Hace exactamente 3 años, el venerable diario EL INFORMADOR, Decano del periodismo en el Magdalena, publicaba en su edición impresa la trágica muerte de 7 hombres y 53 heridos con quemaduras de primer, segundo y tercer grado, tras una expolición de un camión cisterna en la vía que comunica al municipio de Ciénaga con Barranquilla, jurisdicción de Pueblo viejo, Magdalena.
La magnitud de la tragedia, comparable a la ocurrida el 14 de mayo de 2014 en Fundación, puso al departamento del Magdalena en el foco de las noticias internacionales. Los hechos sucedieron un lunes 6 de julio del 2020. Los heridos fueron atendidos en clínicas y hospitales de Ciénaga, Santa Marta y Valledupar. A pesar de las advertencias del personal de la Policía, las víctimas ignoraron los llamados a la precaución.
Según Ricardo Obispo, un habitante de Tasajera que estuvo presente en el lugar, todo ocurrió muy rápido. Alrededor del camión cisterna había unas 100 personas, pero al momento de la explosión sólo quedaba un poco más de la mitad. Aquellos que ya habían llenado sus recipientes se habían retirado para asegurar el combustible y regresar por más.
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Los hechos
Según informaciones proporcionadas por las autoridades en su momento, el tránsito por la carretera Troncal del Caribe, tramo entre Ciénaga y Barranquilla, se desarrollaba con normalidad hasta que pasadas las 9:00 de la mañana el conductor del camión cisterna que cubría la ruta Barranquilla-Santa Marta, cargado con gasolina y con placas WGB-913, identificado como Manuel Enrique Cataño Hernández, al parecer sufrió un micro sueño lo que lo habría hecho perder el control y terminó volcado en una cuneta.
Algunos de los heridos graves fueron trasladados a la sala de urgencias de la clínica Bahía de Santa Marta. Poco después llegó un gran número de vendedores, mototaxistas e incluso menores de edad residentes en el corregimiento de Tasajera y la cabecera municipal de Pueblo Viejo para aprovechar la situación y apoderarse de la carga. Procedieron a sacar la gasolina y envasarla en recipientes con la intención de venderla y obtener algo de dinero para aliviar la grave situación por la que atravesaban debido a la emergencia sanitaria declarada por los efectos del COVID-19.
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La tragedia
A medida que pasaban los minutos, más y más habitantes de la zona llegaban al sitio. En medio de la desesperación por obtener un poco del líquido, se amontonaron alrededor del camión violando el aislamiento, a pesar de las advertencias reiteradas que les hizo un grupo de patrulleros de la Policía Metropolitana sobre el peligro evidente al tratarse de gasolina y que el vehículo podría explotar.
Siete personas murieron calcinadas tras la explosión del camión cisterna cuando extraían en recipientes el combustible que transportaba. Pasaron algunos segundos y ocurrió lo peor cuando uno de los presentes al parecer intentó desconectar la batería del vehículo. En su intento se habría generado una chispa lo que provocó que el vehículo se incendiara rápidamente y se produjera la explosión.
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Hoy, tres años después de esta tragedia que sacudió a la nación, nos encontramos reflexionando sobre las circunstancias que llevaron a tal desastre y las condiciones que persisten hasta el día de hoy. A pesar del paso del tiempo, seguimos siendo testigos de la necesidad imperante en estos departamentos. Cada vez que un autobús vuelca, los saqueos parecen ser una respuesta inmediata. Pero, ¿qué es lo que impulsa a estas personas a saquear o a arriesgar sus vidas por unas pocas monedas?