Un salvadoreño indómito

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El 13 de marzo de 1958 un extraterrestre se materializó en este planeta; nacía en El Salvador el más grande futbolista no sólo de ese país sino de Centroamérica y uno de los mejores del mundo, Jorge González.

Inicia su vida deportiva profesional en su país; una actuación sobrenatural el valió el apodo que lo acompañó siempre: El Mágico. Su calidad deportiva fue el motor que llevó a la selección absoluta de su país a participar en el mundial de España 82. Tras la brillante actuación en esas eliminatorias, varios clubes se interesaron en sus servicios. Los representantes del PSG llegaron a El Salvador en cumplimiento de una cita acordada con anticipación; cuatro horas de espera y El Mágico no apareció. Los franceses, molestos con el jugador, desistieron del fichaje. “Seguramente estaba durmiendo la siesta”, dijo a manera de explicación. Nunca cambió sus prioridades: mujeres, siesta y fútbol, aderezadas por la farra nocturna.

El Salvador fue el trompo de poner en el grupo 3 del Mundial de 1982, y cayó vapuleado por Hungría, Argentina y Bélgica. Italia, campeón yendo de menos a más, una fabulosa selección brasilera, Diego Maradona como astro en ascenso y este irreverente jovenzuelo salvadoreño concentraron los reflectores. De las ofertas recibidas después del Mundial, Jorge se inclinó por el Cádiz; allí le toleraban sus aficiones, las indisciplinas y la amistad con “El Camarón de la Isla” que le llevaba a dormir de madrugada; terminaba la noche en Casa Manteca. Era un andaluz de corazón, y Cádiz le había adoptado como suyo. Las multas por indisciplina eran crecientes, pero el salvadoreño hacía caso omiso. Humilde y noble, no era apegado al dinero. Su desempeño en el campo fue extraordinario, pero un sector de la prensa y de la afición criticaba esa contemplación con el caribeño. “No me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Sólo juego por divertirme”, afirmó en una ocasión. Por sus destrezas lo comparaban con Pelé, Maradona y Cruyff. Aun en momentos de abulia, con una genialidad suya el equipo marcaba un tanto o triunfaba.

La vida disoluta le pasó factura; Cádiz descendió tras haber ascendido, los técnicos estaban aburridos, la afición cansada, y el club vio la oportunidad de transferirlo. Instado por Maradona, Jorge viaja con el Barcelona a una gira por los Estados Unidos en la primavera de 1984; no fichó con los catalanes. Cuando sonó la alarma de incendios del hotel, el salvadoreño prefirió quedarse en su habitación con una mujer. Valladolid le recibió. Ni la ciudad ni el excesivo control agradaron al “Mágico”. Regresa a Centroamérica, errante y sin alegría; dos años después a su amado Cádiz. La afición le recibe jubilosa, al salvadoreño le vuelve el alma al cuerpo, y el equipo gaditano asciende nuevamente. Pero ahora cambian las condiciones del contrato; recibiría USD 700 por partido jugado. Con un desempeño irregular durante esa temporada, intentaron sin éxito transferirlo al Atalanta, pero sigue en el club gaditano hasta 1991, cuando su peor desempeño en Cádiz lo sienta en la banca. Sin embargo, le despidieron con honores. Un episodio había marcado su declive deportivo: acusado por intento de violación, sale indemne pero afectado futbolísticamente.


Regresa a su país, donde juega hasta el año 2000. Tras su retiro, es inscrito como segundo entrenador en el Houston Dynamo, y prosigue en 2011 como asistente técnico de la selección salvadoreña. En 2018 intentaron reincorporarlo al Cádiz en el banco técnico, pero esta vez eligió quedarse en su país. Entre muchos homenajes, le dedicaron una obra de teatro, “San Mago, patrón del estadio”. El estadio nacional salvadoreño fue rebautizado con su nombre. Diego dijo: “Es mucho mejor que Maradona. Yo vengo del planeta Tierra; él es de otra galaxia”.


Apostilla: ¿Cuántos “Mágicos” colombianos habremos perdido? La formación deportiva incluye los aspectos mentales necesarios para la adaptación a otras culturas y gran disciplina para mantenerse en la cima. Pero casos hemos visto.