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Escrito por:

Juan Galán Pachón

Juan Galán Pachón

Columna: Opinión

e-mail: prensa@juanmanuelgalan.com

¡Mil millones de dólares! Es la mayor inversión que ha recibido una compañía tecnológica en Latinoamérica y para orgullo nuestro es colombiana.

La empresa es Rappi, que sin duda revolucionó la forma de hacer pedidos, mensajería y hasta enviar dinero a otras personas por medio de una “moneda” denominada “rappicréditos”. Con esto se vuelve el único unicornio colombiano - emprendimientos valorados en más de mil millones de dólares-, cifra que va a aportar el grupo japonés SoftBank Group y SoftBank Vision Fund.

Detrás de este crecimiento se encuentra la base, quienes hacen que todo esto sea posible: los repartidores o “rappitenderos”, que en un fin de semana se pueden activar a la plataforma más de 15 mil. Para la empresa son personas con empleos fijos, flexibilidad de horario y que están ahí porque buscan ingresos adicionales. Con esto evitan una relación laboral, lo que significa el no pago de prestaciones sociales y otros beneficios que habría lugar a sufragar.

Sin embargo, la realidad es otra. Las protestas del pasado jueves por parte de los “rappitenderos”, exigiendo mejores condiciones laborales, así lo demuestran. Para la gran mayoría de estas personas esta es su única opción de trabajo y, como lo mencionó uno de ellos, trabajó durante más de 4 horas y sólo se había ganado $19.000.oo mientras que en la página web supuestamente reciben $10.000.oo.

A Rappi parece que no le interesa la seguridad o bienestar laboral de ellos. Ya es común ver afuera de centros comerciales y supermercados, en los andenes y separadores a grupos de 10 o 20 “rappitenderos” literalmente tirados en la calle esperando un pedido y sufriendo la inclemencia del clima. También es común observar cómo, salvo pocas excepciones, no usan un casco o chaleco reflectivo para el caso de las bicicletas; e infringen constantemente las normas de tránsito. No disponen de un lugar para pasar su tiempo mientras reciben los pedidos y no los dotan con los implementos, ni los capacitan en la normatividad para una sana convivencia con la ciudadanía.

La empresa debe adoptar las medidas convenientes para que la calidad de vida de estos miles de trabajadores se repare sustancialmente. Ellos son quienes representan el capital más valioso de la empresa y parte de sus utilidades debe reinvertirse para otorgarles condiciones dignas de trabajo y mejores ganancias. No pueden continuar con la falacia de que son personas que están ahí porque quieren. Muchos están ahí porque les toca y no se debe abusar de su necesidad.

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