Aquellas buenas parrandas en San Fernando, Magdalena

Cultural
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Para unos carnavales al frente de la casa del señor Elías Durán, bajo el naranjuelo estaba la parranda: Mundo Vanegas, Benicio Vergara, José Ruiz, Orlando Turizo, Antenor Benavides, Marcelino Puerta; Arnulfo Delgado, José Rafael Álvarez, Pedro Mejía, Nando Álvarez, mi papá, y el señor Elías. De pronto el señor Pedro Mejía dice: oye Benicio, ayer venía de ordeñar y llegando al “desecho” había una pila de mierda bien grande. Yo pensé, nojoda, yo que seguro como más que este tipo y cuando cago y miro, es la mierda de un pajarito…Todos soltaron la carcajada, y yo ahí, en un rincón escuchando, luego alguien levantó la botella y se sirvieron una ronda de tragos. Las parrandas del señor José Rafael terminan en su casa donde se le da por hacer cuanta morisqueta como meterse cigarrillos en las fosas nasales, cantar “El caballo pechichón” de Alejo Durán, bailar, llorar, reír hasta que lo vence el sueño.

 

Iván Carreño siempre ha sido un buen parrandero. Sus parrandas se cuentan por días y se hace más palpable desde el 1 de diciembre, día de su cumpleaños, hasta el día de las velitas. A veces, en la cantina de Gustavo Méndez que quedaba a la salida del pueblo y donde muchos aprendimos a beber cervezas, Iván se quedaba dormido y era cuando Juan Carlos Ruiz Suárez, en medio de la bulla, se ponía en la tarea de contarle los pelos del bigote y por más que los contaba y los volvía a contar siempre daba la misma suma: diecisiete. Obviamente que yo nunca le he aguantado a Iván esa tarea tan exigente, yo cuando mucho le demoro media noche y eso que él me cuenta historias para que no me le duerma en el fulgor de la parranda: el año pasado para mi cumpleaños me tropecé con tu primo Donaldo y fuimos a comprar trago donde los cachacos de allá arriba frente a la plaza del cementerio. Nos pusimos a tomar los dos sentados en el pretil de la señora Dionisia y ahí nos cogió la madrugada. Nojoda y cuando de pronto llega la mujer de Donaldo y comienza a insultarlo y a querer pegarle…hubo un momento que ya no pude más, Fabio, y le dije que si ella fuera mujer mía me hubiera quitado la abarca y le hubiera dado un par de abarcazos y se hubiera ido a dormir. Donaldo se molestó. No, Iván, eso no lo hago, esa señora es como mi madre, me dijo. Yo le dije tú sí estás jodido, Donaldo, yo conocí a tu difunta madre, cómo vas a comparar tú, un vaso de leche con una cañandonga….

En esa década de los 80 cualquier noche se escuchaba una grabadora de baterías en cualquier esquina y uno sabía que eran Andrés Suárez, Nel Ruiz, Toño Helbrum, Teobaldo Oliveros, Mañe Pérez, Emiro Carreño…Una de esas noches solo se escuchaba la canción “Indecisión”, de los Betos, hasta que Nel se saturó y quiso cambiar el casete, pero Toño no lo dejó y comenzó a llorar… ¿Por qué se pone así, primo?, le preguntaba Nel, y en medio de la borrachera y el llanto Toño le respondió: Sahibe Yacub, que me dejó, primo, porque le fui infiel…

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Parrandear con mi tío Mello Delgado era sinónimo de carcajadas por las miles de historias que contaba para que yo no me aburriera y no me fuera a dormir: Mi mamá, sobrino, me mandó una vez para la montaña con Rosemberg, quien estaba recién casado con su tía Carlina, yo era un muchacho muy tremendo y mi mamá Rebeca estaba aburrida conmigo y me mandó para allá. Nos fuimos en mula y llegamos a la finca de Rose a las 3 de la mañana y él comenzó a llamar a los trabajadores para que comenzaran a ordeñar, de pronto sale y se añingotó detrás de un matojo y desde allá seguía dando órdenes. Y yo me molesté cuando me dijo que fuera a echar terneros y a enrejarlos y le respondí: Nojoda, Rose, tú por andar dando órdenes ni siquiera eres capaz de disfrutar el placer de una buena cagada…

Gracias a Dios que yo he tenido el placer de parrandear con los grandes parranderos de San Fernando: Mecho Oliveros, Rafael Jiménez Delgado, Iván y Emiro Carreño, Ata, el médico Édgar Ruiz; Orlando Turizo, Toño García, David Ruiz, Juancho Ruiz Meza, mi hermano Manuel Joaquín, Rafael Caballero, José David Aguilar, Tomás Polanco…Con ellos hay que amarrarse bien los pantalones y es de amanecida.

