reflexión para que evaluemos si el camino que llevamos es el que necesitamos, para decidir si seguimos como estamos o si tenemos la osadía de comenzar algo nuevo; un camino en el que los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los trabajadores, los empresarios, los artistas, las minorías, los campesinos, los pescadores, los estudiantes, y todos y cada uno de los habitantes de nuestra tierra encuentren la forma de aportar y de engranarse con todos los demás para crecer y avanzar.

El desafío es grande, pero somos samarios y somos capaces de muchas cosas, pero sobre todo de trabajar unidos. La naturaleza y la geografía que nos rodea nos enseñaron a conquistar cumbres y a sobrepasar obstáculos.

Busquemos a los que nos convoquen e ignoremos a los que nos enfrentan. Busquemos a los que nos convenzan e ignoremos a los que nos manipulan. Busquemos a los que nos ayuden a progresar e ignoremos a los que buscan empobrecernos. ¡Salgamos adelante!

Los samarios llenamos las páginas de la historia y llegó el momento de que llenemos las páginas del futuro. Una vez más me niego a permitir que la tierra, a la que llegó Simón Bolívar y en la que eternizó su última proclama, se pierda en el despeñadero de los intereses ajenos a la genuina voluntad samaria.

Santa Marta: te sueño equitativa, socialmente equilibrada, llena de oportunidades, protectora del medio ambiente, apropiada de una naturaleza irrepetible y, además, rebelde frente a cualquier intento de piratería.

Santa Marta, en tus 500 años la historia te pertenece.