Las redes sociales en internet

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Las redes sociales actuales pertenecen más al mundo virtual, muchas veces con resultados reales. Ha sido medio de fortalecimiento de amistades nuevas o actuales pero también reencuentro con las anteriores; de comunicación, humor, publicidad y mercadeo, chismes, camorras y todo cuanto sucede en la relación entre las personas. Como en toda interacción humana, existen reglas básicas que merecen un mínimo de respeto, aun cuando en la práctica no siempre sucede de ese modo. Con base en la teoría de los "seis grados de separación", la humanidad está potencialmente conectada en su totalidad. Esa conexión, a su vez, ha generado un enorme potencial que es materia de estudio por parte de sociólogos, matemáticos y publicistas; al mismo tiempo, se ha convertido en mecanismo para defender ciertos intereses de la comunidad.

Es conocida la movilización que desde una red social generó la "primavera árabe", con las consecuencias conocidas; algunos gobiernos lo entendieron, y bastante bien. Tan importante es la actividad de los individuos en éstas comunidades virtuales que algunas empresas investigan a empleados o candidatos a través de sus comentarios y amistades en las redes; se da el caso de despidos por acotaciones, fotos o cualquier elemento comprometedor a juicio del patrono. La difusión de noticias por las redes tiene en jaque a los medios en cuanto siempre son "chiviados" por los colectivos sociales que las viven en directo, tanto que los periodistas deben tener los ojos puestos en ellas para notificar a la comunidad en "tiempo real". La vida de artistas, políticos y, en general, de los personajes públicos, es objeto de seguimiento por parte de los individuos del común, a veces al punto de la idolatría; tal el caso de Hugo Chávez, que ha sido motivo de interés de seguidores y opositores: nadie es ajeno a la suerte del líder venezolano. Los comentarios u opiniones también generan confrontaciones no siempre amables o inocentes: el relativo anonimato sirve para que los cobardes muestren sus dientes a los valientes, así terminen después atrapados por las autoridades formales.

Como nunca antes, la gente común y silvestre ha hecho sentir su peso y poder en situaciones en las que consideran atropellados sus derechos. Recientemente, en Colombia hubo protestas vehementes contra algunos hechos: la Ley Lleras, que terminó tumbada por una demanda de constitucionalidad; la reforma a la justicia, la reforma educativa (Ley 30) y algunas iniciativas poco elegantes, como el caso de la gasolina de los carros de la presidencia del Senado, o las cínicas opiniones de personajes en altos cargos que defienden sospechosas pensiones estratosféricas mientras creen, al mejor estilo de Godofredo, que el resto de los mortales debe vivir con mendrugos y que no tienen derecho a jubilación. Eso, sin contar encendidos debates que impactan la vida de la gente, como el salario mínimo, la próxima reforma pensional (la anterior conculcó derechos fundamentales a los trabajadores en beneficio de los empresarios sin que generara un solo empleo nuevo), la locomotora minera arrasando los recursos naturales que garantizan la vida futura (siempre por delante de la riqueza presente), o las cansonas peleas al punto del fastidio que casan ciertos personajes, y sus críticas amargas a todo cuanto sea disímil a su pensar.

No ha mucho, las redes sociales fueron el vehículo de la marcha contra las Farc (la más grande convocatoria que recuerde el país), o de la denuncia a la Drummond por el derrame de cantidades ingentes de carbón al mar en la bahía entre Ciénaga y Santa Marta para evitar el hundimiento de una barcaza sobrecargada, lo que sirvió para recordarle al mundo que la contaminación continuada tiene muchos años, daños y promesas incumplidas. La tragicomedia estuvo a cargo de alguna autoridad que, después de tantos años, fotos, evidencias, salida de empresas y mucho más, aceptó tener "indicios" de carbón contaminante. Las redes sociales, al menos, le hicieron despertar del letargo.

No son, pues, las urnas espurias con sufragios dudosos las que en adelante mandarán la parada. La nueva expresión democrática está fundamentada en la libertad del ciudadano de expresarse y hacer causa común en defensa de sus derechos e intereses; de ahí, el interés de los agrupaciones económicas, políticas, religiosas o sociológicas y la creciente participación de las personas, que ven la posibilidad de reivindicar lo que sostenida-mente le han ido quitando los centros de dinero y poder. En países totalitarios, (caso Cuba, China o Corea del Norte, por citar algunos) donde la libertad no es un derecho; internet y especialmente las redes sociales, son objeto de vigilancia, control y persecución. La bien caída ley Lleras, ya de por sí ofensiva y anticonstitucional, era la antesala de algo parecido con disfraz democrático; gracias a las redes, se pudo defender la libertad de información y de su intercambio. Bienvenida la nueva democracia, esa que ya les cuesta mucho controlar a los profesionales de la politiquería.