Nicolás Maduro, tirano de Venezuela, podría ser incluido en una lista de líderes controvertidos que han sido acusados de comportamientos erráticos, de tener una visión distorsionada de la realidad o de ponerle trampas a la democracia.
Al igual que su predecesor presenta un culto a la personalidad, presentándose a sí mismo como el continuador de la Revolución Bolivariana y como el salvador del pueblo frente a lo que él considera existe una conspiración internacional en su contra. Por esto, ha sido criticado al hacer afirmaciones extravagantes y promover teorías de conspiración sin fundamento. En varios momentos ha culpado a factores externos, como la CIA o el imperialismo, de los problemas internos de Venezuela. En ese sentido, en 2017, afirmó que estaba siendo atacado por un dron durante un desfile militar pero los detalles no fueron claros.
A pesar de que no ha alcanzado el nivel de brutalidad de algunos dictadores históricos, su régimen ha utilizado la represión violenta para sofocar las protestas y silenciar a la oposición. Organismos internacionales, como la ONU y la OEA, han documentado violaciones de derechos humanos, detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos extrajudiciales.
Este personaje frecuentemente ha expresado una obsesión hacia sus opositores y ha promovido teorías de conspiración sobre intentos de derrocarlo. Ha acusado a figuras de la oposición, gobiernos extranjeros, a la prensa y hasta líderes militares de traición, lo que ha llevado a purgas dentro de las fuerzas armadas, el encarcelamiento de líderes opositores y el exilio del ganador de las recientes elecciones.
El colapso económico ha sido uno de los más graves en la historia moderna, con una hiperinflación desmesurada y una crisis humanitaria que ha llevado a millones de personas a abandonar el país. A pesar de esto ha insistido repetidamente en que la economía venezolana está en recuperación o que las dificultades se deben exclusivamente a sanciones extranjeras, ignorando las políticas económicas fallidas implementadas bajo su pésimo liderazgo económico.
El tirano ha consolidado un régimen autoritario, restringiendo la libertad de prensa y utilizando al Tribunal Supremo de Justicia, el poder judicial, el legislativo, el sistema electoral y la Asamblea Nacional Constituyente para desmantelar las instituciones democráticas. Ha resistido intentos de diálogo y reformas, manteniéndose en el poder a pesar de la presión internacional, perder las elecciones y el rechazo interno.
Bajo su mandato se ha experimentado una de las peores crisis económicas y humanitarias de su historia. La pobreza extrema, el colapso de los servicios básicos, la falta de alimentos y medicinas, y la migración masiva de venezolanos son resultados directos de la gestión de su gobierno. Aunque insiste en que las sanciones internacionales son las responsables, la mayoría de los economistas y analistas apuntan a las políticas internas como las principales causas del colapso.
Adicionalmente, ha continuado promoviendo el socialismo del siglo XXI. Su visión de Venezuela como una nación en resistencia contra el imperialismo ha llevado a políticas económicas estatistas que han empeorado la situación. La combinación de su insistencia en una narrativa conspirativa y su rechazo a cualquier tipo de reforma económica ha sido vista por muchos como una desconexión de la actualidad.
En síntesis, su gobierno que ha sido acusado de violaciones sistemáticas de derechos humanos, y su incapacidad o negativa a enfrentar la situación económica, ha tenido efectos devastadores para millones de personas. Y, ha mostrado rasgos de paranoia, megalomanía, y una tendencia a desestimar la realidad en favor de teorías conspirativas y narrativas de grandeza.
Para concluir, sus decisiones y discursos han llevado a muchos a criticar su falta de contacto con la verdad y su persistente negación de la crisis que atraviesa el país. Su gestión ha aislado a Venezuela en gran medida en la escena internacional debido en parte por su alineación con países como Rusia, China e Irán. Se ha distanciado de la mayoría de los países de América Latina, que no reconocen su legitimidad y han condenado sus maniobras tramposas a la democracia.