Remedios para la niñez

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado como inaceptable que cada año 1.000 millones de niños sean víctimas de violencia en diversas formas, como el abuso físico, el maltrato emocional, el castigo corporal o incluso la violencia sexual. Estas cifras no solo reflejan la magnitud del problema, sino que confrontan a la humanidad con una realidad desgarradora.

A esta alarmante situación se suma la crisis climática, una amenaza directa a los derechos de la infancia. Este fenómeno pone en riesgo la salud de los niños, el acceso a un planeta habitable y la posibilidad de un futuro digno. Como el sector más vulnerable de la población sufren las consecuencias de decisiones tomadas por los adultos. Esto no solo compromete sus condiciones de vida actuales, sino que siembra incertidumbre sobre el mundo que heredarán. 

La infancia, como etapa fundamental en el desarrollo humano, tiene derecho a crecer libre de violencia y miedo. Este derecho no es negociable ni puede estar sujeto a condiciones. Garantizarlo significa asegurar su bienestar físico, emocional y psicológico. Para lograrlo, la paz debe estar presente en todos los niveles: desde el hogar y las escuelas hasta las comunidades locales y los escenarios globales. Asimismo, la protección debe ser una prioridad constante, sin excepciones ni vacíos que permitan vulneraciones a su integridad.

Los pilares fundamentales para garantizar una infancia plena son claros: amor, paz, seguridad, educación, protección y entornos limpios. Estos valores no son solo aspiraciones abstractas, sino derechos esenciales que deben experimentar diariamente para asegurar su bienestar y desarrollo integral.

Ellos sueñan con un mundo en el que sus derechos sean respetados y puedan disfrutar plenamente de su infancia, libres de carencias y amenazas. Este anhelo se convierte en un llamado urgente a los adultos, una carta sincera de responsabilidad. Sin embargo, la realidad actual, marcada por guerras, cambio climático e inestabilidad económica, les sigue arrebatando a millones su derecho a un futuro digno. Estas problemáticas no solo destruyen su presente, sino que perpetúan ciclos de pobreza, desigualdad y violencia, comprometiendo su desarrollo y esperanza.

En este contexto, el principio del interés superior del menor emerge como un mandato jurídico y ético esencial. Este establece que en todas las decisiones, medidas o políticas que afecten a los niños, niñas y adolescentes debe prevalecer el reconocimiento, la protección y la garantía de sus derechos fundamentales por encima de cualquier otro interés. En Colombia, este principio adquirió un carácter vinculante con la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1991, mediante la Ley 12 de ese año. Su importancia se reforzó en la Constitución Política de 1991, especialmente en el artículo 44, que consagra los derechos de los niños como fundamentales y de cumplimiento prevalente. Posteriormente, el Código de Infancia y Adolescencia —Ley 1098 de 2006— consolidó este principio como eje rector de todas las actuaciones relacionadas con menores en los ámbitos público y privado.

Además, sus derechos están consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Este tratado internacional establece una amplia gama de derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos para todos los menores de 18 años. A ello se suman otros instrumentos internacionales, como la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, y normativas nacionales que refuerzan la protección de la infancia.

Para concluir, proteger a los niños de la violencia de los adultos es una obligación que debe ser asumida con total compromiso por los Estados, las sociedades y cada individuo. Si sospechas abuso, alza tu voz, denuncia y actúa. El silencio perpetúa el daño, mientras que la valentía de hablar puede marcar la diferencia entre el sufrimiento y la esperanza. Qué mueran de hambre no está en los cuentos ni en las fábulas. ¿Qué diría la OMS si reconociera que en Colombia la violencia viene desde los políticos corruptos que causan su muerte de desnutrición por física hambre?