Escrito por:
Hernando Pacific Gnecco
Columna: Coloquios y Apostillas
e-mail: hernando_pacific@hotmail.com
En contraste con la realeza británica, la familia real española sí que ha disfrutado de la gastronomía local y la foránea. En los establecimientos que visitan en su país, visibles letreros grabados en baldosines cerámicos anuncian que los reyes han comido allí; casi siempre, restaurantes antiguos o reconocidos bares de tapas. Las fotos autografiadas de la familia real con los propietarios adornan esos lugares. España se caracteriza por una reconocida y variada gastronomía, y ningún habitante del país o visitante escapa a ella.
Cuando los reyes de España han visitado estas antiguas colonias, se permiten digresiones gastronómicas en los agasajos oficiales. En 2009, Leo Espinosa atendió el convite a la familia real con un menú inédito, banquete a la altura de la célebre cocinera cartagenera que incluyó insumos colombianos poco habituales que en sus manos alcanzaron dimensiones asombrosas. El año pasado, el ungido para atender a Felipe VI fue Alex Quessep, merecido referente de nuestra gastronomía; esta vez, el almuerzo tuvo sabor caribeño con ingredientes propios de la región como protagonistas: queso blanco, yuca, coco, pescado y hasta la prosaica hoja de col, preparados con una espléndida estética y maestría culinaria gracias a su singular talento. Felipe, con mundana curiosidad, después apareció de incógnito en Manuel Cocina, donde degustó sin restricciones la gastronomía de los Montes de María, magistralmente preparada por Manuel Mendoza.
Pero ese goce mundano, ese roce con las cocinas tradicionales, ese placer de comer por fuera desaparece ante la inflexibilidad gastronómica de la reina Letizia; la salud por encima del placer, dice, y eso cobija a toda la familia real. Por ejemplo, nada de alimentos ultraprocesados, congelados o panadería industrial. La carne de res, solo tres veces por mes; una ración de huevos rotos cada 4 semanas, siempre precedida de ensalada fresca. Pizza, jamás; la pasta italiana solo aparece 2 veces por mes en las mesas de La Zarzuela; están muy limitados productos como la salsa de tomates envasada, los azúcares, legumbres, harinas, arroces y pan.
Las bebidas se limitan al agua y algunos jugos de frutas; el alcohol prácticamente no se escancia en sus copas, excepto un poco de sidra cuando Asturias es el destino del viaje real. Imposible encontrar gaseosas o café en la despensa real; rara vez hay postres; a cambio hay yogur natural y frutas, excepto naranja, banano, uvas o mango. La pregunta del millón: ¿Qué comen? Esencialmente verduras y frutas, pescado y aves guisados o a la plancha. Su alimentación diaria se rige por la dieta Perricone combinada con la mediterránea. En el colegio, las infantas reciben una alimentación similar, donde los fritos y rebozados están vedados. ¿Se pierden de las madrileñas croquetas, los churros con chocolate caliente o las frituras andaluzas?
Ahora se entiende por qué los reyes de España gustan de viajar, aún cuando sus actividades oficiales casi inútiles: el buen yantar en España está por fuera de los comedores reales. Con tantas restricciones palaciegas, eso de “comer como reyes” no resulta tan envidiable por estos tiempos.