Educación eficaz - III

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



"¿Cómo es que, siendo tan inteligentes

los niños, son tan estúpidos la mayor parte

de los hombres? Debe ser

fruto de la educación". A. Dumas.

Muchos siglos antes, cuando no era necesaria la educación formal, los padres enseñaban a los hijos sus artes y oficios, principalmente agropecuarios y artesanales. Con la Revolución Industrial se requerían otros conocimientos y destrezas para laborar en las usinas. Las guerras, especialmente las Mundiales, sacaron a las madres de sus hogares para trabajar en las factorías mientras los varones combatían: alguien debía encargarse de sus hijos, razón por la cual entraron en auge las escuelas.

Hoy, en plena Era del Conocimiento, se requiere muchísima más y mejor educación en la cual las habilidades se desarrollen en función de la creatividad, la investigación y el desarrollo. Actualmente se producen bachilleres, tecnólogos, profesionales o especialistas en serie, perfeccionando cada vez un modelo caduco posiblemente inútil y frustrante.

Los programas, métodos y establecimientos están diseñados para fabricar mano de obra con destino a una industria saturada que ya no absorbe ese producido. Hay exceso de esos profesionales en serie; el desempleo y la mala remuneración de recién egresados constituyen un problema social enorme. Estándares, uniformes, comparaciones, indicadores y demás son lenguaje común.

No se instruye para formar y trabajar en equipo sino para competir y arrasar a los demás; el logro individual resalta por encima del colectivo, y la enseñanza para la vida no aparece. Comunicaciones unidireccionales de profesor a alumno, prohibido cuestionarlas.

La sociedad actual, producto de ese sistema economicista y restrictivo, con ojos cerrados exige precisamente eso y nada más. El cuerpo docente está condicionado a proporcionar lo que las directrices educativas requieren, y las familias mismas en muchos casos coartan las ilusiones de los estudiantes en favor del obsoleto sistema.

Quien desee tomar otros caminos es atajado brutalmente: "¿Cómo estudias eso si no da plata?" "¿Por qué no te dedicas a algo útil?" "¿A dónde te vas a emplear cuando termines?" son preguntas comunes. No hay espacio para los soñadores y emprendedores.

Por esa ruta de atrofiar ilusiones y mentes se desperdician talentos a montones: muchos destacados personajes fueron ridiculizados por sus maestros: de Einstein, quien no habló antes de cumplir cuatro años, dijeron que era insociable y lento mentalmente; reprobó matemáticas y fue expulsado de la Escuela Politécnica de Zúrich (ya famoso, diría: "Lo único que interfiere en mi aprendizaje es mi educación"). Beethoven, según su profesor, no tenía futuro como compositor. Enrico Caruso no tenía voz y no sabía cantar, opinaba su maestro. Walt Disney fue despedido de un periódico por "falta de ideas". Edison era "demasiado tonto para aprender".

Michael Jordan fue separado del equipo de básquet de su escuela. Rodin no pudo ingresar al Escuela de Bellas Artes porque era "ineducable"; ejemplos abundan. Muchos de estos genios fueron considerados subnormales. Otros sencillamente no encajaban en el modelo utilitario: Churchill no fue admitido en Oxford ni en Cambridge porque "fallaba en los autores clásicos". El pintor estadounidense James Whistler fue expulsado de West Point por "no aprobar química". ¿Qué tiene que ver el caldo con las tajadas?

Algunos, al abandonar sus estudios desarrollaron su genialidad: Steve Jobs y Stephen Wozniak con Apple Computers; Woody Allen reprobó en dirección cinematográfica. Unos más fueron autodidactas eminentes: el mejor ejemplo es Leonardo da Vinci, pero también Agatha Christie, Mozart, Graham Bell o Joanne Rowling, la de Harry Potter. Ser un buen estudiante dentro del actual sistema no garantiza el éxito, como tampoco será fracasado necesariamente quien esté dentro de la "mediocridad". Pasteur, Dalí y Newton siempre tuvieron malos resultados académicos.

El sistema ha de cambiar tajantemente; debe enfatizar en las vocaciones, destrezas, capacidades y en la autoformación dirigida, entre muchos factores. ¿Qué se gana, aparte de la frustración y la sensación de inferioridad, con obligar a un escolar a aprender altas matemáticas -cálculo diferencial o trigonometría- cuando su vocación no requiere sino operaciones numéricas sencillas? Los contenidos actuales en el bachillerato, con pocas modificaciones posteriores, son producto de un decreto de 1962. Algo ha evolucionado la humanidad y el conocimiento desde entonces. ¿Por qué no pensar en un bachillerato flexible e interactivo acorde con las necesidades de cada estudiante?

Desde luego, la educación cada día es más importante pero debe ajustarse a los tiempos modernos. Un sistema educativo moderno debe tener las herramientas para identificar esas habilidades especiales de los alumnos, orientarlos por la vía correcta y estimular el aprendizaje. Pablo Casals, el genial chelista ibero, a sus 95 años justificaba seis horas diarias de práctica: "aun estoy haciendo progresos".

La mente humana, en contra de lo que la tradición popular pregona, sigue aprendiendo si se le ejercita continua y debidamente. Loro viejo sí aprende, toca enseñarle todos los días. Vale la pena revisar un documental que aparece en internet: "La educación prohibida", y sacar conclusiones propias.



Más Noticias de esta sección