Vientos de paz, ¿ahora sí?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El pasado 17 de diciembre varias noticias resonaron por todo el orbe. En el plano interno, las Farc anunciaron un sorpresivo cese indefinido al fuego, gesto recibido con beneplácito por muchos, interpretándolo como un real gesto de paz dentro las ya avanzadas conversaciones, y con escepticismo por otros, quienes creen que las Farc buscan fortalecerse con una tregua, luego del obligado repliegue estratégico por la acción ofensiva de las Fuerzas Militares de Colombia desde 2000.

Dentro de las exigencias subversivas aparece la petición de una verificación internacional y la eventual reanudación de las hostilidades si son atacados por las fuerzas regulares del estado: ¿pretensión camuflada de una tregua bilateral? Sin embargo, el presidente Santos rechazó los condicionamientos de los subversivos, ateniéndose a la obligación constitucional de defender la seguridad de la nación, exigiéndoles al mismo tiempo nuevos gestos de paz que conduzcan al fin del conflicto armado.

Hubo también solicitudes por parte de algunos sectores civiles al gobierno de mostrar actos recíprocos al anuncio de la guerrilla. Lo cierto es que las continuadas acciones terroristas de las Farc han causado un escepticismo y rechazo abrumadoramente mayoritario que les obliga a reconciliarse con la sociedad civil, víctima de sus acciones militares, y forjar escenarios de confianza para generar credibilidad en los colombianos. Una audaz carta soltada por los subversivos que debe ser contestada inteligentemente por el jugador de póker en favor de la paz en Colombia por las vías civilizadas. El decidido apoyo estadounidense a las negociaciones de La Habana puede obedecer a la necesidad de neutralizar otro foco enemigo, desactivando políticamente a la más antigua guerrilla en el mundo.

Mientras tanto, el presidente de USA, Barack Obama, después de intercambiar presos con Cuba, anuncia conversaciones tendientes a restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas más de cinco décadas atrás: en menos de un año de conversaciones secretas promovidas por el papa Francisco se lograron acuerdos que sentarán a la mesa a dos íntimos enemigos separados por la mutua intransigencia.

Por ahora, la inmensa mayoría de la comunidad internacional acoge con entusiasmo este acercamiento que debe ir normalizando en el corto plazo la bilateralidad, aun con el rechazo de los sectores ultraconservadores estadounidenses y del exilio cubano en los Estados Unidos.

Muchas lecturas e interpretaciones surgen ahora: algunos sectores de la izquierda radical latinoamericana consideran que el subcontinente, con varios gobiernos de esa tendencia, favoreció la presión conjunta al aislacionismo norteamericano, provocando un peso enorme en esa decisión.

Otros, más suspicaces, piensan que la decisión estadounidense apunta a restarle espacio a Rusia por estos lares en momentos de difíciles relaciones entre ambas potencias por el asunto de Ucrania. Se basan en una publicación de Pravda en 2012, según la cual el gobierno de Putin quiere regresar al "apoyo técnico militar" en Vietnam, las Islas Seychelles y Cuba, su fiel aliado durante la Guerra Fría, donde se originó la "crisis de los misiles". Recordemos todas las instalaciones montadas por Rusia en la isla y operadas por su Servicio de Inteligencia para hacer vigilancia electrónica en Lourdes, que es justamente donde se crearían "centros logísticos", anunciados en Russia Today este año.

Esas instalaciones fueron desmontadas en 2002 por acuerdos entre Bush y Putin. Pero las bahías cubanas a menos de 160 kilómetros de Estados Unidos pueden alojar buques, radares y aviones. De hecho, desde 2012 el centro de Lourdes aloja misiles "Oak". Según los rusos, desde ahí tienen ojos para observar todo el hemisferio occidental. No sería extraño; Ucrania fue defendida con vehemencia por los rusos dada su importancia estratégica, pues la base militar rusa en Odessa (península de Crimea) representa su salida para el Mar Negro; los norteamericanos quisieron capitalizar la crisis al pretender bloquearles ese acceso a Rusia. Las buenas relaciones de Estados y Unidos y Cuba tendrían un propósito similar en este continente.

Sea como fuere, los beneficiarios de la nueva etapa serán los cubanos, pues las inversiones norteamericanas en muchos frentes refrescarán la precaria economía isleña, y por el necesario cambio de mentalidad por la apertura económica; por el otro, los norteamericanos podrán explotar conjuntamente con los cubanos frentes como el turismo, la biotecnología o el campo, reclutando también capital humano valioso que actualmente no tiene como desplegar sus saberes.

Al final, como en todo buen negocio, se trata de un gana-gana: ningún almuerzo es gratis. Estados Unidos impedirá el restablecimiento de bases enemigas en sus narices, y es posible que parte del acuerdo pase por la recuperación de propiedades de los cubanos en el exilio, hoy confiscadas por el régimen.

Los grandes perdedores son Venezuela, en profunda crisis social, enemistado con USA, con un sombrío panorama en el futuro cercano por el derrumbe del petróleo y una Cuba distante próximamente; y las extremas radicales guerreristas, a quienes la paz los estremece y les daña sus negocios. ¿Se convertirá Venezuela en un escaque soviético del ajedrez político militar mundial? Mientras tanto, el Parlamento Europeo reconoce a Palestina. Otra movida interesante que merece un análisis aparte.