Educación eficaz - IV

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Una de las fallas fundamentales del actual sistema educativo lo cruza transversalmente: no se enseña a promocionar y vender el costoso, útil y necesario producto llamado profesión.

En tal sentido, si los egresados de las universidades deben engrosar las filas de las empresas, ¿para qué enseñar a comercializar las carreras? Las firmas que los acogen ya tienen definido todo un esquema salarial, injusto casi siempre, que además se apoya en normativas gubernamentales expedidas precisamente por los gobernantes provenientes de los gremios manufactureros anclados en la Era Industrial; a veces es peor: las definen algunos dirigentes agropecuarios con pensamiento medieval.

De hecho, desde la primaria a los escolares se les coartan las iniciativas de lucro, ya sea por ignorancia o por conveniencia: el chico que vende dulces en el colegio es castigado severamente y, en adelante, temerá emprender cualquier actividad independiente que le reporte algún dinero: con ese complejo egresará de su universidad y así saldrá a ejercer: atrofiado, coartado y temeroso.

En general, el sistema excluye explícitamente cualquier posibilidad de aprender a vender los servicios profesionales o a emprender el montaje de una empresa con los conocimientos universitarios. En una sociedad como la nuestra, todo es objeto de comercio: vendemos servicios, profesiones, productos, destrezas, actitudes, todo, por lo cual es apenas lógico que debamos aprender a comercializarlos, darles el valor correcto y no el que impongan otros, que tengamos claras las regulaciones al respecto, que conozcamos las dinámicas de los mercados.

Es cierto que en algunas universidades y en determinadas carreras lo hacen, pero en la mayoría no sucede, en buena parte porque el estudiante ya viene condicionado desde el plantel de bachillerato. Por un lado, no lo consideran necesario y ni siquiera está en el pensum universitario, y por otro, o no tienen el conocimiento específico -gran número de profesores viven del sueldo y no de la actividad comercial- o precisamente lo consideran inconveniente.

Una educación superior debe incluir contenidos extensos y profundos en emprendimiento y legislación, pues el egresado vivirá de su profesión y le correspondería hacerlo de manera independiente si lo desea, y no necesariamente al servicio de terceros en un esquema totalmente regulado. Pero esas materias no aparecen: por ejemplo, al revisar el perfil del médico egresado de mi universidad vemos que la parte ocupacional está exactamente en el último renglón, y dice literalmente: "Administración, Gestión y Auditoria: podrá vincularse a una IPS, EPS o entidad particular para desarrollar actividades de apoyo en estas áreas". El plan de estudios en ningún momento nombra la posibilidad de crear empresa ni la de conocer la normativa vigente de la profesión. Administración en salud y gestión de servicios de salud suman 3 créditos de 31 totales del 9º semestre. ¡La Era Industrial en su apogeo; la Era del Conocimiento no aparece!

Por desconocer los fundamentos comerciales y jurídicos, un recién egresado debe ir a formar parte de un mercado saturado de técnicos y profesionales en serie. No obstante, se necesitan más empresas dispuestas a innovar y progresar.

Países del Lejano Oriente que hace algunas décadas estaban igual o peor que Colombia subieron a los primeros lugares de la economía mundial por algunas razones básicas: políticas de Estado orientadas al progreso, favorecimiento de la educación superior para todos, ayuda al emprendimiento y pagos justos. No es cierto, como decían algunos "genios" de la educación que Colombia requiere más técnicos y menos profesionales: los Tigres Asiáticos son el mejor ejemplo. El trabajo manual, la operación de maquinarias y otras actividades menos calificadas las realizan máquinas (robots) en lo posible.

El cerebro debe dedicarse a pensar para mejorar o innovar productos con destino al mercado mundial. Las pequeñas fábricas caseras de Taiwán o Corea, montadas hace algunas décadas con maquinaria antigua desechada por el primer mundo, pasaron pronto a convertirse en grandes y sofisticadas factorías en donde se fabrica casi que cualquier cosa con altísimos estándares de calidad.

Los carros orientales, los aparatos electrónicos, la industria pesada, la aviónica, los electrodomésticos, los astilleros y otras líneas de producción dejaron atrás a muchos de sus homólogos occidentales. Todo gracias a políticas estatales serias desarrolladas por gente comprometida con sus países.

La salida a ésta crisis está por el lado de una educación superior enfocada en la creatividad y el desarrollo, el acceso fácil al conocimiento y el apoyo al emprendimiento para generar empresas dinámicas y modernas que acojan a profesionales dispuestos a utilizar su conocimiento, y, desde luego, políticas de estado que permitan ese cambio estructural. Pero, como dice un grafitti: "¿Cómo quieres que el Estado te ayude a solucionar tus problemas, si el problema es el Estado?"



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