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Entre el gobierno y la justicia, dónde están los catones de la moral

Columnas de Opinión
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El primer castigo del culpable es que no podrá jamás ser absuelto por el tribunal de su conciencia. (Juvenal)

Durante los últimos días Colombia ha sufrido un remezón escatológico que ha generado las más variadas y disimiles opiniones de quienes se creen los catones de la moral y la ética y salen a opinar de lo divino y lo humano sobre lo que ellos consideran está ocurriendo en las entrañas de las altas cortes, las mismas que han quedado al desnudo como cualquier cloaca en donde pululan las ratas disputándose el botín más preciado para atesorar riquezas e incrementar su poderío, tanto social, económico como político, porque es allí donde se cocinan los más pantagruélicos banquetes para satisfacer egos personales.
Con lo que está ocurriendo en la justicia se está poniendo a prueba la calidad de algunas instituciones que hasta ahora habían salido incólumes frente a tanto escándalo cotidiano que ha salpicado y socavado la credibilidad de la sociedad frente a lo que algunos se han empecinado en llamar la más pulcra de nuestras instituciones, una Corte Constitucional que a lo largo de 25 años de existencia ha logrado salir a flote, no tanto por su asepsia, sino porque los otros altos tribunales revolcándose en sus propios excrementos sociales no le habían dado la oportunidad para aprovechar su cuarto de hora y hoy en un ambiente político tan polarizado y antípoda a las verdaderas exigencias que la patria requiere es cuando podemos darnos cuenta que hemos vivido en medio de un velo de justicia que hoy produce hilaridad y vergüenza, por cuanto seguimos patinando en medio de la voracidad ilimitada de quienes han llegado a esas instancias y se han creído el cuento de que están por encima del bien y del mal, cuando todos nos hemos dado cuenta que no son más que unos proxenetas de la justicia y así han quedado en evidencia.
Ahora resulta que los protervos y mendaces procedimientos que han quedado al descubierto y que al parecer comprometen la responsabilidad del magistrado Pretelt tienden a caerle de sorpresa a una clase política corrupta que se rasga las vestiduras y exige castigo para quien, según muchos, ha mancillado la majestad de la justicia y, lo que es peor, que vengan personajes de oscuro comportamiento a dárselas de Catones de la moral y a exigir que se vaya de inmediato, como si esa fuera la solución y de una vez solucionado el problema, porque aquí estamos acostumbrados a echarle toda el agua sucia a cualquier ilota y que los demás, los verdaderos ideólogos de las trapisondas, sigan revolcándose en el estiércol social y que los sigamos viendo como adalid de la justicia y la moral.
No puede ser que aparezcan personajes que se han paseado de una corte a otra y hayan sido testigos de esos mezquinos procedimientos y ahora cuando ya no están quieran dárselas de ser más impolutos y exigir lo que ellos nunca fueron capaces de dar, viéndonos sumidos en el más deprimente espectáculo de que gente con rabo de paja acercándose a la candela y allí se pueden quemar, sólo que se requiere que llamemos las cosas por su nombre y que los medios de comunicación dejen ya los eufemismos para referirse a algunos personajes y revuelquen la realidad colombiana, sin tapujos y sin miedos, y dejando de ensañarse con algunos y pasando por alto los comportamientos de otros, ya que es imperativo que todos aportemos lo mejor de cada uno de nosotros para poder depurar la justicia que tan bajo ha caído y seguirá cayendo mientras sigamos pensando a ojos cerrados cómo tantos la han prostituido y son los primeros en llamara a la renuncia, como se dice coloquialmente, burros hablando de orejas.
Y para colmo de males y en medio del más burdo comportamiento de los poderes públicos, asistimos a la más degradante de las operetas en donde el gobierno sale con una reforma absurda y pueril que solamente busca el muerto río arriba y desconoce y olvida la realidad que exige una solución profunda y sin arandelas, pero como ello exige pisar callos y llevarse por delante a los amigos mejor pasa de agache y prefiere, como el avestruz, esconderse y no mortificar los intereses políticos. En estas aciagas horas es cuando se debe actuar con grandeza y es allí en donde eso no se ve.