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Paradigma de la persona completa

Columnas de Opinión
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El paradigma de “la persona completa”, conforme a lo establecido por Stephen Covey, en su libro el 8° Hábito, consiste en desarrollar equilibradamente las cuatro dimensiones constitutivas del ser humano: Cuerpo, Mente, Corazón y Espíritu. Siendo el cuerpo el instrumento de la mente, el corazón y el espíritu.
Pues, si descuidamos alguna de ellas, producimos desequilibrios que afectan nuestro bienestar y el de los demás. En efecto, si descuidamos el Cuerpo, nos enfermamos, y el nivel de productividad de un cuerpo enfermo disminuye; si desatendemos nuestro Corazón, nos dejamos arrastrar por las poderosas fuerzas restrictivas de las pasiones humanas, tales como el rencor, la envidia, el egoísmo, etc., que afectan las relaciones personales, familiares y laborales; si no cultivamos nuestra Mente, sin darnos cuenta, pronto llegamos al nivel de incompetencia, por no desarrollar nuevas habilidades y capacidades, y por lo tanto nos tornamos prematuramente improductivos; y si no desarrollamos la dimensión espiritual, las decisiones cotidianas que tomamos, en lugar de estar orientadas por principios éticos o leyes naturales que rigen nuestra naturaleza humana, serán conducidas por nuestro ego altivo y vanidoso, que además de limitar nuestro radio de influencia, impide liberar el enorme potencial de servicio, que caracteriza a lo humano, al circunscribirlo a satisfacer nuestro propio ego.

Si logramos incorporar este paradigma de “la persona completa” en nuestros propósitos de vida, estaremos, no solo garantizando en el largo plazo el bienestar individual y colectivo, sino que nos convertiremos en agentes de cambio que no perpetuamos el modelo imperante.

La fuerza creativa o manifestación más elevada para el desarrollo y cuidado del “Cuerpo” es la “disciplina” y la programación de la cultura para su descuido y uso es la “extravagancia”; la fuerza creativa para el desarrollo y cuidado de la “Mente” es tener una “misión” y la programación de la cultura para su descuido y justificación es el “victimismo”.

Por su parte, la manifestación más elevada para el desarrollo y cuidado del “Corazón” es la “pasión” y la programación de la cultura para su descuido y uso es el “espejo social”; y la fuerza creativa para el desarrollo y cuidado del “Espíritu” es tomar decisiones a “conciencia” y el software cultural para su descuido y justificación es el “ego”.

Ego, espejo social, victimismo, y extravagancia configuran el paradigma de la persona fragmentada o de la mediocridad; y la conciencia, pasión, misión y disciplina determinan la grandeza o paradigma de la persona completa que hay que desarrollar.

Y sin duda, como nuestra cultura contemporánea facilista, con tendencia excesiva al placer, a la apariencia, al consumismo, a la ostentación, al individualismo, a la arrogancia y a la soberbia humana arrastra al sujeto por el camino trillado de la mediocridad, cuya expresión inequívoca es la crisis ecosocial que afronta el planeta, por ello es preciso plantear el paradigma de la persona completa con el propósito de mostrar la monumental tarea y las posibilidades de reconstrucción personal y colectiva que están a nuestro alcance… vale decir, una receta para perezosos, tal como lo dice sarcásticamente, el Dr. Luis Carlos Restrepo: “intenta cambiar lo que abarques con tu brazo extendido…con eso es suficiente”.