Educación eficaz - I

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Tradicionalmente, la educación uniforme ha sido la regla. Siempre giró alrededor de las industrias, y los gobiernos orientaban la formación de los alumnos para convertirlos en futuros trabajadores de aquellas, de modo que los programas académicos eran iguales porque así se requería: todo se producía en serie, incluyendo al estudiante.

Con la era del conocimiento vino la masificación de las comunicaciones, que permitió el acceso a un mar de conocimientos -no siempre veraces, adecuados o profundos- de manera que se hicieron necesarios otros paradigmas educativos acordes con el nuevo modelo social. Surge así una infinidad de profesiones, artes y oficios necesarios para esa nueva dinámica social; la formación educativa debe ajustarse a estos nuevos tiempos.

Durante la Edad Media, Europa estaba sumida en la ignorancia colectiva, y el conocimiento era propiedad de nobles y religiosos únicamente. En 1088, Bologna ve nacer la primera universidad del mundo; luego París y más tarde Oxford, Módena, Cambridge, Padua, Nápoles y muchas ciudades más erigen centros educativos superiores.

El entusiasmo por el conocimiento se toma a Europa como una epidemia, y el saber desborda los palacios y las catedrales. Los españoles fundan las primeras universidades en América Latina: Lima, en 1551, después en Córdoba (Argentina), Bolivia, Guatemala, México y otras regiones, basadas en el modelo humanista de la Universidad de Salamanca, a su vez tomado de la escuela boloñesa.

En Colombia, la Universidad Santo Tomás abre sus aulas en 1580, seguida de la Pontificia Universidad Javeriana y el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. La influencia religiosa siempre ha estado presente; aun se habla de claustros, y el estilo formativo vigente es el de vigilancia y control, muy propio de tales congregaciones.

Hoy se requiere orientar al futuro profesional hacia la autoformación dirigida, el pensamiento crítico y el cuestionamiento de los paradigmas, el predominio del análisis y el concepto sobre la memoria como base del conocimiento, la actualización permanente de los contenidos académicos, jamás perder la capacidad de asombro sin coartar a la imaginación.

Se debe cuestionar la carga académica en el bachillerato, inútil en más del 80%, pues no se basa en aptitudes o destrezas particulares sino en programas académicos generales propios de la era industrial; ahora se disfraza un poco con la subdivisión en ciencias o humanidades.

Si, por ejemplo, un estudiante muestra disposición para las artes, ¿debe malgastar su tiempo escolar en altas matemáticas o biología molecular en vez de profundizar en sus verdaderos intereses?; jamás causarán interés en el estudiante y solo se aprobarán para cumplir requisitos. Una cosa es la necesaria cultura general y otra muy distinta es desperdiciar el tiempo en materias que jamás se volverán a ver en la vida universitaria o en la productiva.

Se dirá que una educación así es costosa, pero, ¿no es más costoso para el país permanecer en el atraso o progresar a los trancazos, a punta de ensayo-error? ¿No es peor que los conocimientos se desarrollen empíricamente sin instrucción, a veces por caminos inciertos, desperdiciando tiempo y esfuerzos en conocimientos que jamás se aplicarán? Bien dijo Sergent: "El éxito no se logra sólo con cualidades especiales.

sobre todo un trabajo de constancia, de método y de organización." Malcolm Gladwell, en su libro Outliers, afirma que hay más esfuerzo que genio en los que llegan arriba. Sus investigaciones demostraron que para lograr la maestría en cualquier campo, se necesitan en promedio 10.000 horas de entrenamiento. En ese sentido, hay una tendencia actual de muchas universidades a la personalización de las carreras, al menos en las ciencias administrativas, económicas y algunas ingenierías.

En la postguerra inmediata, un Japón derrotado y arrasado como política de estado envía a sus mejores talentos a formarse en los países avanzados en producción, calidad, administración o investigación con el compromiso moral de reconstruir el país.

Así, los nipones pasaron de fabricar rudimentarios juguetes de hojalata desechada a convertirse en gran potencia mundial: tenían claro hacía donde iban y lo que querían. Corea del Sur retoma el modelo y pasa a ser uno de los tigres asiáticos. Alemania e Italia, también devastados en la Segunda Guerra Mundial, son parte de la élite económica mundial gracias a su conocimiento aplicado. En América Latina, Brasil y Chile avanzan a pasos gigantes por cuenta de una población educada y competitiva.

Queda uno perplejo cuando algunas autoridades de nuestros gobiernos, sin rubor alguno afirman que precarizarían los contenidos académicos y restringirían el acceso a las universidades. Entonces se pregunta uno: ¿se necesita una guerra atroz o una dictadura salvaje para tener un modelo educativo eficaz, o bastan solamente unos dirigentes comprometidos que visualicen el camino para salir del atraso y la iniquidad?. Bueno, también se dice que a los malos gobernantes les conviene la ignorancia de sus pueblos para evitar incómodos cuestionamientos y prevalencia políticamente prevalentes.