Al referirse a la reforma del régimen de regalías recién aprobada, el presidente Santos manifestó que "no exagero hoy si les digo que la reforma a las regalías será la gran reforma de la equidad en nuestro país".
Los multifondos a donde van a parar los recursos provenientes de las regalías se convertirán en objetos del deseo y en la tentación de los aprovechadores del erario. Remembranzas de los vituperados, vilipendiados y proscritos fondos de cofinanciación y de los tristemente célebres cupos indicativos, modalidad criolla del anglosajón barril de los puercos, fuente de clientelismo y corrupción. La rapiña alrededor de tales recursos, en donde el que tenga más saliva traga más harina, será como para alquilar balcón.
Supuestamente, como lo sostiene el Ministro de Hacienda, a través de los llamados "triángulos de buen gobierno" se "garantizarán la honestidad, la pulcritud, el buen uso y la eficiencia de los recursos, para que los gastemos bien y se usen en las prioridades que decidan las regiones". Pero, tal garantía es sólo retórica, pues según el ex ministro de Hacienda, Guillermo Perry, en el nuevo SGR que se crea "no hay instrumentos para garantizar el buen uso de las regalías".
Es decir, lo más seguro es que con esta reforma salgamos de las llamas para caer en las brasas.
Era previsible que la propuesta del Gobierno iba a pasar en el Congreso.
No obstante, en el curso del trámite del proyecto los departamentos que reciben actualmente entre el 78% y el 80% de las regalías que se generan por la explotación de recursos naturales no renovables en su territorio, lograron morigerar el impacto de dicha reforma en sus finanzas. El proyecto inicial hacía tabla rasa del régimen anterior y para la redistribución de los recursos provenientes de las regalías, tanto directas como indirectas, se aplicaba el mismo rasero tanto para productores como no productores.