Tengo una ilusión

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Mientras en mi celular escucho música transmitida por internet, leo en la pantalla "I have a dream", ese discurso libertario de Martin Luther King de 1963 ("no es el fin, sino el principio", dijo). De pronto suena mi "smart phone" con el mismo timbre rústico del prehistórico teléfono que recibía a los huéspedes del hotel de mi abuelo frente al camellón, extraño cruce de un robot antediluviano con un moái de la Isla de Pascua: una alargada caja de madera clara con un par de timbres frontales a manera de ojos desorbitados; debajo de ellos, una bocina inspirada en un pocillo; un gancho interruptor en el lado izquierdo para colgar un auricular conectado por un cable que surgía de la caja, y una manivela en el costado derecho que se giraba para comunicarse con la operadora: tan pocos aparatos existían que hasta se sabía si el destinatario de la llamada se encontraba su oficina y hasta con quien conversaba. Las casas no tenían ese extraño dispositivo de comunicación; era más efectivo el "voz a voz" del vecindario.

Durante la conversación telefónica recuerdo que ochenta años atrás subió Hitler al poder haciendo gala de sus peligrosos modales que sumirían al mundo en una de las guerras más sangrientas de la historia. Ahora, un mensaje de texto me recuerda la videoconferencia de Jorge Reynolds, el colombiano inventor del marcapasos, que ha salvado muchas vidas.

Maravilloso juguete éste celular, pienso, y cuando entro a la versión digital del periódico, me encuentro la foto de Martin Cooper en el momento en que realiza la primera llamada con un celular tamaño panela con más forma de botín de boxeador o de zapatófono del Súper Agente 86 que de teléfono; bueno, el de mi abuelo tampoco tenía esa figura.

Estas historias se entrecruzan. En su momento, el dictador austrohúngaro anestesió hasta la estupidez la conciencia del pueblo alemán al punto de subyugar a ese país con una precaria pero efectiva retórica de odio a los judíos, gitanos y otras "razas inferiores", la eugenesia, el anticomunismo, el pangermanismo y el totalitarismo como elementos centrales del que llamaría el "Tercer Reich", utopía de un Imperio Alemán extendido por todo el orbe.

Pocos años después, al otro lado del Atlántico, Luther King, el pastor bautista estadounidense era la contracara del macabro germano; activista desde joven, luchaba pacíficamente contra la discriminación hacia los negros que los sumía en el sufrimiento de una perpetua pobreza y falta de oportunidades, por sus derechos civiles y el voto electoral, y contra la guerra que los ponía de carne de cañón en la primera línea del frente de batalla. La no-violencia que propuso terminó en acusaciones por parte del FBI de pertenecer al comunismo ("hay tantos comunistas en mi movimiento como esquimales en la Florida", dijo), y en el intento de desacreditar su vida personal; finalmente, en su asesinato como punto final de la conspiración por parte de fanáticos segregacionistas blancos. Lo triste de su lucha es que aun prevalece el norte nazi en algunas mentes retorcidas que combaten los ideales del líder negro, aun con la llegada de Obama a la presidencia de la potencia norteamericana: parece que su lucha no fue en vano pero aún falta camino por recorrer.

El celular actual, un pequeño aparato multifunción capaz casi de cualquier cosa y en permanente evolución, hace su primera aparición en público hace cuarenta años, aun cuando desde la Segunda Guerra se trabajaba en un teléfono inalámbrico y móvil que se pudiera conectar con cualquiera de cualquier parte. Mientras en el hemisferio norte se desarrollaba esa tecnología que se impuso inevitablemente en el del diario vivir con todas sus aplicaciones posibles y que hizo del mundo un pañuelo, en los mares y montañas de Colombia un acucioso ingeniero, Jorge Reynolds, desarrollaba junto al prestigioso cardiólogo Alberto Bejarano el primer marcapasos cardíaco externo clínicamente útil, usado por vez primera en un cura ecuatoriano, de quien se dice vivió más de cien años.

Igual que el primer celular, era enorme: 45 kilos, y usaba baterías de carros. Cómo los celulares, poco a poco han ido reduciendo su tamaño y mejorando su funcionalidad y confiabilidad, al punto que el último desarrollo de Reynolds, el nano-marcapasos (casi microscópico) se acoplará a los celulares inteligentes desde los cuales se monitorizará al paciente que lo tenga colocado; hoy, cincuenta millones de seres humanos se benefician de ese invento. Algo mejor: el costo bajará más de un 90%.

Estos personajes tuvieron algo en común: un sueño. La diferencia es que mientras Cooper y Reynolds pensaban en ayudar a la humanidad mediante la tecnología, y King soñaba con los derechos de los negros en los Estados Unidos (y, de paso, a cualquiera segregado por motivos raciales), el perverso Hitler destruía las ilusiones de millones de personas con un sueño, quizás sincero, pero producto de sus propios demonios. Tú tienes un sueño, cada uno lo tiene, todos lo tenemos.

Yo también tengo el mío, una ilusión: ver a Colombia en paz y armonía; y no se trata sólo de parar la guerra. Bueno, de ilusión también se vive.