Eduquemos para el siglo XXI, no para el siglo XIX

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Lo que usted estudió ha cambiado muchas veces, pero el sistema sigue siendo el mismo de sus abuelos, sus padres, sus hijos y, como están las cosas, hasta de sus nietos y biznietos. La jerga jurídica de la Ley General de la Educación, 115 de 1994, oculta una estructura arcaica, inútil en buena parte para los tiempos que corren. Me explico: si usted tiene una máquina de escribir, quizás le funcione perfectamente y podrá mecanografiar, pero con un solo tipo y tamaño de letras, por decir algo; no gana nada con perfeccionarla frente a un computador con sofisticados programas de edición, y con impresora láser multifunción a color: siempre será limitada y poco eficiente: así sucede con la educación actual frente a las necesidades reales del alumno. Hoy, legalmente se contempla sólo un bachillerato académico y uno comercial, aun cuando persiste una forma más razonable de educación media, el bachillerato industrial: en éste, el alumno egresa con destrezas suficientes para iniciar una vida laboral; bien para prepararse en el Sena, o para obtener algunos ingresos con su educación media.

Desde la serie de columnas "Educación eficaz" expuse las deficiencias de la educación actual: en ella se atiborra de conocimientos, se enseña a obedecer, no se tienen en cuenta las destrezas o intereses específicos del alumno, se entrena masivamente al alumnado para ocupar cargos en empresas que ya no los requieren, y el resultado final es un alumno que sabe nada de lo que debería: hoy, las compañías de servicios y de información sobrepasan a las de producción. Por eso, con alumnos iguales y en serie, nos atrasamos cada vez más. Por otro lado, las tendencias modernas se encaminan hacia el desarrollo de habilidades específicas con el uso de la lúdica como elemento fundamental para reforzar el aprendizaje; haciendo, repitiendo y asociando a las emociones se logra un aprendizaje duradero. Por ejemplo: ¿cree usted, sinceramente, que se aprende a cantar leyendo libros o escuchando clases magistrales, o es mejor que el chico desarrolle su voz con orientación sobre la marcha? Incluso, ¿cree usted que todos los chicos tienen las mismas destrezas musicales, y que todos estarían felices si se les obliga a cantar y "pasar" esa materia? ¡Por favor! Pero eso es lo que sucede hoy, bien entrado el siglo XXI. Nada que ver con formación por competencias, habilidades, destrezas, intereses o necesidades sociales.

 

¿Por qué retomo el tema? Me entero con estupor que se quiere seguir perfeccionando el modelo educativo obsoleto (la máquina de escribir) con la implementación del grado 12. Mi pregunta es: ¿Por qué y para qué insistir en algo que, está visto, no está acorde con las necesidades del individuo ni de la sociedad actual? ¿Creen esos "sabios" que la deserción escolar no aumentará en un sistema poco gratificante para el alumno cuando le embuten un innecesario año más? Desde épocas antiguas existe la separación entre ciencias y artes, dejando las primeras como importantes, y las materias "principales" son lenguas, matemáticas y ciencias: humanidades en segundo plano, y por último las artes: el talento y la creatividad al sótano, literalmente. Al arte se le asocia con los sentimientos; erróneamente, se disocia el intelecto de las emociones. Pero la mente más grande de todos los tiempos, Leonardo da Vinci, era ciencia y arte en simultanea. La medición de la inteligencia, también producto de la era industrial, hoy está cuestionada por los expertos: el "coeficiente intelectual" sólo mide una parte de la inteligencia y separa las emociones: visión reducida y estrecha de la mente humana. A los niños les hacen perder la pasión por el estudio, con una educación igual que siempre en la cual se les atrofia la lúdica, las emociones, el intelecto, el talento y la creatividad a favor de la aberrante cuadrícula mental: deben aprender lo mismo en el mismo tiempo y salir iguales. Cuando el pelao se mama del sistema termina diagnosticado como "Trastorno de la atención" o "Hiperactividad": no debe ser ni más ni menos inteligente que el resto, y hay que drogarlo para que no se salga de los moldes institucionales, que no tienen mecanismos para educarlo debidamente.

Señora Ministra, no desperdicie los recursos de la educación de esa manera. Constituya un equipo de expertos que estudien los modelos educativos innovadores de los países más avanzados, "cambio valiente" (Futoji no henko) por ejemplo, y busque implementar algo razonablemente parecido en éste país; incorpore la lúdica, proponga la educación personalizada, al menos en parte, revise los intereses del individuo, las necesidades sociales, fomente la pasión por el estudio, procure la excelencia, el trabajo en equipo, la disciplina (no el rejo, que es otra cosa) como elemento fundamental, la perseverancia para obtener metas, la confianza del alumno en sí mismo y en sus capacidades, la autoformación permanente, el afán de superación, la creatividad, la intrepidez y que se posibilite la comisión de errores sin que eso merezca duros castigos durante la formación, como se estila desde épocas pretéritas. Por si no lo conoce, le recomiendo mirar el vídeo de Yokoy Kenji Díaz, fácilmente disponible en internet: se trata de aprovechar la vida.