Un sueño incumplido

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Al final de la tarde, el 28 de agosto de 1963, después de seis horas de música y alocuciones, Martin Luther King, tomó el micrófono y pronunció su célebre discurso "I have a dream" (Tengo un sueño).

La multitud reunida por el activista Philip Randolph, compuesta por sindicatos de trabajadores, actores y organizaciones afroamericanas, fue la más numerosa que recuerde la capital de los Estados Unidos, "la marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad".

Muchos creen que se trató de una improvisación del pastor; la realidad es que Clarence Jones, su amigo y consejero, le ayudó a redactar el discurso que, en los primeros siete párrafos, King siguió al pie de la letra.

En ese punto, el reverendo dejó a un lado el papel escrito por Jones y pronunció las famosas palabras, acicateado por la cantante de góspel Mahalia Jackson, que acaba de gritarle: "¡cuéntales del sueño, Martin!".

Claro, dos meses antes había hablado de su anhelo durante otra manifestación en Detroit. Como refiere Jones, el discurso pronunciado ese día por el reverendo al frente del monumento a Abraham Lincoln fue el momento ideal, una combinación perfecta de discurso, orador y multitud: Lincoln había firmado la Proclama de la Emancipación cien años antes.

Para la época, la situación en Estados Unidos era candente: los negros luchaban por derechos adquiridos que los blancos anglosajones no querían respetar y, mucho menos, implementar. King sólo quería la convivencia pacífica de los negros en igualdad con los blancos, demasiado anhelo para quienes aún veían al negro como inferior, como esclavo, sin derechos.

No incitaba a la violencia, sólo soñaba con un país integrado, unido. Apeló Luther King a la Biblia y a la Constitución; a la garantía de la igualdad y el respeto para todos los estadounidenses, a la necesidad del pleno ejercicio de sus derechos constitucionales sin prejuicios de ninguna clase.

Su lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos marcó su sentencia de muerte; caería a balazos cinco años después, víctima de una conspiración urdida entre la mafia y el gobierno, según afirmaba su familia, aun cuando en el juicio no se pudo demostrar pese a la evidencia.

Era, pues, un período en el cual los problemas políticos, raciales, religiosos y sociales hervían en los Estados Unidos, enfrascados por todo el orbe en la Guerra Fría con la Unión Soviética, y con un frente de combate complicado, Vietnam. Muchos negros se resistían a combatir allá, pues consideraban que esa no era su guerra; se cambiaban a la religión musulmana y se vinculaban con el Black Panther Party, movimiento de autodefensa de los afroamericanos frente al KuKluxKlan de los anglosajones protestantes.

El incidente de Rose Parksen 1955 -negarse a ceder el asiento de un bus a un hombre blanco -había estimulado al joven King a creer en la lucha por los derechos de la gente de color. Diez años antes, Irene Morgan había ido a parar a los tribunales por un caso parecido; los jueces le dieron la razón a la negra. Muhammad Alí invocó objeción de conciencia para no ir al frente de batalla: "No tengo problemas con los Vietcongporque ningún Vietcong me ha llamado nigger", dijo.

En las Olimpiadas de México en 1968, los atletas negros Tommy Smith y John Carlos eran repudiados por el Comité Olímpico por pertenecer al OPHR (Olimpic Project for Human Rights) y expulsados por levantar en el podio el puño derecho con guantes negros y agachar la cabeza, signos de las Panteras Negras.

Por su parte, los jóvenes blancos de los Estados Unidos rechazaban las guerras que su país emprendía allende sus fronteras; engrosaban el movimiento hippie mientras que en Europa los muchachos se rebelaban contra la ocupación soviética en Praga, y en París protestaban por los graves problemas económicos y su repercusión en la educación pública, entre muchas otras cosas.

El triunfo de la Revolución Cubana pocos años atrás era otro ingrediente en el explosivo coctel; el mundo entero asistía cambios impensados para los cuales muchas sociedades no estaban preparadas. La represión era terrible...

Hoy, el sueño de Martin Luther King sigue siendo una utopía; se ha avanzado en algunos asuntos, evidentemente, pero la discriminación racial y la xenofobia laten por todo el planeta; la libertad religiosa y de pensamiento son cada vez más estrechas en muchas sociedades; la distribución alimentaria es dispareja, la salud no les llega a muchos, la educación es una utopía para millones de personas, y muchas mujeres y homosexuales sufren discriminación violenta, hasta judicial en ciertas regiones. Y qué decir del trabajo o los servicios básicos.

Proféticamente advirtió el bautista en su recordado discurso: "No estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente". Y eso, amigos míos, no está sucediendo.