La guerra es contra las desigualdades y la injusticia social (07 de Junio de 2014)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Para poder integrarnos a los sistemas desarrollados del mundo debemos ser compatibles con los ideales de justicia social; quizás, ha llegado la hora y el momento que los sectores que han

obtenido las mayorías en la primera elección presidencial de Oscar Iván Zuluaga, como igualmente las mayorías que optaron por elegir a los congresistas del Partido Conservador y del Centro Democrático favorecidos en las pasadas elecciones de Congreso en Colombia, para que impulsen nuevamente a sus seguidores y manifiesten la realidad y especialmente la voluntad política para elegir al candidato de estas amplias mayorías en la actualidad.
Y transformar el dramático cuadro existente de las desigualdades e injusticias sociales existentes y lograr unas convenientes reformas y cambios; para alcanzar esto, debemos requerir de una voluntad política amplia, mayoritaria que trabaje contra estos flagelos, hoy convertidos en el principal enemigo que habita en las calles y carreras de nuestro país, sin lugar a dudas.
Es urgente retomar políticamente las mayorías de las últimas elecciones y atacar el inmenso círculo vicioso de la reproducción de la pobreza. Convertida en un serio y reprochable malestar que arroja indudables y diversos signos de molestia y fastidio a nuestros sanos comportamientos sociales. Estamos diariamente observando el vertiginoso crecimiento del penoso mapa de la pobreza y también de la indignación general; para lo que nos corresponde a nosotros, es evidente que este dramático cuadro social esta en el centro de la escena de la sociedad colombiana. Y no podemos negar unas auspiciosas señales de sensibilidad ante las desigualdades e injusticias sociales que han crecido de manera incontrolable y desproporcionada en los últimos años.
El reconocimiento de estas innegables realidades ocultas en estos complicados y difíciles tiempos de escasos triunfalismo especialmente como consecuencia de las precarias cifras económicas existentes seguramente al retomar nuevamente las mayorías política, que darán lugar a una reformadora voluntad política para no seguir disimulando y encubriendo estas inocultables realidades y poder transformar estos inocultables desequilibrios sociales, producto de las múltiples adversidades económicas y sociales que vive y padece la gente actualmente desconcertada por la ambivalencia de los discursos gubernamentales que justifican estos procedimientos, como medidas esenciales, hacen imperioso y obligatorio, el lograr de inmediato un cambio de voluntad política, pero en manos de verdaderos ciudadanos justos y conscientes de esta innegable realidad social.
En la conciencia es necesario infundir la preservación de unos equilibrios económicos mucho más ecuánimes, de acertada integración dirigidos a los habitantes de nuestras sociedades. Fundamentales principios de bien común, que nos permitirán adoptar un perfil propio, autónomo y que debemos instalar en la conciencia de cada uno de los habitantes de nuestros pueblos en Colombia. Así, se ponen freno a los reclamos sectoriales y regionales y se fortalecen las políticas de austeridad. Las acciones deben adaptarse exclusivamente, a las inversiones en cada una de las regiones de nuestro país prioritariamente y se atiendan los suficientes reclamos de justicia social que diariamente se expresan en los ámbitos de nuestras provincias en todo el país.
La integración y representación de la voluntad popular en nuestras regiones cada día parecen más opuestas que nunca, porque no son atendidos suficientemente. Equivaldría a decir o sostener que no se puede seguir gobernando a nuestros pueblos, sino solo se podrá seguir administrando acciones y decisiones que provienen del orden nacional central. Estas tradicionales inclinaciones del gobierno nacional en reiterar las estrategias de adaptación económica para los departamentos en un prometido y esperado crecimiento económico, como consecuencias de las estrategias y gestiones de nuestros propios partidarios regionales, es hoy una expectativa infundada.
No quiere decir esto que el crecimiento de nuestras economías no sean deseables, sino que las consecuencias de dependencia nacional, aunque puedan estudiar a fondo las situaciones en que viven los más pobres, que son muchísimos en nuestras provincias, no producen a la larga, ningún efecto distributivo asociado. Estos sistemas lo que han contribuido desde la historia, es ha fortalecer al enemigo incrementando las distancias sociales. Es muy cierto que las capacidades electivas se han restringido en sus libertades públicas, como consecuencia del sometimiento al que ha sido sojuzgada la población en las últimas décadas, pero su independencia aun no ha desaparecido totalmente.
Por lo tanto debemos interrogarnos sobre que políticas podrán reforzar las libertades publicas, para nuestra autonomía regional y capacidad de decisión; y si no ha llegado el momento de sumarnos a nuevas corrientes doctrinarias que postulen un mejor ordenamiento de nuestras desigualdades e injusticias sociales, que no nos deje a merced de los poderosos o simplemente de unos fundamentos divisionistas y erráticos.