Pienso que este mundo arde en llamas no solo por los conflictos armados y la crisis climática, sino también por las profundas desigualdades perpetuadas por un sistema que prioriza el capital sobre la vida.
En ese sentido, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, 305 millones de personas necesitarán ayuda vital en 2025, pero solo 190 millones recibirán el apoyo necesario. Esto lo veo como un reflejo que muestra al capitalismo como fracaso en garantizar al menos el mínimo vital.
Veo muy evidente que las crisis globales están íntimamente ligadas a un modelo económico que fomenta la acumulación desmedida de riqueza en manos de unos pocos. También que son muchos los países del mundo donde las guerras, la pobreza y el cambio climático se han combinado para despojar a millones de su derecho más básico: vivir con dignidad.
El capitalismo, en su forma actual, no solo ha normalizado la desigualdad, sino que también ha acelerado las crisis climáticas y sociales. Esto lo convierte en un sistema económico que no solo es insostenible, sino también incompatible con la idea de justicia global. Asimismo, tal como lo conocemos, ha demostrado ser incapaz de garantizar la dignidad humana.
Mientras tanto, la ayuda humanitaria, aunque necesaria, solo aborda los síntomas de un problema mucho más profundo. Pero, aunque es crucial en el corto plazo, no puede ser la solución definitiva. El informe de la ONU evidencia cómo la falta de recursos y la indiferencia limitan el alcance de estos esfuerzos. Estoy convencido que es inaceptable que, en pleno siglo XXI, la supervivencia de millones dependa de decisiones presupuestales de unos pocos países ricos.
Por ello, considero que es fundamental explorar soluciones estructurales que no solo mitiguen los efectos de estas crisis, sino que también ataquen sus raíces. Aquí es donde entra en juego la propuesta de un salario básico universal (SBU), una medida que garantizaría un ingreso mínimo para todos, sin importar su situación laboral.
En términos concretos, intuyo que el SBU representa una herramienta poderosa para combatir las desigualdades extremas y reparar el daño histórico causado por el capitalismo desmedido. Me arriesgo a creer que, al ser financiado mediante impuestos progresivos a las grandes fortunas, gravámenes sobre transacciones financieras internacionales y la eliminación de subsidios regresivos podría garantizar de se pueda vivir cdignamente.
En el caso de Colombia, esta medida sería especialmente transformadora. En un país donde más del 60% de la población trabaja en la informalidad no solo aliviaría la pobreza extrema, sino que también impulsaría la economía local y fortalecería el tejido social. Además, permitiría a millones salir de ella y enfocarse en oportunidades de desarrollo personal y profesional.
No obstante, su implementación no está exenta de desafíos. El principal obstáculo es la falta de voluntad política y el dominio de las élites económicas, que ven en este tipo de salario una amenaza a sus privilegios. Superar estas barreras requiere una ciudadanía organizada y gobiernos comprometidos con la justicia social.
Nuestro país, como muchos países de Latinoamérica, enfrenta una encrucijada. La pobreza, el desplazamiento forzado y la crisis climática han expuesto las fallas de un modelo que beneficia a unos pocos a costa de las mayorías. A pesar de esto, las políticas públicas siguen priorizando el crecimiento económico sobre el bienestar colectivo.
En Colombia, esta realidad es innegable. Las brechas sociales, la violencia estructural y la crisis ambiental exigen respuestas audaces y transformadoras. Por lo anterior, estimo que el salario básico universal no es solo una propuesta, es una necesidad urgente para reparar las heridas de un sistema que ha fallado sistemáticamente.
Por último, invito a preguntarnos: ¿podemos apostar por un cambio que garantice justicia para todos? La respuesta podría definir el futuro de un mundo que no puede seguir tolerando la indiferencia y la desigualdad. Estoy seguro de que es momento de poner la vida en el centro de todas las decisiones.