Igual que aquella noche…

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Escrito por:

Rafael Gónzalez Paredes

Rafael Gónzalez Paredes

Columna: Yo, el escribano

e-mail: raffaescribano@yahoo.com



En 1928 en el Magdalena una sucesión de hechos y erradas decisiones colmaron los ánimos de los bandos, aquel fatídico 6 de diciembre en los alrededores de la tienda 'La Tranca', contigua a la Estación de Ciénaga, donde ocurrió la tragedia.

La huelga de las bananeras de 1928 no fue tan sólo una disputa laboral o una revuelta social. Constituyó el detonador de una revolución partidista que dio fin a la hegemonía conservadora, régimen que dominó la política en Colombia desde 1886 a 1930.

El general Carlos Cortés Vargas fue nombrado Jefe Civil y Militar de Santa Marta y de la Zona Bananera, a raíz de la huelga del 12 de noviembre de 1928. Los dirigentes sindicales y algunos infiltrados en las manifestaciones como agitadores profesionales, impedían el corte de fruta en las fincas y su embarque en el ferrocarril. En los salones de la gobernación se efectuaron dos reuniones conciliatorias los días 19 y 20 de noviembre. Fueron reuniones estériles, los delegados obreros tenían orden del PRS -Partido Socialista Revolucionario- (fundado en 1926) de dilatar y no negociar, y los habían prevenido: "No confundir huelga con insurrección. Controlen la violencia y eviten el licor en las manifestaciones". Lamentablemente así ocurrió. Y como tal, se resolvió a balazos…

Los liberales aunaron banderas. En otras circunstancias y otros hechos no habrían dado tanto cubrimiento a las acciones de Jorge Eliécer Gaitán, que supo manejar a su antojo a la clase obrera y, sin pacto alguno, logró un frente común con señorones que antes lo miraban con desprecio y de reojo pero que, ávidos de poder político, lo aceptaron y se sumaron a la causa bananera, pues "el Indio Gaitán" les era útil por entonces. Durante su interpelación en la Cámara, la mayoría de los congresistas abandonaban el recinto, en tanto el público asistente, exaltado, colmaba las barras. La prensa y la radio, sin omitir detalles de la intervención de Gaitán, informó al mundo su 'fantástico relato'.

Los hechos que sucedieron luego de la huelga de las bananeras de 1928 jamás serán esclarecidos. La realidad de este suceso se convirtió en un mito, al servicio de narrativas literarias, donde la imaginación trasforma la verdad. Lo único cierto es que jamás debió ocurrir la muerte de ningún ser humano.

En julio del 2012 en el Cauca, una sucesión de hechos y erradas decisiones están colmados los ánimos de los bandos. ¿Qué está sucediendo en Toribio? Presumo lo de siempre. Que unos pocos manejan y se aprovechan de las multitudes.

Los obreros bananeros de la Zona Bananera en 1928, como los indígenas del Cauca, en tiempo presente, son grupos privilegiados. Minorías que reciben mucho más que los demás colombianos de ayer y de hoy.

En 1928 los obreros agrícolas mejor pagos de Colombia eran los de la Zona Bananera, con tasas fijadas en 1,25 pesos oro legal para los jornales de Riofrío y Orihueca; 1,50 pesos para Sevilla, Tucurinca y Aracataca, y 2,0 pesos para El Retén. Los trabajadores calificados del ferrocarril y los muelles de Santa Marta ganaban hasta $3. Estos jornales eran superiores a los pagados a los trabajadores rurales en el interior del país. Los más bajos se pagaban en los departamentos de Nariño, con jornales de menos de 25 centavos, y en Boyacá y Cauca, con jornales menores a 30 centavos.

Hasta que aparecieron en el Magdalena unos personajes de ideas avanzadas de carácter revolucionario, promoviendo la aplicación de los derechos de los trabajadores en una época en que el país no estaba preparado para tal cambio laboral. (El numeral 4º del pliego de peticiones exigía el aumento de un 50 % de los jornales actuales para los trabajadores y empleados de la U.F.C y sus congéneres). Y ocurrió la tragedia.

En 2012 los indígenas de Colombia tienen maravillosas privilegios. Que no ocurra en el Cauca lo que sucedió en 1928 en el Magdalena. Ayer como hoy el detonador de tragedias es el resentimiento de unos pocos (Llámense sindicalistas o Farc.). No necesitamos 'fantásticos relatos'.



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