La persecución de Ortega contra la Iglesia Católica en Nicaragua

Monseñor Rolando Álvarez, el Obispo de Matagalpa, Nicaragua es vigilado por personal de la Policía Nacional. Foto Aciprensa

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Un obispo con arresto domiciliario, sacerdotes asediados por la policía, misioneras de la caridad expulsadas y numerosas restricciones al culto.

Fue ordenada la disolución de 100 ONGs, el cierre de medios de comunicación católicos y está en la mira el Obispo de Matagalpa uno de los más fuertes críticos.

Esta es la delicada situación que hoy afronta la Iglesia Católica en la República de Nicaragua bajo el actual gobierno del sandinista, Daniel Ortega.

En una recopilación de información Aciprensa logró reconstruir el origen de la grave situación de persecución que hoy afronta la Iglesia Católica en Nicaragua a manos del gobierno del sandinista, Daniel Ortega.

La agencia de noticias católica señala que, esta historia comienza en 1979, cuando -tras la dictadura de la dinastía Somoza- empezó el primer gobierno sandinista que dirigió Nicaragua hasta 1990. Y 40 años después las hostilidades y persecuciones vuelven a repetirse.

El 19 de julio de 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, grupo guerrillero de izquierda, derrocó a Anastasio Somoza Debayle, el tercer y último miembro de la llamada dinastía Somocista —luego de su padre, Anastasio Somoza García, y su hermano, Luis Somoza Debayle— que había gobernado el país desde 1937.

En noviembre de 1979, la Conferencia Episcopal de Nicaragua, CEN, publicó una carta pastoral titulada “Compromiso Cristiano para una Nicaragua Nueva” que, entre otras cosas, vio este “proceso revolucionario” como una oportunidad para el país y llamó a la población a hacer los sacrificios necesarios y a una “profunda conversión del corazón”.

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Los obispos también pidieron “un amplio espacio de libertad que le permita a la Iglesia cumplir su labor apostólica sin interferencias”.

Poco después de la caída de Somoza, se estableció una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de cinco miembros: tres del FSLN y dos independientes, incluyendo Violeta Chamorro (viuda de Pedro Chamorro, director del diario La Prensa asesinado por Somoza) y Alfonso Robelo.

El coordinador fue Daniel Ortega. Violeta Chamorro renunció a la Junta en abril de 1980 debido al rumbo socialista que tomaba el FSLN y la influencia de Cuba en el gobierno. Robelo renunció por los mismos motivos y luego integró el directorio político de la Resistencia Nicaragüense (llamados “contras” por “contrarrevolucionarios”) que, financiada por Estados Unidos, enfrentó en una guerra civil a los sandinistas durante toda la década.

La Junta dirigió Nicaragua hasta 1985 y entregó el poder a Ortega, que había ganado las elecciones presidenciales de 1984 con el FSLN, que ya era un partido político.

El dato
El régimen sandinista ha amenazado con encarcelar al de Obispo Matagalpa, Monselñor Rolando Álvarez, quien solo ha recibido muestras de solidaridad del Episcopado local y de algunos países.


Interviene Juan Pablo II
Con la asunción de la Junta, tres sacerdotes conocidos promotores de la teología marxista de la liberación asumieron cargos en el gobierno sandinista: Miguel D’Escoto fue ministro de Relaciones Exteriores (1979-1990); Ernesto Cardenal fue ministro de Cultura (1979-1987); y Edgar Parrales fue viceministro subdirector General del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (1979-1980), ministro de Bienestar Social (1980-1982) y embajador de Nicaragua ante la OEA (1982-1986).

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La participación de estos sacerdotes en el gobierno provocó tensiones con los obispos. Aunque el Episcopado autorizó inicialmente esta participación, en enero de 1980 la CEN decidió que ya no podían ser parte del gobierno sandinista.

En abril de ese año, el Papa Juan Pablo II recibió a los obispos nicaragüenses en el Vaticano y les dirigió un discurso en el que les dijo que “una ideología atea no puede ser el instrumento orientador del esfuerzo de promoción de la justicia social, porque priva al hombre de su libertad, de la inspiración espiritual y de la fuerza del amor al hermano, que tiene su fundamento más sólido y operante en el amor a Dios”.

Pocas semanas después, los obispos solicitaron a los sacerdotes que renuncien a sus cargos en el gobierno sandinista, pero se negaron.

En febrero de 1984, Juan Pablo II suspendió ad divinis a los tres sacerdotes y al P. Fernando Cardenal, hermano de Ernesto, quien también participaba en el régimen de Ortega. Desde ese año hasta 1990, Fernando Cardenal fue ministro de Educación.

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La Iglesia y el acuerdo de paz
En la década de 1980 los enfrentamientos entre el FSLN y la resistencia o “contras” dejaron decenas de miles de muertos.

El 7 de agosto de 1987 se firmó en Guatemala el Acuerdo de Paz de Esquipulas II para poner fin a la guerra civil en Nicaragua y lograr una “paz duradera” en Centroamérica.

El documento llamó a realizar elecciones libres y plurales, y a establecer una Comisión Nacional de Reconciliación.

