Mujeres guerreras – IV

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La historia contada por plumas masculinas pocas veces narra la importancia de las mujeres en episodios transcendentales; incluso, la oculta. La República del Paraguay tiene una deuda enorme con ellas; casi 3 años duró el conflicto por el Chaco Boreal, un embrollo en el que Bolivia reclamaba para sí la parte paraguaya.
Las mujeres guaraníes, llamadas madrinas, elaboraron enseres para los soldados, actuaron como enfermeras, lavanderas, cocineras y empuñaron fusiles, machetes, azadas y palos para repeler a las tropas bolivianas. Otras se quedaron realizando labores masculinas para aprovisionar al ejército desde la retaguardia. Sin ellas, el Chaco estuviera regido desde la ciudad de Sucre.

Merece homenaje María Concepción Loperena de Fernández de Castro, esa valiente vallenata que, siendo su padre militar y funcionario español en Santa Marta, enfrentó a la corona española. Con Manuel Rodríguez Torices generó el ambiente independentista en 1812; proclamó el acta de independencia en 1813. Liberó a todos sus esclavos y entregó 300 animales entre caballos y mulas a la causa libertaria. En 1818, Pedro Ruiz, gobernador de Santa Marta, ordenó arrestarla; no la encontraron, pero le confiscaron sus bienes, que le devolvieron 3 años después. Es pionera de la educación en Valledupar; la historia y su testamento lo hacen constar. Cuando fallece, la ciudad suspendió las fiestas decembrinas, su cuerpo fue cubierto con la bandera de la República de la Nueva Granada y, tanto el Estado Soberano del Magdalena como el congreso emitieron merecidos decretos en su honor.

Los gobiernos de Colombia se han especializado en regalar el territorio nacional: casi la mitad de lo que había al obtener la independencia. Una de las pocas ocasiones en que sí se defendió nuestro suelo fue en la guerra colombo-peruana de 1933. Para financiar ese conflicto, ante una situación de precariedad financiera y la carencia de recursos para afrontarla, el presupuesto bélico se multiplicó por 6, pasando a ser el 3% del PIB. Todavía insuficiente para guerrear, el presidente Olaya Herrera no autorizó la retoma de Leticia; las mujeres colombianas se desprendieron de sus joyas y se financió la incursión aérea con aviones de la SCADTA, y pilotos alemanes y colombianos comandados por el coronel Herbert Boy. Finalmente, los peruanos son expulsados y la capital del Amazonas quedó en poder de Colombia, hasta cuando algún gobierno decida regalarla.

Para que tenga valor, el verdadero arte debe ser incómodo, disruptivo, crítico. Desde las artes, algunas mujeres colombianas han plasmado las inaceptables situaciones sociales que nos aquejan desde siempre. Deborah Arango, considerada por muchos la artista plástica colombiana más importante, con la pintura abordó la crítica social y política del siglo pasado. La Liga de la Decencia de Medellín pidió su excomunión por “inmoral”; usó la metáfora zoológica para representar a los líderes políticos, dibujó desnudos femeninos desafiando la tradición conservadurista. Le fue levantada una exposición en Madrid por el régimen franquista. Quizás su obra más crítica es “La violencia”.

Doris Salcedo, escultora bogotana, se expresa visceralmente. En sus obras muestra el horror de la inacabable violencia que nos azota desde siempre. Narra los cuerpos mutilados con motosierra, los secuestros o las desapariciones forzadas. Va hasta los lugares azotados, se mete en el alma de las víctimas y describe su dolor. “El arte puede crear esa relación afectiva que transmita la experiencia de la víctima.” Denunciar en este país puede significar una sentencia de muerte.

Rita Fernández Padilla, con silente y elegante batalla, abre el capítulo femenino de la música vallenata. Las Universitarias, así se llama su agrupación, surge en su natal Santa Marta, se abre paso en medio del mundo masculino que ha dominado ese género musical. Invitadas al primer Festival Vallenato, son declaradas fuera de concurso en el segundo. Valledupar la declara hija adoptiva, compone el himno de esa ciudad, crea piezas exitosas que recorrieron el mundo y hoy, desde Sayco, como primera mujer que dirige la asociación, vela por todos sus colegas. En vida, Rita.