Maye, la figura sonriente del canto vallenato

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Nadie en mi muerte me honre con su llanto, que  andaré vivo en boca de la humanidad. Ennio

La Maye fue un diminutivo de Marina Arzuaga, la dama que el Maestro Rafael Escalona devotamente acogió como esposa, por esta gran matrona solo campearon la generosidad, la cordialidad, la nobleza, como toda una gran dama su rostro solo despejaba una atmósfera sonriente de nobles cantos que despertaron la inspiración del más grande de la canción vallenata, su conducta nunca dejó de ser resplandor de la bienaventuranza, la Maye fue millonaria en espíritu,  “con trajecito adornados con pajaritos, mariposas y flores, florecieron canciones que nada importaba “cruzar el rio Cesar para poderse acercar a ella y si el rio se llevara el puente, buscaba otra manera de verla porque para su cariño nada importaba un rio crecido”.

Por mandato de la naturaleza y Dios, se encuentra hoy “arriba de las estrellas donde está el reino de Dios” lugar que en una canción su esposo reflejó en unos de sus cantos inmortales.

Como todas las grandes mujeres no ocultó sus celos polvorosos que hasta deseó “quemar la frontera de Colombia y el Brasil” si su esposo lograra marcharse con una brasilera. 

 La Maye dejó este mundo el pasado 22 de diciembre. No dudamos a que el espacio que Dios apartó para ella, la reciba con bellos cánticos de alabanzas donde el mismo creador sonriente hará plausible su eterna llegada.

A los 91 años dejó de existir la bella creación de vallenato lírico, del vallenato enamorado, 91 años que tuvieron aspecto de inmortalidad, 91 años de ejemplo de vida moral, de prestigio evidente, 91 años de alta esplendor, 91 años de fecundo porvenir, 91años que brillaron como un relámpago y sólo el llamado del rector de las almas logró apagarla con su llamado a la eternidad.

Fue siempre una mujer callada cuyo silencio tuvo elocuencia nacional, su nombre fue conocido por todo el ámbito de las canciones vallenatas y sin prometérselo laboró las más conocidas canciones del ámbito vallenato.

De su vida hogareña tiene mucho que aprender las mujeres de hoy, su vivir de ciudadana tiene mucho que formarse la juventud, pues demostró siempre una cosecha de pulcritud, de esperanza y de diafanidad. Todas estas inefables herencias no pueden valorar en precio de oro ni de diamante que son un pobre signo para cotejarla. 

 Le enseñó al mundo, a tu pueblo y tu familia ejemplo de ser una afortunada sierva del creador, por todas esas grandes gratitudes la historia de “La paz” jamás se olvidará de tu nombre.

Desde la soledad y desde mi alma conmovida, sólo me resta decirle al creador: ten piedad de ella “Padre nuestro que estás en los cielos.”