Historias de Navidad

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La celebración de la Navidad como tal no es una tradición cristiana primitiva. En sus inicios era incluso objeto de burlas por parte de importantes sacerdotes, quienes consideraban pecado pagano celebrar el aniversario del hijo de Dios.

Los romanos, creyentes del "Sol Invictus", tomaron como fecha para su pleitesía el 25 de diciembre, y los primeros cristianos adoptan esa fecha como la del nacimiento de Jesucristo.

Desde 221, Sexto Julio Africano la popularizó como fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea en 325, la iglesia alejandrina ya había fijado ese día como el Díes nativitatis et epifaníae.

Con el fin de lograr que los romanos se convirtieran al cristianismo manteniendo esta festividad, el papa Julio I pidió en 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha, lo cual fue decretado por el papa Liberio en 354. Hacia 386, Juan Crisóstomo, en Antioquía, impulsó a la comunidad para unir la celebración del nacimiento de Cristo con el del 25 de diciembre, aunque parte de la comunidad ya guardaba ese día por lo menos desde diez años antes.

No es tampoco el árbol de navidad un elemento cristiano originalmente. En realidad, proviene de las leyendas germánicas. Creían ellos que el mundo y las estrellas pendían de un gigantesco árbol de fresno, el cual representaba también la vida por conservar su follaje en el duro invierno del norte de Europa.

El intento de los misioneros cristianos de erradicar esa tradición pagana fue inútil, tan arraigada estaba. Se afirma que San Bonifacio, observando que los germánicos celebraban por los días cercanos al nacimiento de Cristo el natalicio de Frey, dios del Sol y la fertilidad, unió ambas conmemoraciones adornando un árbol de pino, que simboliza el amor de Dios, con manzanas rojas y velas confiriéndole así una simbología cristiana.

La poma representaba la tentación y el pecado original; las velas, la luz salvadora de Cristo. Un verdadero sincretismo originado en el siglo VIII. En 1539, la Catedral de Estrasburgo arma el árbol de navidad primigenio, semejante a como lo conocemos hoy y, hacia el siglo XVII, en las casas se ponen de moda los arbolitos navideños, adornados con frutas, nueces y bolitas de papel. Esa costumbre se difunde por todo el continente y es traída inicialmente a América del Norte por los colonizadores de la época, de donde se expande a todo el continente.

El pesebre sí pertenece a las tradiciones cristianas medievales. Se atribuye a San Francisco de Asís, refugiado en una ermita de Greccio (Rieti, Italia) en 1223, la elaboración del primero inspirado en una lectura del evangelista San Lucas; reprodujo en vivo el nacimiento de Jesús, ayudado por los moradores del lugar. La idea se propaga rápidamente por Nápoles inicialmente y luego a toda Italia, después a España y de ahí a la Europa católica.

Todos eran representaciones en vivo del natalicio del Mesías. Hacia el siglo XV, en Nápoles hacen el primer pesebre como se conoce hoy, con figuras de barro. Carlos III de España y VII de Nápoles, los popularizó al ordenar el montaje de "belenes" por todo su reino. Los frailes españoles traen esta costumbre a la América católica entre los siglos XV y XVI, llevándola a todos los rincones del dominio hispano en este continente, haciendo las adaptaciones correspondientes a cada región.

En nuestro país se compite entre ciudades, casas, cuadras, centros comerciales y demás por el pesebre más grande o el más original. En Cali, por ejemplo, esperan la certificación Guinness del pesebre más grande del mundo, 18.000 m2 que recrean el pueblo de Belén. La escena bíblica compite con Monterrey, México, ciudad que ostenta el récord.

La cena navideña es otra costumbre de origen medieval. En realidad no era un día sino doce, que iban desde el 25 de diciembre hasta el 5 de enero, fecha esta en la que la "rosca de Reyes" era el plato principal. Carnes y manjares de toda especie y origen llegaban a las mesas de ricos y pobres, en la única ocasión en la que compartían de verdad, al menos los alimentos.

Hoy soberano de la Navidad, el pavo es de tardía aparición, aporte centroamericano como las papas y el tomate, que enriquecerían las cenas europeas de la Navidad. Para celebrar del nacimiento de Jesús, novenas y natividad se alegran con viandas de toda clase, según las costumbres regionales. En el interior del país, natillas y buñuelos reinan en las novenas de aguinaldos, mientras que por estos lados, deditos de queso, empanaditas y hayacas, entre muchos, son manjares que degustamos para estas calendas.

Y en la cena, cierre de las fiestas, las mesas tienen desde pavo y pernil de cerdo hasta pasteles de arroz, tan clásicos del Caribe colombiano, o los tamales del interior, pasando por ensaladas, arroces, frutas, tortas y muchas otras delicias.

Entre tanto, a quienes han tenido la paciencia de leer esta columna cada semana, les deseo de todo corazón una feliz celebración de la Natividad.



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