El mundo de la ciencia no cesa en sorprendernos, y pienso, que es el gran agente actual de cambio en el mundo, al menos de subsistencia, pues son muchos los desequilibrios cosechados entre análogos y con nuestra propia casa común. Realmente, hoy más que nunca necesitamos respuestas probadas para salvaguardar la salud del planeta y la nuestra; tanto es así, que nuestro propio bienestar está en peligro y también nuestra continuidad como linaje.
Frente a esa desidia política que, en demasiadas ocasiones ahoga en vez de alentar, puesto que es incapaz de entenderse para propiciar ese bien colectivo que ha de globalizarse y enternecernos, una vez más los sabios especializados se ponen en primera línea de servicio, al tiempo que consideran sus acciones en ese avance que todos nos merecemos llevar a buen término, desde la serenidad más profunda y el anhelo innato de la evolución de nuestra propia naturaleza. Ojalá se acreciente cada día más su sapiencia, será un modo de restituirnos y de renacer. Sin duda, gracias a esa capacidad de custodiar la vida, con esas pequeñas acciones que son las que verdaderamente nos transforman y a los análisis permanentes científicos, podremos acabar con la pandemia e impulsar la recuperación económica mundial, a poco que los gobiernos respalden la adquisición y entrega masiva de vacunas, pruebas y tratamiento contra el Covid-19.
Se trata de trasladar, pues, a todo el orbe una garante disposición existencial, armonizando el progreso técnico con el rigor ético, humanizando las relaciones entre análogos e informando correctamente a toda la ciudadanía. Por eso, es fundamental fortalecer el liderazgo político para lograr una buena gobernanza ante este grave desafío mundial. Es cierto que la Oms está colaborando estrechamente con expertos mundiales, gobiernos y asociados para ampliar rápidamente los conocimientos verificados sobre este nuevo virus, rastrear su propagación y virulencia, asesorando a los países y a las gentes sobre las medidas para proteger la salud y prevenir la transmisión del brote.
Sea como fuere, hay batallas que solo se ganan entre todos. Esta pandemia es una de ellas. Desde luego, los esfuerzos de la comunidad científica mundial son laudables, y también la de esos sanitarios que están llamados a dedicar su competencia profesional al servicio de la vida. También, cada uno de nosotros, hemos de cooperar responsablemente con las directrices marcadas por las autoridades de salud pública. Es la mejor forma de prevenir la propagación de la enfermedad. Confiemos en que esta dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprime al mundo entero, nos sirva para iluminarnos como especie pensante, y nos toque el corazón para que las grandes sumas de dinero utilizadas en armamento sean destinadas, de una vez por todas, a promover estudios especializados, que nos servirán para la prevención de futuras catástrofes similares. Pensemos que la ciencia avanza a pasos persistentes, no a discursos políticos; dejémosles entonces que nos maravillen con sus descubrimientos.
Por otra parte, esperemos que esta desolación mundial nos sensibilice a todos los humanos, acrecentando ese sentido de pertenencia a una única y gran familia, la humana, que como todo necesita de ese espíritu armónico que injerta las almas que se sienten fraternas y solidarias.