Le creo a Santos

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El actual proceso de negociaciones en La Habana ha sido caricaturizado, torpedeado y sensibilizado tanto que se ha polarizado innecesariamente; parece casi imposible conciliar posiciones.

De una parte, un sector de la sociedad cree que si se da la paz será con impunidad, con amnistía para los subversivos, que se le quiere entregar el país a las Farc, que se acabará la propiedad privada y otras apreciaciones similares: en otras palabras, el comunismo rampante (o, socialismo, o como lo quieran llamar) con el mismo furor con el que se impuso en Cuba y raudo camina en Venezuela.

La contraparte opina que Santos es otro Uribe, que sus diferencias son de estilo, más no de forma ni de fondo, que las operaciones militares son una muestra del espíritu belicoso del presidente y que no hay voluntad de paz, que no cederá en asuntos vitales como reforma agraria, la convocatoria a una Constituyente, que terminarán asesinado a sus líderes como en procesos anteriores, etc., etc., etc.: consideran que no existe real voluntad de paz y que todo es una patraña para arrinconar a la guerrilla mediante las negociaciones.

Otros, que no nos apuntamos a ninguna de esas tesis, pensamos que si bien no hay de por medio una derrota militar de las Farc tampoco esa organización subversiva puede alcanzar el poder por la vía armada, y que los sucesivos golpes que ha recibido en los últimos tiempos la han debilitado tanto que le toca negociar antes de una derrota militar, y que para el país lograr un cese al fuego definitivo es una necesidad sentida. Y así nos la pasamos, debatiendo acerca de los posibles resultados de las negociaciones en Cuba. Claro, habrá otros puntos de vista, muchos respetables.

Indudablemente, el apoyo de buena parte de la comunidad internacional logrado por el primer mandatario ha hecho viable un proceso muy difícil. Los acercamientos exploratorios desde el gobierno anterior y todo ese cúmulo de fracasos que incluyen las mesas de La Uribe, Tlaxcala o el Caguán; la "combinación de todas las formas de lucha" de la guerrilla para llegar al poder; la guerra eterna que no parece acabarse; los intereses en juego y todo lo que allí interviene aumentan la complejidad y por tanto las dificultades.

Súmele las visiones políticas disímiles de las partes que negocian con puntos en común (fáciles de conciliar), divergencias enormes (de complicado trámite y de éxito poco probable, y puntos de honor (en los cuales es casi imposible lograr concesiones), y el coctel resultante será difícil de preparar y, desde luego, de digerir.

¿Qué dice Santos? La reciente entrevista concedida a Un Pasquín (número 59, mayo de 2013, páginas 6 y 7) demuestra que hay preocupaciones válidas, que el camino es culebrero pero también que, como pocas veces, existen altas posibilidades de culminar el proceso de manera exitosa sin hacer demasiadas concesiones, aún cuando habrá que tragarse algunos sapos.

Afirma (y en eso coincidimos todos) que es necesario detener el desangre, que es mandato constitucional buscar la paz y que, en determinado momento, se dieron las circunstancias propicias para buscar un acercamiento con los subversivos de las Farc; también afirma que dentro de esa organización guerrillera existe la convicción de que la vía de las armas no es el camino para obtener sus objetivos (mensaje que le han enviado personajes de la izquierda tan disímiles como Fidel Castro y Lula Da Silva), que por los antecedentes no les cree a las Farc y que tuvo que llenarse de razones para convencerse de la voluntad de paz de la guerrilla, y que la paz es costosa, pero es más costosa la guerra. Una frase con destinatario concreto: "Hacer la guerra es fácil y muy popular: hacer la paz es más difícil pero más satisfactorio"

¿Cómo se leen entre líneas las palabras del presidente? Santos le apostó a la paz sin despejar territorios, sin frenar las operaciones militares (de hecho, durante su mandato se le dio de baja el jefe máximo de las Farc, alias "Alfonso Cano" y a otros importantes cabecillas) y sin concesiones especiales la subversión. La participación de distintos sectores de la sociedad en las negociaciones de La Habana garantiza el pluralismo político, y se da por descontado que no habrá asamblea constituyente; cualquier documento que surja de la mesa de negociaciones estará acorde a la Constitución y la ley: "no habrá revolución por decreto".

Obviamente, no se está negociando con angelitos; las Farc están inmersas en delitos serios, violaciones graves a los derechos humanos (empezando por el secuestro) y al derecho internacional humanitario, y el punto más complicado es éste, precisamente.

Dice el mandatario que aunque habrá que tragarse algunos sapos, no serán muchas las concesiones, y que el tema de la reelección no está atada a los resultados de los posibles acuerdos: "si yo entrego demasiado y decido lanzarme a la reelección, pues no me van a reelegir". Y yo le creo a Santos.