Desde España, Land Rover Santana

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Land Rover era quizás el todoterreno más avanzado en la década de los 50. Pero el mercado norteamericano se resistía a recibir al campero británico invocando la legislación ambiental. Los ingleses exploraron otros mercados en busca de clientes más allá del Commonwealth; el mundo hispanoamericano, África y Oriente Medio podrían requerir del todoterreno británico. Juntaron la obligación de abrir esos mercados con España como punta de lanza y la necesidad de España de promover la industria vehicular en el país. El dictador Franco proponía impuestos elevados a los coches importados y beneficios tributarios a los fabricantes que se instalasen en la península. Los británicos ponen pica en España y se lanzan a conquistar nuevos compradores. Solihull ya era insuficiente y necesitaba de otras fábricas estratégicamente situadas fuera del Reino Unido.

Los olivares de Jaén fueron el telón de fondo para una factoría montada en la Hacienda Santana, del municipio de Linares. 1958 marcó el inicio de los primeros Land Rover españoles que adoptaron el apellido de la finca, recientemente transformada en una fábrica de maquinaria agrícola. El acuerdo obligaba a usar progresivamente autopartes fabricadas en España desde un 75% hasta un mínimo de un 95% en pocos años. Los primeros motores instalados fueron de 4 cilindros, 2 litros diésel y 2,25 a gasolina con CKD de origen inglés. Tracción total en las 4 ruedas desconectable y reductora eran el complemento mecánico a la caja de 4 marchas. Los primeros Santana fueron dedicados casi exclusivamente al uso estatal: militar, policial y civil, como ambulancias o bomberos. Fueron publicidad para los civiles quienes vieron en ellos vehículos recios y confiables, y pronto empezaron a comprarlos.

Mientras Colombia se llenaba de Jeep Willys, el Land Rover no era tan apreciado por estos lares. El campero estadounidense se vendía mucho mejor gracias a su temprana y amplia difusión en la posguerra, la facilidad de obtener repuestos y la cercanía a los Estados Unidos. No obstante, nuestras calles samarias vieron rodar algunos Land Rover y unos pocos Santana. Pero varios países se habían lanzado a fabricar todoterrenos y con ellos llega la competencia: camperos de distintas procedencias. De la misma Inglaterra llegaron algunos Austin, inspirados en el Land Rover, y posteriormente ensamblados en Colombia. De Japón procedían los Toyota Land Cruiser y Nissan Patrol, que se hicieron muy populares; todavía transitan incólumes por todo el país. La Unión Soviética respondió con los GAZ 69 rusos y después con los Lada Niva, de origen Fiat, una bestia revolucionaria del segmento. Estados Unidos presentó la Ford Bronco y otras marcas y modelos, incluso algunos de origen asiático.

En España se fabricaron Santana cortos y largos, descapotables o de techo duro, camionetas, furgonetas y combi. Para 1977 encajan motores de 6 cilindros, haciendo necesario avanzar la parrilla delantera hasta alinearse con los guardafangos, que ahora alojaban las luces frontales. Diez años más tarde, la crisis toca nuevamente a las puertas de Land Rover; los ingleses rompen unilateralmente el acuerdo con los españoles, sumiendo en problemas a Santana (así pasó a llamarse la marca hispana). Para sobrevivir acuden a Suzuki, que fabrica sus propios productos con el nombre Santana. La Junta de Andalucía les compra la fábrica a los japoneses. El modelo Aníbal es un intento poco exitoso de regresar al sendero original; el ejército español intenta ayudar comprando la producción, desactualizada, pero el coche era poco fiable y peligroso, por lo cual se suspende la producción en 2011, y poco después se cierra la fábrica definitivamente. Dicen que los auxilios del gobierno, 36 millones de euros, asignados para rescatar la producción, nunca llegaron a su destino. En España se ven todavía Santana dedicados a labores agrícolas y algunos en manos de coleccionistas.

Apostilla. Colombia tiene los peajes más costosos del mundo por kilómetro recorrido, con el caramelo de algunas excelentes carreteras combinadas con otras que, por su deplorable estado, no merecen el pago de un solo peso.