La ciencia, la investigación y la educación, dos pilares fundamentales de cualquier sociedad están inmersos en una crisis estructural que afecta no solo la manera en que comprendemos la realidad, sino también la forma en que desarrollamos conocimiento para enfrentar los retos del mundo actual.
De hecho, a lo largo de la historia, los sistemas educativos y los paradigmas de investigación han sido guiados por modelos cuantitativos que, si bien han permitido importantes avances, han ignorado las complejidades subjetivas y sociales que definen nuestra realidad. Este enfoque no solo es limitado, sino que ha llevado a que la ciencia y la educación se distancien de las necesidades concretas de las personas.
Ahora bien, en el ámbito educativo, la carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos a mediados del siglo XX es un caso emblemático que ilustra cómo los sistemas educativos pueden quedar rezagados cuando se basan en paradigmas inadecuados. Mientras los soviéticos avanzaban en la exploración espacial, con hitos como el lanzamiento de Laika y el vuelo de Yuri Gagarin, los estadounidenses culparon su sistema educativo y, en particular, la evaluación cuantitativa que primaba en sus escuelas. Este modelo, enfocado en la medición de resultados estandarizados, no permitía identificar ni corregir errores en el proceso educativo a tiempo. Como consecuencia, se adoptaron enfoques más cualitativos que a la larga contribuyeron a que Estados Unidos ganara la carrera espacial al poner al primer hombre en la Luna.
Mientras tanto, este ejemplo histórico resalta la importancia de una evaluación educativa que no solo mida resultados finales, sino que también considere los procesos, las interacciones y las particularidades de los estudiantes. A pesar de ello, en Colombia el sistema educativo sigue atrapado en la lógica del paradigma cuantitativo, tal como lo evidencian exámenes estandarizados como el Icfes, Saber Pro y las pruebas internacionales como Pisa. Estas evaluaciones, promovidas por organismos internacionales como el Banco Mundial y la OCDE, condicionan la enseñanza y perpetúan una visión reduccionista del aprendizaje, en la cual lo que importa es solo lo que puede medirse.
En paralelo, el campo de la investigación científica enfrenta problemas similares. Como bien se expone en el libro Más allá del dilema de los métodos, La investigación en las ciencias sociales, de las investigadoras Elssy Bonilla Castro y Penélope Rodriguez Sehk, las ciencias sociales han seguido el camino trazado por las ciencias naturales, adoptando una mentalidad cuantitativa que ignora las dimensiones subjetivas de lo social. La obsesión por medir, cuantificar y generar datos numéricos ha llevado a la creación de grandes sistemas teóricos que buscan explicar la realidad social desde un enfoque abstracto y alejado de las experiencias concretas de las personas. Este enfoque, si bien tiene su valor en ciertos contextos, ha distorsionado el conocimiento de problemas complejos como la pobreza y el desarrollo, al ignorar las dinámicas subjetivas y de poder que los atraviesan.
Afirman las autoras que el problema radica en que la realidad social es, en esencia, un fenómeno objetivo y subjetivo. No podemos conocerla adecuadamente si solo consideramos sus aspectos cuantificables, como lo hacen muchos estudios actuales. Necesitamos integrar métodos cualitativos que nos permitan comprender la subjetividad, las experiencias de vida y los significados que las personas atribuyen a sus acciones y relaciones. De lo contrario, estaremos condenados a producir un conocimiento parcial y, en muchos casos, irrelevante para transformar las realidades que estudiamos.
Para concluir, la situación en Colombia es particularmente crítica. Mientras los gobiernos recortan permanentemente el presupuesto para la ciencia, las universidades se llenan de investigaciones y estudios de opción de grado que nadie lee y que podrían ofrecer soluciones profundas a los problemas del país, pero quedan relegadas al olvido. Por otra parte, los proyectos más cuantificables, los que producen datos estadísticos y gráficos impresionantes, reciben todos los recursos y la atención. Esto no solo perpetúa la desigualdad en la producción de conocimiento, sino que también limita nuestra capacidad para generar cambios significativos en nuestra sociedad.