Aluvión de víctimas

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Escrito por:

Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero

Columna: Algo Más que Palabras

e-mail: corcoba@telefonica.net



Necesitamos repoblarnos de humanidad, sentirnos vivos frente a tantas inútiles contiendas, verdaderamente destructivas y desoladoras.
Sólo hay que ver el aluvión de víctimas de guerra, ya no únicamente en términos de muertos y heridos, de pueblos derrumbados y de medios de vida truncados, comenzando por nuestro propio hábitat, un medio ambiente cada día más castigado por aguas contaminantes, por cultivos quemados, por bosques talados, suelos envenenados y animales sacrificados, entre la multitud de mártires indefensos, que meramente buscan salir de la ruina y de las batallas, convivir con la ilusión de poblar el entorno y difundir en ella los ánimos de lo armónico. Ojalá aprendamos a conversar. La consideración de unos hacia otros ha de ser fundamento de cualquier otro derecho. Por encima de todo, hace tiempo que me digo a mi mismo, que quiero ser el artífice de mi vida, no la víctima de estos nefastos pedestales interesados que nos llevan a la deriva de todo. No olvidemos que la clemencia es el principio del buen tino, y el respeto por los que viven a nuestro lado el mejor tono; junto a esto habita la primera condición para saber vivir, un timbre imborrable de comprensión. Esto sí que es una gran lección para llevar a buen término.

Desde luego, la primera víctima de este desconcierto viviente, lo ocasiona el pudiente guion de la hipocresía, que hace tiempo que se ha tragado el espíritu de la autenticidad. Sin duda, continúa siendo el colmo de todas las maldades. Contribuye a que todo se contamine por el vicio de la mentira. Hoy más que nunca echamos en falta biografías reales de vidas francas y sinceras. Sea como fuere, no podemos proseguir cultivando la indiferencia en nuestro paso existencial, se nos requiere humanamente para socorrer un soplo de verdad, para hacer un mundo más justo, liberador de todos los miedos, pues ya está bien de torturarnos entre sí, de ser dominadores en vez de solidarios, que es lo que realmente nos fraterniza, frente a mundanos lenguajes que nos esclavizan. Ya está bien de que nos golpeen políticas ilícitas, que nos dividen por los sistemas de ganancia insaciable y las repelentes tendencias ideológicas, manipulando actuaciones sensatas y cometidos de personas coherentes. Indudablemente, este ciego arrojo corrupto es tan criminal como inmoral, y representa la mayor traición a la entereza pública.

También se me ocurre pensar en esas gentes que abren fuego, en lugar de cerrar heridas y conciliar sentimientos. A los sembradores del terror, que continuamente desprecian la vida de todo ser humano, hay que transformarles. Resulta absolutamente injustificable e intolerable que se produzcan estas bochornosas situaciones, dondequiera y cualquiera que las lleve a cabo, ya que los seres humanos hemos venido a la vida para poblarnos de mansedumbre, no de intransigencia, dando lo mejor de uno mismo hasta empaparse de entrega y serenidad, sabiendo que la única ganancia que permanece es la de haber contribuido a la construcción de otro mundo más habitable. Pongamos, en escena permanente, el llamamiento a ese encuentro de pulsos, que nos invitan a la concordia y al cultivo del amor verdadero. Sin ir más lejos, la pandemia de Covid-19 lo que pone de relieve es la necesidad de reforzar la cooperación global para hacer los avances científicos accesibles, transparentes y, en última instancia, más eficaces. Conseguir una vacuna que sea un bien público mundial, será una gran virtud, propia de una mente sabia y humana. Dejaremos de atormentarnos en la medida en que nos auxiliemos recíprocamente. Por desgracia, nuestro gran suplicio en la vida proviene de no vivir y no dejar vivir, de que nos hemos vuelto egoístas y de que estamos solos.


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