La poesía como expresión del alma

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero

Columna: Algo Más que Palabras

e-mail: corcoba@telefonica.net



Cada año, al despertar la primavera, parece que el alma nos llama a la poesía. Necesitamos expresar desde lo hondo de nosotros mismos, el abecedario que brota de lo invisible, la

expresión más profunda de lo que somos, los sentimientos más íntimos que deseamos y buscamos con develo. Es un tiempo de sueños, que son como flores abiertas a la vida, de aspiraciones que nos llevan a la cumbre de los deseos, de resplandor que nos transciende a paraísos olvidados y que proclama expresamente la liturgia del espíritu de la bondad. En el perenne gozo de la enigmática belleza anida la autenticidad, de la que estamos hambrientos, andamos demasiado afanados por llegar a otras cúspides que nada tienen que ver con el encuentro hacia el semejante. Hemos llegado a un clima de arrogancia que resulta realmente arduo abrazar lenguajes del corazón. Por consiguiente, la decisión de la Unesco de proclamar el día mundial de la poesía (21 de marzo) y de avivar lo poético como expresión profunda del espíritu humano, cuestiones adoptadas durante la treinta reunión celebrada en París en 1999, nos anima a pensar en la lírica como herramienta de unión y acercamiento.
Ciertamente, en la poesía están todas las emociones, todas las identidades creativas y todos los cánticos liberadores. Hay que volver a ella para hallarse consigo mismo y aproximarse a lo absoluto, para reencontrar la paz malgastada y borrar de la memoria amores que no son. Cada verso forma parte de nuestras vidas, que vivimos en relación, y es este espíritu de comunión el que nos engrandece como personas. No debemos olvidar que también la razón necesita ser sostenida en su búsqueda por una plática serena y una poética efectiva, como la amistad sincera. Las formas pueden cambiar pero el impulso de la conciencia ahí está, para imprimirnos la fuerza necesaria de un ser de bien. La ciudadanía no puede permanecer por mucho tiempo en una tensión permanente, precisamos de otros cultivos que nos permitan expresarnos de manera tan melódica como racional. Es hora de que aprendamos a mirarnos por dentro y a contemplar lo que nos circunda para entender nuestra particular vocación mística.
Hemos destrozado tantos poemas, que hasta el amor de ocuparse y preocuparse por el semejante, ha dejado de existir en nuestro caminar. Esto pasa por ser pésimos amantes del verso. A lo sumo somos adictos a la palabra fácil. Sea como fuere, cada vez más, nos movemos inseguros y con una carga de egoísmo que nos desgarra interiormente, hasta volvernos irreconocibles en la poesía que somos. Por desgracia, nos hemos degradado tanto que la esencia interior de la persona no se valora. En consecuencia, la poesía es más que nunca una exigencia, sobre todo para reivindicar derechos humanos disipados, así como para dar voz a sentimientos arrinconados y restaurar dignidades del aluvión de violencias y violaciones que sufren buena parte de la humanidad. Efectivamente, no hay otra manera de embellecer al mundo que cultivar la diversidad cultural a través del hondo lenguaje de la poesía del deber, esa musa que nos despierta y nos insta a tomar espíritu del camino que tenemos que recorrer.
Al fin, todos somos un poco visionarios o clarividentes, creadores de ensueños con ojos de niño, activistas de pasiones místicas, descubridores de imágenes irrepetibles, que lo son en discernimiento y que nacen como el sol de la mañana, de manera cristalina. Por desdicha, existe todavía una tendencia absurda a no valorar el papel del poeta, que es como negarse a no apreciar al mismo ser humano. Sería fundamental que estas etiquetas trasnochadas dejasen de tener fuerza en un mundo globalizado como el presente.
Sin duda, la poesía es un bien social a proteger, su buena salud va a depender de la evidencia con que sembremos y de la claridad con la que interpretemos esos caminos tomados. Por eso, la poesía es tan imprescindible como necesaria en la época actual, aunque sólo sea para poder respirar placenteramente y saber que existimos más allá de un número, con pensamientos renovados y libres de ataduras. En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino algo que se siente, tampoco es el horizonte que nos permite mirar, sino el cielo que nos insta a hallarse y a ser el poema que jamás se debió truncar, nuestra propia vida. Vivámosla a corazón primaveral, puesto que vivir ya es aprender a convivir.