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La cumbre climática Cop26 no puede considerarse un éxito

Columnas de Opinión
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Como es de conocimiento público el Acuerdo de París fijó como meta obligatoria que el aumento de la temperatura media en la Tierra no superase el umbral fijado entre los 1,5 y los 2 grados, y para ello, todos los países debían presentar, del 1 al 12 de noviembre del presente año en Glasgow, planes de recorte de emisiones a corto y largo plazo que permitieran lograr el objetivo propuesto.
Sin embargo, el balance de la cumbre no permite tener una visión optimista, pues las promesas consagradas en los planes de largo plazo no son compatibles con los programas de corto plazo presentados, con excepción de un pequeño grupo de países -responsables de apenas del 6% de las emisiones globales, según cálculos de los analistas de Climate Action Tracker.

En efecto, si se mira el largo plazo, la COP26 supondría un paso enorme, porque 140 países de los 193 estados miembros de la ONU se comprometieron a alcanzar las emisiones netas cero; pero, si se analiza el corto plazo, el pronóstico no es alentador, conforme a los informes emitidos por la Agencia del Medio Ambiente de la ONU (Pnuma) y la de Climate Action Tracker, los cuales apuntan a que todos los compromisos de corto plazo presentados llevaran a un incremento de entre 2,4 y 2,7 grados.

Así las cosas, dada esta gran diferencia en los números del corto y del largo plazo, los analistas de Climate Action Tracker califican de poco creíbles los compromisos de largo recorrido expresados en la cumbre, pues “está muy bien que los líderes afirmen que tienen un objetivo de cero emisiones netas, pero si no tienen planes sobre cómo llegar allí, y sus objetivos de corto plazo son tan bajos, entonces, francamente, estos objetivos de cero emisiones netas, en el largo plazo, son solo de boquilla para la acción climática real. Glasgow tiene una seria brecha de credibilidad.

De manera que, tal como lo afirmo en el documento “Acciones de la propuesta base de política pública planetaria para prevenir un colapso ecosocial”, mientras no se transforme el modelo económico extractivista centrado en combustibles fósiles, los objetivos de cero emisiones netas serán un saludo a la bandera, pues, en el ámbito científico, no hay duda de que estos combustibles son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta.

En concordancia con lo anterior y sobre los compromisos alcanzados en la cumbre, la vicepresidenta para la Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, ha dicho “que los países están haciendo esfuerzos muy grandes por llevar a cabo una transformación completa del modelo económico, que es lo que se necesita en definitiva en la lucha contra el calentamiento. Y en estos momentos se están viendo las dificultades para alcanzar ese objetivo, que supone ir hacia un modelo completamente diferente”. Y fuera de eso, la Cop26 no obliga a los países a restablecer el rumbo del modelo, pues a pesar de haber incluido en un primer borrador un llamamiento a avanzar en el fin del uso del carbón y en el fin de las subvenciones a los combustibles fósiles, en una segunda versión de la declaración, la presidencia rebajaba el tono: se pide de forma genérica a los países que aceleren la generación de energía limpia y “la eliminación gradual” de la generación con carbón que no esté sujeta a las tecnologías de captura de emisiones y “los subsidios ineficientes para los combustibles fósiles”.

Es por ello, que proponemos que las acciones que deben emprender los países para repensar el modelo extractivista centrado en combustibles fósiles, monocultivo y destrucción de la selva tropical, se enmarquen en la cosmovisión del modelo ecológico, las cuales hacen referencia a los nueve puntos del Pacto Ecosocial del Sur y a las trece (13) medidas sistémicas propuestas por Jorge Riechmann explicadas en el documento mencionado sobre política pública planetaria.