Una sociedad intoxicada de violencia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



Colombia, penosamente conocida por su elevado estándar de corrupción, narcotráfico, beligerancia guerrillera y violencia doméstica en aumento que no es contralada; hoy por hoy requiere más que nunca de un ejercicio transformador para generar un cambio social de manera radical e integral. Traigo a colación el tema musical "maldita violencia" que canta el costeño Gabriel Romero, con autoría de José Barros Palomino, que pone a bailar a muchos y también a reflexionar?.

Creo que no; Gabriel y el maestro Barros aportaron dando una alerta temprana. Sobre la situación, nos toca redireccionar nuestro comportamiento y a los medios radiales sugerirles transmitirla con mayor frecuencia para que la tengamos siempre presente; canción que surgió en 1971 y que se horrorizaba de la violencia existente, aumentándose enormemente hasta la fecha en diferentes modalidades.

El País requiere con prontitud la adopción de debates serios, no dilatorios, con tono de respeto a la sociedad y actitud constructiva donde se abordan de manera estratégica, realista y reformista todos y cada uno de los flagelos de orden social dentro de un escenario de confianza y de reflexión, para adelantar las esperanzas, eliminando hechos y amenazas que fueron preludio de la desgracia.

En virtud a este propósito es vital generar procesos de reingeniería, impulsar una transformación estructural que permita cambios en la sociedad, siendo menester sentar las bases para la convivencia ciudadana, asegurar un adecuado espacio público que viabilice la integración, creatividad, empleo y lo más importante que cree oportunidades incluyentes.

Este ejercicio hace imprescindible la consolidación de una autoridad legítima, sólida y democrática, capaz de dialogar y guardar el rumbo trazado hacia la civilidad del futuro y desde luego debe este proceso soportarse en instituciones e instrumentos técnicos de planeación; en este contexto los ciudadanos coincidimos en la necesidad de culminar el conflicto de manera civilizada y no bélica.

Colombia vive hoy una amarga e intolerante situación de zozobra; escenario donde la lucha por unas condiciones de vida sean aceptables. Se intensifica la violencia aquí y allá en forma alarmante sin razón explicable donde el potencial de las personas que la rechazamos no lo expresamos. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué impera el silencio?

La conjunción de todos estos hechos contra la vida es el producto de una sociedad enferma, insatisfecha, carente de derechos, valores y nociones de urbanidad, que hacen parte del glosario de lo arcaico de generaciones, sin norte, sin ética, ni moral y asfixiados de una avalancha por información cotidiana y diversa en la que prima la violencia y está presente la corrupción. Ante estas horrendas circunstancias se hace exigible al ciudadano moderno adopte un cambio radical, que ahonde sus raíces en una auténtica transformación.

Es necesaria una actuación de dignidad ejemplar que alimente al individuo a seguir trabajando en el verdadero proceso de cambios positivos, tarea no fácil, tampoco imposible; hay que intentar y dar el primer paso, acabar con el escepticismo.

Concluyendo, no se debe actuar con mente cerrada para el entendimiento y encendida para el conflicto; actuando así acabaremos con la dimensión vacilante, indomable, cuestionada por cualquier tipo de pensamientos malsanos y perniciosos, razón fundamental por la cual debemos poner freno a intereses oscuros de marcada intensión que se materializaran en nefastos caminos rumbo al caos del cual más temprano que tarde tenemos que salir.