Automedicación política

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



Familia colombiana que se respete se automedica. La automedicación parece ser no sólo algo común sino casi un deber.
La mía es un ejemplo de ello y hasta yo mismo a veces receto a cuanto personaje se me acerque con malestar. Hace un tiempo al hijo de una amiga le dio conjuntivitis y le mandé Maxitrol. Le dije: hay en gotas y en ungüento. A la semana me llamó aterrada. Que ese Maxitrol era bendito.

Un amigo también me contó un día que tenía dolores que, según él, estaban asociados al colon. Le mandé Trimebutina. Así, he llegado a recetar medicinas naturales y fármacos que de alguna manera ayudan a aliviar el dolor de los demás. Siempre me ha llamado la atención esa vocación de boticario que tienen mi mamá y mis tías abuelas.

Eso me parece rarísimo y más raro aún que yo, a estas alturas, sea un poco igual. Pero luego de pensarlo muchas veces, he llegado a la conclusión de que la razón por la que aparento saber de tantos medicamentos es porque he sido enfermizo desde que tengo uso de razón. Gracias a Dios nunca he sufrido de nada grave pero me ha dado de todo, desde una gripe básica hasta depresión y para cada una les tengo receta.

Sin embargo, aunque hay estudios que afirman que más del 54% de los colombianos se automedica, soy consciente de que esta no es una buena práctica y créanme que hago un gran esfuerzo por disminuirla y por no recomendarles nada a los demás. Me preguntan ahora y les digo que no sé, que “yo creo que”, que “yo he usado tal o cual pero que cada cuerpo es distinto”, que no me comprometo, aunque me rueguen. No señor. Les digo que mejor vayan al médico. Eso sí, ante un malestar estomacal sepan que el agua de orégano es bendita.

Pues pasa que estoy convencido una de las razones por las que la gente se automedica es porque es a veces mucho más efectivo y rápido que ir a la EPS a que los hagan esperar 8 horas para recetarles la misma Trimebutina que yo les recomendé, eso da rabia. Igual a lo que pasa en materia de salud pública y las heridas que aún padece, como las que se pretenden sanar con el rifirrafe que hoy tiene Cambio Radical y la U por la cartera de salud. Por un lado, la salida del último Ministro de Salud fue una lástima, pues hizo una gestión admirable de saneamiento financiero, pero por otro, es necesario pensar muy bien a quién se le asigna semejante responsabilidad nacional.

El asunto no es de poca monta y creo necesario que el análisis sobre ese nombramiento se haga mucho más público de lo que es. También sé que somos muy buenos para quejarnos de los problemas que tenemos pero poco contribuimos desde la opinión pública a poner en agenda la importancia de estos nombramientos que, en últimas, pueden definir en el corto plazo una continua mejoría en las políticas de salud o la muerte entera de un sistema que ya por sí solo es paquidérmico. En estos casos, la automedicación política puede ser nefasta.
De entrada les advierto que yo no receto en este tipo de casos. Por eso, valdría la pena preguntarse quién va a ser el médico que nos va a resolver esta nueva encrucijada.