Pero también hay contrastes: el señor Andrés Pérez, el esposo de la señora Teolinda, parrandea dos veces al año: el 30 de mayo y el 31 de diciembre. Humbertico Chávez declama poesías de su inspiración, pero solo cuando está borracho e improvisa décimas perfectas. El “mono” Suárez el dueño de la única cantina que por muchos años hubo en San Fernando, a un costado de la iglesia, por lo que poco tomaba tragos, pero cuando lo hacía iba y le compraba ron a la señora Amada Leiva y después de varios días y cegado por el licor iba aponerle serenata a la señora Iris Delgado, esposa del señor Yolis.

La primera cerveza que me tomé en la vida me la brindó Orlando Turizo Meza (Q.E.P.D) en una caseta que había donde hoy vive mi amigo Yuris Álvarez y se llamaba “Casa Blanca”. No tuve nunca la oportunidad de parrandear en el “Manduquito” la cantina del señor Miguel Castro en el Barrio Arriba, yo era un niño y entrábamos, pero a jugar “la lleva” y cuando comenzaba a llenarse nos sacaban. Pero estaba la cantina del señor Isaac, quien hasta su muerte la atendió y departía con su millón de amigos. Era allí donde Carlos Delgado Caamaño se emborrachaba él con su caballo y se ponían a bailar.

El señor José Nicomedes Gómez es un parrandero de los de antes: poco parrandea pero cuando le entran las ganas lo hace por varios días, y cuando ya se quiere ir a recoger va donde la señora Nora, la esposa del señor Eduardito, para que ella le ponga un sobrenombre y poder irse a dormir tranquilo y ella lo hace encantada: vete a dormir boca de burro comiendo maíz en pretil alto…

En San Fernando hay parranderos legendarios como Álvaro “Pachón”, Carlos Arturo y Marquitos Palomino, el hijo de la señora Carmen Nieto. En una ocasión parrandeaba Marquitos en su carro de mil batallas, pero manejaba Carlos Arturo, a quien le pidió que no fuera por ningún motivo a pasar por la casa de su mamá, pero fue lo primero que hizo Carlos. La señora Carmen Nieto usaba unas gafas grandes y oscuras y Marquitos desde la calle le gritó en medio de su borrachera antes de que ella lo regañara: ma´came, con esas gafas pareces una narcotraficante…

Al señor Rafael Polanco (Q.E.P.D.) le gustaba tomarse sus tragos y en el delirio de la parranda se dirigía a la casa del señor Leonardo Toro, hombre amable, servicial, pero de baja estatura. El señor Rafael Polanco tenía un sueño que nunca se le hizo realidad: yo quiero coger al “torito”, carajo, metérmelo en el bolsillo del pantalón carajo, y dejarle las piernas afuera carajo, para cuando me pregunten carajo, Rafael Polanco qué llevas ahí carajo, yo contestar un llavero, carajo...

“La Trilla”, nombre que se quedó en la memoria de los sanfernanderos porque fue una caseta de renombre donde muchos aprendimos a bailar, a conquistar novias, y a pagarle a la seño Bertilda por entrar a la pista donde no se podía respirar por culpa de tanta gente. También estaba “El Naranjal” del señor Polo Novoa, tío de Fidel Pérez, quien me hace reír con sus exageraciones monumentales: Fabio, cuando mi tío Polo se muera voy a contratar a un cirujano para que le quite la cabeza al hijo y le ponga una de puerco…

Hubo una cantina que tenía la particularidad de estar abierta todos los días, se llamaba “No Llega”.
Recuerdo la época cuando mi amigo David Ruiz Aguilera y yo solo teníamos para comprar un par de cervezas, y antes de ponerlas en la mesa él me advertía muerto de la risa: Hablaítas…hablaítas que son para toda la noche…