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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La vida nos sitúa en determinados sitios, épocas y circunstancias. A su vez, la historia, nunca bien contada, nos permite conocer de lejos aspectos de muchos personajes que, actuales o caducos, han marcado el curso de la humanidad.

Su entramado de virtudes y defectos define la estructura de su pensamiento; han tenido la facultad de desarrollar y transmitir sus ideas, muchas recibidas de su entorno y otras generadas desde sus mentes brillantes y lúcidas. Yo, como un mortal común, quisiera haber conocido y tratado a muchos de ellos, aun cuando hubiera sido para una sustanciosa tertulia acompañada de un café en la cual las obviedades no entorpecieran el impulso de la charla y poder así acceder a ignotos recovecos, abstrusos rincones de su pensamiento, independientemente de compartir o no sus universos y sus episodios vitales.

Siempre nos preguntamos cómo sería su visión del mundo y la vida si hubieran tenido la ocasión de seguir vivos y activos. Si pudiera, me reuniría con cada uno de ellos sin tomar partido, desde una óptica neutra, a indagar con curiosidad sus influencias históricas y sus nuevas concepciones de la vida, acercándome con rigurosa fidelidad a las verdades nunca contadas, dejando atrás a la imaginación y ciertos intereses deformantes, como recordando el estilo explorador de Oriana Fallaci.

Por ejemplo, tendría una conversación con Leonardo da Vinci, en la cual el súmmum de la inteligencia humana pudiera contarnos acerca de su proceso mental para combinar arte y ciencia indistintamente, para visualizar el futuro con casi cinco siglos de anticipación, y para explorar todo el saber humano sin freno alguno; por qué su Gioconda es una pintura sin precio y como hubiera visualizado el mundo actual con su erudición aplicada a la cibernética y la electrónica: unas pocas preguntas para innumerables y eruditas respuestas.

Con Francisco de Miranda me enfocaría en sus razones para promover la libertad de América y cómo, en una época de comunicaciones tan lentas y difíciles, organizó tan exitosamente la revuelta casi simultánea desde México hasta Argentina con Bolívar, Iturbide, O´Higgins, Duarte, San Martín y otros tantos guerreros que nos sacudieron del dominio español; le preguntaría por las razones el regreso de los países emancipados al colonialismo, de su opinión de los actuales dirigentes latinoamericanos, y cómo actuaría por éstas épocas para regresar a la libertad y la independencia.

En mis diálogos con Hitler le preguntaría acerca de la verdadera motivación del Holocausto, sus convicciones esotéricas y la influencia en decisiones de estado y gobierno, cómo veía el mundo bajo el dominio nazi, la Deutsche Antarktische como despensa alemana, las razones de la derrota del Eje y, sobre todo, qué pasó en verdad en Berlín entre el 30 de abril y el 1º de mayo de 1.945; dónde y cómo murió en verdad, y que piensa del movimiento neonazi contemporáneo.

A Mahoma le haría platicar sobre sus convicciones filosóficas, las razones para implantar el Islam en el mundo, su concepto del cristianismo y el judaísmo, las distorsiones de su legado, la Jerusalem de hoy, las guerras religiosas actuales y la exégesis actual de sus doctrinas por parte de organizaciones muslimes entendidas como fundamentalistas desde Occidente.

Mis coloquios con Marx tratarían de la aplicación de sus viejas teorías en un mundo actual rápidamente cambiante y menos apegado a las tierras y a las fábricas, de su percepción acerca de F W Taylor y el neoliberalismo, de la antigua Unión Soviética, de Cuba y Corea del Norte, y de su influencia en las pocas guerrillas que aún quedan en el mundo actuando en su nombre, y su visión política en un mundo dominado por el capitalismo.

Muchos personajes pasarían por esas charlas y los temas se harían inagotables: no dudaría en compartir con Tupac Amarú, JFK, Buda, Voltaire, Simón Bolívar, Rousseau, Maquiavelo, Monteczuma, Confucio, Colón, Hipócrates, el sioux Caballo Loco, los apaches Jerónimo y Cochise, Darwin, Constantino, Lutero, Mao, Platón, Napoleón: la lista sería interminable. Pero hay dos con quienes conversaría con el mayor interés. Jesús, el ungido, con quien exploraría su vida real, su verdadera historia, no la mística que nos la recuerdan permanentemente desde tantas congregaciones que actúan en su nombre. Me interesaría saber si era zelote y esenio, cuáles eran sus auténticas doctrinas de la religión judía, quien era para él María la de Magdala; qué piensa de las iglesias actuales en contraste con sus prédicas en el Mar Jordán, en Galilea, Judea; donde pasó y como fue su infancia, y qué piensa de la iglesia católica actual. Y a Dios, a quien le haría una sola pregunta: ¿por qué permite que suceda tanta desgracia en éste planeta?