Diplomacia en crisis

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



¿Entregaría usted la dirección de un equipo deportivo de élite a un aficionado? ¿Se dejaría operar del corazón por un estudiante de medicina de primer año? Me adelanto; yo tampoco.

Hace muchos años fui delegado por el gobierno de Colombia para un trabajo de armonización de legislaciones sanitarias entre los cinco países que en ese entonces conformaban la Comunidad Andina de Naciones. Para negociar debida y favorablemente en Lima (Perú) se conformaron equipos de trabajo en los cuales había abogados, diplomáticos, negociadores y técnicos. Sosteníamos reuniones previas con tiempo suficiente previendo diversos escenarios durante los debates, revisando la normativa colombiana y la andina, los intereses específicos de cada país, los equipos negociadores y un sinfín de asuntos pertinentes; todos aprendíamos de los demás y nuestra preparación era impecable. De hecho, luego de varias reuniones, el documento final era muy conveniente para Colombia. A punto de firmar, una orden de nuestro Ministerio de Comercio Exterior echó a la basura ese trabajo de dos años; se rompieron las negociaciones.

La diplomacia colombiana de tiempos recientes se caracteriza por su inefable torpeza. Para los tiempos de Ernesto Samper, apenas teníamos relaciones internacionales con países tercermundistas; nuestro pasaporte era mirado con desprecio, cuando no rechazado. La reconstrucción que reinició Andrés Pastrana rindió frutos; posteriormente, durante el gobierno de Álvaro Uribe hubo más acercamiento hacia Estados Unidos, desdeñando a otros países importantes para Colombia, llegando incluso a un peligroso calentamiento de las relaciones con Ecuador y Venezuela. Juan Manuel Santos intentó recomponer la diplomacia, con resultados favorables. Iván Duque ha regresado a tiempos idos.

Cuando los nombramientos de funcionarios diplomáticos obedecen al pago de favores, a cuotas políticas o al refugio de personas que deben alejarse de la vida nacional, los resultados son previsiblemente catastróficos. Sucede inclusive cuando funcionarios ajenos al servicio exterior se pronuncian acerca de las relaciones internacionales: improvisación, decisiones equivocadas y, hasta posturas sectarias. Algunos episodios recientes así lo demuestran. Más todavía, la permanencia en el cargo de diplomáticos con graves denuncias es otra muestra de impericia.

Son distintas las políticas de estado a las de gobierno. Las primeras deben producto de consensos entre los gobernantes, los partidos políticos y distintos estamentos sociales buscando el interés general; deben defenderse independientemente de quienes gobiernen. Las segundas dependen de la ideología política y el talante del mandatario, pero jamás deben estar por encima de las primeras y, mucho menos, imponerse forzadamente, como hemos visto recientemente, cuando se han colocado incluso por encima de la Constitución y las leyes colombianas, irrespetando de paso tratados internacionales. Por ejemplo, para declarar enemigo a un país (lo que conlleva a guerras), debe decidirlo el congreso de la república, no un ministro de estado. Los constantes rechazos gubernamentales a los pronunciamientos de legítimas autoridades supranacionales acerca del manejo de las manifestaciones y alteraciones del orden público son muestra de la ceguera gubernamental.

La más reciente gira del presidente Duque estuvo plagada de torpezas mayúsculas, que motivaron editoriales a montón ocasionados por las fricciones que se generaron. La absurda intromisión en las elecciones estadounidenses muestra el carácter provinciano y parroquial de las relaciones con el país norteamericano; Duque es el único presidente de un gobierno aliado que no ha sido recibido por su contraparte, Joe Biden.

La tapa (todo puede empeorar, según determina la Ley de Murphy) fue la reciente salida en falso de la policía de Tuluá, con una representación de la ideología nazi. El repudio internacional no se hizo esperar: al unísono, los gobiernos de Israel y Alemania deploraron los inexplicables hechos; más dura fue la declaración el embajador de los Estados Unidos en Colombia. Ninguna explicación es suficiente, dijo. Tarde reacciona el gobierno anunciando que rodarán cabezas; ¿funcionarios de menor rango para intentar calmar a la galería? Es menester desarrollar políticas de estado, nombrar funcionarios de carrera para cargos diplomáticos, y capacitar a todos los funcionarios del estado en historia y derechos humanos, mínimamente.