Dinosaurios tecnológicos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



¿Qué será de ese viejo Betamax o aquel VHS con los que veíamos películas borrosas a color, cuyo limitado control remoto se conectaba al aparato con extenso cable? ¿Recuerdas las cámaras de fotografía con costosos rollos de celulosa que tocaba llevar a revelar y que no siempre salían bien? ¿Hiciste llamadas en teléfonos públicos? ¿Te llegaban marconis y cartas manuscritas? ¿Recibías mensajes en tu bíper? ¿Usaste disquetes para almacenar información surgida de tu computadora? ¿Tienes colección de discos de acetato y casetes?

Recuerdos muy lejanos me llevan al hotel del abuelo Ernesto, que a la entrada exhibía entre otras cosas una nevera a gas y un teléfono de manija que se conectaba con una central telefónica operada por mujeres encargadas de enlazar a las personas; ellas sabían con quién, cuándo y cuánto tiempo conversaban los abonados. Hasta hace poco, aún no estaba totalmente desarrollada la ahora casi extinta telefonía fija, la electrónica era exótica y costosa, las reglas de cálculo reinaban en las operaciones matemáticas y las tablas de logaritmos impresas en pequeños libros eran de obligatoria consulta. La música provenía de radios a transistor y casetes; se escuchaba también en Walkman, después en Discman y posteriormente en mp3. La televisión en blanco y negro se disfrutaba en televisores de tubos incandescentes que regulaban la energía entregada a un tubo catódico al vacío; inicialmente la señal operaba 6 horas al día en un solo canal. Los números telefónicos se marcaban mediante un disco giratorio de 10 números, del 0 al 9, con el cual se podía establecer la comunicación a otras terminales fijas.

La tecnología moderna se produce a velocidades increíbles; la rápida sustitución de los recién surgidos dispositivos los vuelve obsoletos en pocos años. Aquello que nos parecía imprescindible e insustituible hoy hace parte de recuerdos y museos: el telefax, las computadoras con memoria y programas grabados en cinta magnética y después en disquetes, los tocadiscos, retroproyectores y proyectores de diapositivas usados para las conferencias, las guías telefónicas y páginas amarillas, dictáfonos y máquinas de escribir mecánicas y eléctricas, de esfera o margarita, el primer internet y los módems análogos de acceso telefónico para conectar computadoras, las impresoras de matriz de punto. Nintendo y Gameboy reinaban entre los videojuegos; filmadoras y videograbadoras, proyectores y Polaroid dominaban el cine y la fotografía. Todo esto y otros objetos más fueron el sumun tecnológico durante pocos años: hoy avasallan las computadoras portátiles, muy potentes y con infinitas posibilidades, y los teléfonos celulares igual de multifuncionales: lo utilizamos para enviar y recibir mensajes o documentos, tomar fotografías de alta resolución, grabar vídeos, jugar o apostar en línea, sostener conversaciones, realizar transacciones bancarias, etc., incluso para telefonía.

El GPS, que sustituyó a los mapas de papel, ha sido relegado por los programas de navegación preinstalados en los autos y en los celulares; los carros tienen numerosas ayudas “invisibles” que les confieren seguridad antes impensable. Las portentosas enciclopedias ocupan cajas en los desvanes o sirven para llenar espacios en las bibliotecas; el “doctor Google” lo sabe todo al instante y en tiempo real. Revistas y periódicos se leen en celulares, tabletas o computadoras; algoritmos estructurados buscan las noticias de nuestro interés. Las neveras inteligentes avisan a nuestros dispositivos las cantidades de lo que hay en ellas y cuando es hora de consumirlos o botarlos. Los nuevos televisores multitarea se conectan a internet por comando de voz; música, videos en altísima definición (8K), juegos, información, etc. Los bots responden los mensajes más frecuentes de los chats empresariales y, en muchos caos, resuelven problemas sin intervención humana.

La tecnología irrumpió en la medicina, abriendo posibilidades increíbles en cada rama. De hecho, gracias a ella, emergieron nuevas especialidades jamás imaginadas. En los hogares, básculas metabólicas, cocinas programables, alarmas y cámaras inteligentes en edificaciones ingeniosas han desplazado a muchos trabajadores en cierto tipo de tareas hacia otras áreas o, sencillamente, al desempleo. ¿Qué nos depara el futuro?


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