Prometeo desencadenado

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Cuando en 1969 Neil Armstrong dio su primer paso en la luna, el presidente Kennedy declaró: One small step for man, one giant leap for mankind.  Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad.  El éxito de esa misión lunar en particular, materializó la ambición de que la casa de la humanidad no tenía por qué limitarse al planeta tierra.  

La humanidad desde que se interesó por estudiar y conocer la naturaleza adquirió conciencia sobre la posibilidad de su extinción.  La amenaza de una confrontación nuclear hizo bastante real este miedo en 1961 y 1962 (Muro de Berlín y Cuba respectivamente).  Se superaron las crisis pero no el miedo, que sigue ahí.  Hay que arreglar la casa Tierra y habilitar otras para salvar la especie.  

Los ambientalistas en su demente cruzada por salvar la Tierra han exitosamente presionado a los gobiernos en los países occidentales desarrollados para que socaven toda actividad económica e industrial percibida como atentatoria del medio ambiente.  Se han hecho acuerdos internacionales para reducir emisiones, y muchos países están intentando moverse a las energías alternativas para cumplir esas metas.  Pero no solo es el esfuerzo por remplazar los hidrocarburos por energías limpias, sino también políticas diseñadas para atacar el modelo capitalista, la producción, por considerar que esta es la real causa del problema.

El único problema, y grande por cierto, es que lo qué pretenden y están haciendo los ambientalistas se traduce en hambre, desempleo y muchos otros males y sin resolver el problema de fondo.  La solución termina siendo un problema peor que el problema inicial.  No se puede eliminar a media humanidad para supuestamente salvar la otra mitad.  

La virtud de algunas políticas ambientalistas es indiscutible y esas políticas son deseables no importa qué, pero insisto, estas no resuelven el problema de fondo.  Pertenezco a un grupo minoritario que cree que la solución al problema generado por la actividad humana en lo que corresponde al calentamiento global solo puede venir de la ciencia y no de la paranoia ambientalista ni de sus cruzados.  Parentéticamente, requiere mucho esfuerzo reconocer humanidad en esas mentes febriles, fanáticas y frágiles temerosas de todo y todos.

Quizás Kennedy jamás hubiera imaginado que algunas décadas más tarde el hombre le robaría el fuego a los dioses, cual Prometeo, sin salir de la Tierra, y que ese paso, sería un salto mucho más grande que haber alunizado.  El 13 de diciembre de este año, la secretaria de energía de los Estados Unidos le anunció al mundo que por primera vez crear y generar energía por medio de la fusión atómica está al alcance de la humanidad.

Las implicaciones de este avance de la ciencia y la tecnología son de la mayor importancia.  La primera consecuencia es tener acceso a una fuente de energía realmente limpia e infinita, lo que si solucionaría el problema ambiental de fondo pero sin sacrificar todo lo demás. 

Tiene una enorme consecuencia geopolítica.  Los días de la relevancia geopolítica de los productores de hidrocarburos están contados.  Deja en el aire a China que se soñaba dueña del siglo 21, y que apostándole juiciosamente a la agenda ecologista, ha monopolizado de gran parte de los minerales requeridos para la transición energética como está hoy concebida.  Quienes se frotaban las manos con el declive de los Estados Unidos deben estar rabiando.  Si algo queda claro es que con la fusión como motor de la economía, los Estados Unidos y sus aliados pueden reindustrializarse sin temor. 

Así las cosas, es de esperarse que se desate una carrera para ver quien primero viabiliza este gran avance, que es el que definirá la hegemonía geopolítica.  Será una carrera muy cerrada solo al alcance de los países más avanzados.  Lo importante es que la humanidad puede hoy soñar con un futuro mediato promisorio lejos de las profecías apocalípticas.