En el caso de Nicaragua, en esta comisión participaron el Cardenal Obando y Bravo, y Mons. Bosco Vivas Robelo, entonces Obispo Auxiliar de Managua.

Daniel Ortega se presentó a las elecciones presidenciales de febrero de 1990 y fue derrotado por Violeta Chamorro. Ortega volvió a postular sin éxito en 1996 y 2001.


La vigilancia de las autoridades a las Iglesias Católicas es permanente. Foto Aciprensa

Las paces de Ortega con la Iglesia
Tras su fracaso electoral, Daniel Ortega –que entonces lideraba la oposición– aparentemente hizo las paces con la Iglesia Católica. En julio de 2003, el exguerrillero pidió perdón por los “excesos” y “errores” de su gobierno contra los católicos en la década de 1980.

En junio de 2004, Ortega propuso nominar al Cardenal Miguel Obando Bravo para el Premio Nobel de la Paz, “en reconocimiento a su lucha por la reconciliación nacional” y la firma de los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil.

Ese mes, el Cardenal Obando aceptó el pedido de Ortega de presidir la Misa auspiciada por el sandinismo por los miles de muertos de la guerra civil.

En julio de 2004, en el marco de los 25 años de la revolución sandinista, Daniel Ortega pidió perdón en público por los atropellos contra la Iglesia Católica durante su primer gobierno y se refirió explícitamente a Mons. Carballo.


En la reciente peregrinación al Santuario del Divino Niño en la Diócesis de Matagalpa, el Obispo, Monseñor Rolando Álvarez, señaló que la oración “es la que salvará a Nicaragua”. Foto Aciprensa

Ortega vuelve a atacar a la Iglesia
A inicios del año 2009 comenzaron de nuevo las tensiones entre el gobierno sandinista y la Iglesia Católica. A finales de abril, se envió a los medios de comunicación, desde un correo electrónico de la Presidencia de Nicaragua, un documento que calificó a los obispos nicaragüenses de corruptos suscitando una reacción formal del Episcopado.

En junio, Daniel Ortega trató de silenciar las críticas que varios obispos expresaron sobre su gobierno llamándolos a orar en vez de opinar sobre política. Los prelados respondieron que no basta con rezar si no se trabaja por la justicia.

En abril de 2010, cuando se debatía la posibilidad de que Ortega postule a la reelección en 2011, los obispos llamaron al país a dialogar y denunciaron los “actos de transgresión” a la Constitución que justamente prohibía la reelección presidencial inmediata. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia, con miembros sandinistas, permitió a Daniel Ortega participar en los comicios del 6 de noviembre de 2011.

En ese contexto, el Obispo Auxiliar de Managua, Mons. Silvio José Báez, advirtió que Nicaragua iba camino “a un totalitarismo visible o encubierto” y pidió la presencia de observadores internacionales.

“Somos una Iglesia perseguida”


La actual crisis en Nicaragua se inició en abril de 2018, durante el cuarto periodo de Daniel Ortega. La reforma del sistema de salud y de pensiones detonó numerosas protestas en todo el país, que fueron reprimidas con violencia por la policía y durante las cuales, numerosos obispos y sacerdotes recibieron amenazas de muerte.

En este contexto, el Arzobispo de Managua, Cardenal Leopoldo José Brenes; su Obispo Auxiliar, Mons. Silvio José Báez; y el Nuncio Apostólico, Mons. Waldemar Somertag fueron golpeados mientras realizaban una visita pastoral en la Basílica Menor de San Sebastián de Diriamba, a 41 kilómetros de la capital.

El 13 de julio de 2018 policías y paramilitares atacaron a balazos la parroquia Divina Misericordia de Managua, donde se habían refugiado jóvenes que habían protestado contra el régimen.

En su cuenta de Twitter, Monseñor Báez condenó la “represión criminal” contra civiles y pidió a la comunidad internacional no ser indiferente. El Prelado dijo que “estamos empezando a ser ya una Iglesia perseguida”.

Poco después, la Iglesia Católica aceptó participar una vez más como mediadora en el diálogo nacional para resolver la crisis que ya había dejado cientos de muertos, pero las negociaciones se suspendieron.

En 2019 hubo otro intento de diálogo entre el gobierno y la oposición, pero esta vez la Conferencia Episcopal de Nicaragua desistió de participar y pidió que sean “los laicos los que asuman directamente la responsabilidad” de este proceso.

En marzo de 2019, el Papa Francisco recibió a Monseñor Báez en audiencia privada en el Vaticano. Dos semanas después el Cardenal Brenes informó que el Pontífice pidió a Mons. Báez mudarse a Roma. Actualmente el Obispo vive en Estados Unidos.

Un año después, el 31 de julio de 2020 ocurrió uno de los ataques más simbólicos contra la Iglesia. Un desconocido ingresó a una de las capillas de la Catedral de Managua y lanzó una bomba incendiaria que destruyó la famosa imagen de la Sangre de Cristo, un crucifijo de 382 años muy querido por los nicaragüenses.


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