El idilio

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co

Una vida idílica sin conflictos, una existencia tranquila y armoniosa, ha sido un sueño recurrente en la historia de la humanidad, desde los pastores en la edad de oro hasta las representaciones bucólicas en la literatura y la filosofía.

Este ideal, que Marx describe como un estado de pequeñez o limitación, representa el anhelo de una vida simple y autocomplaciente, sin grandes ambiciones ni tensiones. Pero este idilio choca con la realidad de un mundo en el que la disputa, el conflicto y la enemistad son inherentes a la condición humana y a las estructuras sociales, especialmente cuando los seres humanos están inmersos en la lucha por la supervivencia y el reconocimiento.

Shakespeare capturó brillantemente este choque entre el idilio y el conflicto en su obra Como gustéis, donde el bosque de las Ardenas sirve como un refugio temporal de la vida llena de tensiones y enfrentamientos sociales. Sin embargo, este respiro idílico termina abruptamente cuando el duque regresa de su exilio y se reintroduce en el ámbito social, lleno de conflictos y disputas.

Así, el autor, sugiere que por hermoso que sea, no puede sostenerse indefinidamente en el corazón de la sociedad. Este momento de reposo moral es breve, una pausa necesaria en la vida, pero siempre transitoria, pues la naturaleza humana tiende hacia el conflicto y la confrontación, como observó Maquiavelo al analizar el poder y las ambiciones humanas.

Desde una perspectiva filosófica, Michel de Montaigne reconoció que la enemistad y el conflicto no sólo son inevitables, sino también fundamentales para el crecimiento y el conocimiento. El conflicto empuja a los individuos a enfrentarse con realidades más grandes y complejas. De ahí que una vida verdaderamente idílica, sin confrontaciones, resulte insatisfactoria para el hombre no-limitado que, en palabras de Marx, busca ampliar sus horizontes, aunque esto conlleve fricciones.

La comparación entre sociedades menos conflictivas, como Islandia, Nueva Zelanda y Japón, y un país como Colombia resulta ilustrativa. Islandia y Nueva Zelanda logran altos niveles de cohesión social y paz a través de políticas de inclusión, estabilidad económica y justicia social. Japón, por su parte, mantiene una cultura de respeto mutuo y un sistema de justicia efectivo, que se traduce en una baja criminalidad y un ambiente ordenado. Estos países, se acercan a un estado de armonía social que muchos podrían considerar idílico, aunque en ningún caso se trate de una verdadera ausencia de conflictos.

Colombia, en contraste, destaca por una paradoja desconcertante: es uno de los países más felices del mundo según varios estudios, pero también uno de los más violentos. Celebraciones como el Día de la Madre y la Navidad, fechas que deberían ser de unión familiar y alegría, son a menudo las más violentas del año. Esta realidad muestra cómo la enemistad y la disputa no son fenómenos que puedan borrarse fácilmente mediante este ideal, sino que están arraigados en la cultura y en las estructuras sociales de un país que ha experimentado décadas de conflicto armado, desigualdad y problemas sociales no resueltos.

Entonces, ¿por qué persiste el deseo de un idilio? El anhelo de una vida sin conflictos surge no sólo como un rechazo a las grandes confrontaciones bélicas sino también como una huida de los conflictos cotidianos que desgastan y deshumanizan. Entonces, aunque efímero y quizás ilusorio, permite momentos de paz y reflexión que actúan como un reposo moral.  Estos momentos son necesarios, aunque breves, ya que incluso el hombre que busca el conocimiento y el cambio social necesita pausas para recargar su energía y volver a enfrentar los conflictos que inevitablemente surgirán.

Para concluir, aunque es un ideal deseable es inalcanzable como estado permanente. Claro que nos brinda momentos de paz, pero la vida humana, con sus aspiraciones, conflictos y complejidades, inevitablemente nos aleja de él. Como muestran las diferentes sociedades en el mundo, desde las más pacíficas hasta las más conflictivas, la disputa y la confrontación son esenciales para el crecimiento y la transformación.