Una ganadora, un triunfador

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La tensión reinaba, y Natalia Jiménez tenía sobre sus hombros una difícil decisión; al final su laudo señaló como finalista de la Voz Senior a María Nelfi Duque. Pero, para muchos, Alfredo Borrego fue el gran triunfador. María Nelfi capturó los sentimientos público y jurado; se inclinaba el corazón hacia esa abuelita que exhibió un enorme talento matizado con una difícil historia de vida por la que atraviesa. Un cheque de $ 250 millones condecoró su victoria tras una brillante actuación.

Mientras tanto, Alfredo, in crescendo desde la audición a ciegas hasta la semifinal, desplegaba su repertorio de técnicas vocales con un depurado manejo del escenario, y mucha soltura con una canción que resulta difícil entonar con limpieza y brillo: El Triste, aquella pieza de Roberto Cantoral que José José interpretó con maestría en 1970 durante la final del Festival de la Canción Latina en la ciudad de México; la ganadora fue la brasileña Cláudya, con su “Canção de amor e paz” que cautivó al jurado. El Príncipe de la Canción, tercer puesto por detrás de la venezolana Mirla Castellanos, fue el verdadero triunfador. Ovacionado apoteósicamente por el público presente, tuvo una fulgurante carrera que terminó como empezó: triste. Personalmente creo que Alfredo debió pasar a la final. Sin ser ducho en las artes del canto, vi un fascinante equilibrio entre la técnica vocal y el libre belcantismo italiano, preciosa conjugación en la voz del samario en un impecable manejo de su voz.

Destaco también la actuación de Álvaro González, el samario de ébano de rutilante trayectoria artística quien, a pesar de su prematura eliminación, mostró su reconocido talento con esa potente voz que maneja con ductilidad, reconocido por el cuerpo de jurados; pudo suceder que el inicio con tonos graves haya restado brillo a su gran actuación. De nada valen los elogios de los jueces si la decisión es ajena a los méritos demostrados. Álvaro es otro triunfador.

Estos magníficos cantantes son producto de la más brillante época cultural de Santa Marta, cuando la Sociedad Amigos del Arte del Magdalena desarrolló una labor hasta ahora no igualada: la Revista Pro Arte dirigida por Jenaro Jiménez Nieto se engalanaba con la presencia en su Comité Editorial con las plumas de Gabo y el Nene Cepeda; Martha Traba y Pedro Restrepo eran jurados de los salones de pintura; los Niños Cantores de Viena y la Orquesta Sinfónica de Viena se presentaron en la tarima del Teatro Santa Marta, obra del reconocido arquitecto cubano Manuel Carrerá, traído por Don Pepe Vives; Berta Singerman declamó en ese mismo entablado; el Cine Club mostraba cintas prohibidas por la solapada censura eclesial y política reinantes; la Voz de Santa Marta pregonaba la Hora Cultura de los domingos a las 10 am, desarrollada por Orlando Alarcón Montero y Hernando Pacific Robles, grandes gestores de esa Sociedad en la que muchos magdalenenses entregaron a la ciudad y el departamento todos su bagaje cultural. Son tantos personajes ilustres que sería injusto dejar por fuera a alguno de ellos; merecen nota aparte.

Una gestión fundamental de la Sociedad fue el Festival Estudiantil de la Canción, que se desarrollaba en el paraninfo del Liceo Celedón. Muchos talentosos artistas desfilaron por allí demostrando dotes impresionantes. No todos podían ganar, pero muchos triunfaron. Además de Alfredo y Álvaro, recuerdo particularmente a Farid Salja, el Jalle (Khaye, en lengua árabe), Clifford Bonilla, Mario Mendoza, el Pompo Jacquin, Ximena de Colombia, los Zawady (Amed, William, Miladis y Mary, entre muchos), Patricia “Pecos” Durán, Luis Coquies, Rolando Sánchez, Cecilia Almanza, Abel Gracia… Muchos artistas y demasiado caletre. Algunos siguieron una destacada carrera artística.

Rejuvenecido, Apello Borrego, como lo conocemos, tiene el camino abierto y el futuro musical despejado nuevamente. Como José José, empieza una nueva vida musical al lado de su adorada Mary Zawady. Este reverdecer de Apello es el mejor homenaje posible a nuestro amigo William Zawady, el Jalle Mono, trascendido prematuramente.