Lance Armstrong, ¿pieza suelta?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El mundo del deporte jamás deja de producir desagradables sorpresas. Son frecuentes las noticias de dopaje, amenazas, arreglos subrepticios y otros factores extradeportivos.

El asunto trasciende las simples cotas del logro personal o colectivo, del registro histórico o de la defensa política de un país. Detrás de muchos deportistas del mundo existen organizaciones dedicadas al resultado fraudulento del cual que se lucran con ganancias enormes ocultas en el fango del engaño. El juego limpio es, pues, una utopía de ilusos.

Hay escándalos deportivos que, por su trascendencia, conmueven al mundo: en muchos casos jamás habrá evidencias distintas a los aislados comentarios de supuestos sospechosos, rumores callejeros y sesudos análisis de los teóricos de conspiraciones. En otros, sin embargo, la prueba es incontrovertible. Y no es sólo asunto de extremos; los matices también influyen: decisiones erradas (las de buena fe, me refiero), la repentina picardía de algún deportista malicioso (la "mano" de Dios, México 86).

El balompié mundial ha mucho de qué hablar: el partido amañado entre las "hermanas" Alemania y Austria en 1982 para sacar a Argelia del Campeonato Mundial; los escudetos espurios de la Juventus en la Liga Italiana; el doping de Maradona en USA 1994; el "maracanazo" del arquero chileno Roberto Rojas en las eliminatorias de 1990 simulando una cortadura en su rostro en procura de la eliminación de Brasil; el sospechoso partido Argentina-Perú de 1978, cuyo abultado resultado eliminó a los "canarinhos" del torneo orbital, entre muchos casos conocidos que ensombrecen al deporte más popular del orbe. Colombia no ha sido excepción.

Hace poco, cuando un directivo de Millonarios planteó la opción de devolver una par de títulos contaminados de dineros calientes, hubo mutuas recriminaciones entre hinchas, directivos, técnicos, periodistas y aficionados: el resultado hubiera sido una larga y luctuosa banda negra en el listado de equipos campeones.

Recordemos, durante esa época, el asesinato del juez Ortega por un resultado imprevisto, el retiro inesperado de "Chucho" Díaz, los partidos de equipos de renombre en las fincas de los capos, las amenazas a unos jueces españoles traídos para arbitrar finales y a un árbitro chileno que pitaba una Copa Libertadores.

En el Mundial de 1994, los técnicos Maturana y Gómez afirmaron haber recibido amenazas desde Colombia para no alinear a determinados jugadores; posteriormente, de regreso al país, fue asesinado el futbolista Andrés Escobar en circunstancias confusas.

Muchas disciplinas deportivas también aparecen involucradas: el atletismo sí que ha dado noticias: el dopaje de Ben Johnson en los Olímpicos de 1988, y Marion Jones en 2000; el acarreo de Frederck Lorz durante 11 millas en los Juegos de 1904; el alemán Heinrich Ratjen, participante en el salto de altura, competía como mujer. El esgrimista ucraniano Boris Onishchenko tenía un sable trucado que le daba puntos sin tocar al oponente.

En los Juegos de Invierno de 1994, la patinadora estadounidense Tonya Harding envió a un matón para romperle las piernas a su compatriota y rival Nancy Kerrigan. El equipo español de basquetbol fue despojado de sus medallas en los Paralímpicos de 2000, pues solo dos atletas eran realmente discapacitados. No sólo los deportistas: Salt Lake City logra la sede de los Juegos de Invierno mediante sobornos al Comité Olímpico Internacional. Nadie se salva…

El ciclismo ha sido protagonista principal de las vergüenzas: casos existen para llenar bibliotecas enteras, y quedaría faltando. La Unión Ciclística Internacional y la organización Tour de France deben pronunciarse acerca del caso del estadounidense Lance Armstrong, sobreviviente a un cáncer y siete veces ganador de la prueba ciclística más importante del paneta, luego del voluminoso y contundente informe de la Usada (agencia antidoping de los Estados Unidos), publicado ya en la web (www.usantidoping.org).

En el país norteño, el escándalo es mayúsculo, pues se usaron dineros de los contribuyentes para financiar un refinado programa de dopaje. No sería el único caso: varios ganadores del Tour han sido despojados de sus títulos, y muchos escándalos más empañan tan popular deporte. Unas preguntas son: ¿actúan por su cuenta y riesgo los deportistas? ¿qué buscan con ello?. Todo indica que detrás de laureles sucios hay todo un negocio con los éxitos ajenos.

El deporte genera demasiado dinero, no sólo en taquillas, transmisiones, mercadeo o publicidad; parece que también, en el submundo, los compuestos para doping, sobornos, apuestas y otras cosas que no sabemos mueven cifras inimaginables. Lo que sí queda claro que las organizaciones deportivas y judiciales están atentas al fraude para combatirlo y hacer justicia, que al menos en estos casos llega implacable aun cuando cojee y demore.



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