Pepito Pérez es hijo del conductor de un importante funcionario público. El conductor a razón de su función se lleva siempre el carro a su lugar de residencia. En un descuido del chofer, es decir el señor Pérez, su hijo saca el auto, para chicanear con alguna hembra, y en unas cuadras es detenido por la Policía.
Al día siguiente la noticia es titular en los diferentes medios de comunicación, a la sazón del importante rango del funcionario público. Todos se le vienen encima no sólo al hijo del conductor sino a ese pobre hombre que trabaja de la mano de tan influyente hombre público. Al final el joven estigmatizado y el chofer sin trabajo.
Ahora estamos con el tema escándalo, del hijo del presidente de nada más y nada menos que de la honorable Corte Suprema de Justicia, Dr. Luis Gabriel Miranda. El joven al parecer, porque todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, insultó a los policías que estaban cumpliendo con su deber.
Aparte utilizó un carro de uso exclusivo a razón de su importante rango, de su señor padre. Un vehículo oficial. Súmele la defensa rabiosa del magistrado Miranda a favor de su hijo. El presidente de la Corte, se salió de casilla y parece que le terminamos debiendo.
Pero lo que sí es sorprendente es que se abuse y utilice el poder para intimidar a los policías. El honorable magistrado le debe explicaciones al país ya que su impúber no puede estar con un auto que no puede utilizar.
Coloqué el primer ejemplo sobre el conductor, el cual es ficticio y lo equiparé al del poderoso que sí es real, pero que es un ejemplo ilustrativo de cómo se maneja el poder en Colombia.
Mi Ñapa. Que las investigaciones contra los dueños de la Universidad San Martín lleguen a buen término. Están de por medio estudiantes y trabajadores que merecen respuestas y soluciones ante semejante daño que se les ha ocasionado.
