Pekerman, en deuda

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Según la simpleza de la lógica pambeliana "es mejor ganar que perder"; para la maturanesca, "perder es ganar un poco"; la de Perogrullo nos dice que "en el fútbol se gana, se empata y se pierde".

Estos razonamientos se usan a gusto y acomodo de cada quien y según convenga para explicar o justificar un determinado resultado. Los resultadistas defienden el valor de un triunfo en patio ajeno, afirmando que Pekerman cumplió en la gira andina: trajo 3 de 6 puntos posibles, rememorando la antigua media inglesa.

Para Colombia entera, sin embargo, el argentino quedó con una enorme deuda futbolística. Por encima del resultado, el equipo jugó a nada. Como dicen los pelaos el técnico "bartoleó" desde la escogencia de la nómina hasta los cambios en los partidos, pasando por la alineación, el esquema estratégico y táctico, la preparación física y hasta en el aislamiento de los jugadores ante el público y la prensa. Hoy, no ilusiona el equipo, no despierta pasión, no seduce; al contrario, genera muchas dudas.

Oigo en corrillos y tertulias callejeras a gentes que con simplismo y sin razón culpan de ello a tal o cual jugador; en los medios de comunicación ciertos personajes con lenguaje rocambolesco intentan dilucidar lo que no tiene la menor discusión: dos partidos mal planteados y peor jugados. Se perdió la memoria táctica entre viejos conocidos: el toque-toque, criticado por improductivo, en ocasiones es necesario para frenar el ímpetu del contrario. Se refundieron las habilidades individuales y las fuerzas flaquearon; el orden colectivo desapareció lo mismo que la sapiencia del cuerpo técnico, la serenidad de la experiencia y el orgullo que en otros sobra.

Los lábaros del Pibe Valderrama siguen huérfanos. Es odioso entrar en comparaciones, pero a veces toca. Por ejemplo: un equipo modesto y limitado como Venezuela nunca pierde el orden táctico ni baja los brazos ante la adversidad y por ello, ganando o empatando con los dientes apretados, sueña con clasificar al Mundial; los ecuatorianos, limitados pero corajudos, mueren de pie y buscan resultados sin acudir a la diosa Fortuna; la garra les permite a los uruguayos estar ahora con medio pie en Brasil; los argentinos casi nunca han fallado a la cita orbital y salen a clasificar ; los chilenos ya dan por hecho su asistencia al máximo evento ecuménico del deporte.

No hay la menor duda de la calidad de nuestros futbolistas. Falcao despedaza récords en Europa, mientras James acumula títulos a montones. Están en la mira de mejores equipos: Zúñiga, Armero y Muriel se destacaron en la temporada italiana, que verá a Guarín en el Inter para la siguiente temporada; Sánchez irá a Inglaterra gracias a su campaña en Francia, donde Ospina sigue creciendo deportivamente. No obstante, para otros jugadores de importante trayectoria en la tricolor, a quienes hay que agradecerles por sus buenos oficios, se deben tener relevos prontamente; el tiempo hace buena mella en su físico. Bernardo Espinosa puede sustituir a Yepes y Pedro Franco a Aquivaldo y a Luis Amaranto Perea. Corresponde ensayar a Cuadrado en la titular, darle oportunidad a Muriel y ensayar un cuadro defensivo con jugadores del torneo nacional. Hay que aprovechar los microciclos y armar un colectivo real más que un inventario de cracks sin brújula en el gramado.

Pekerman deberá retomar las ideas exhibidas en su primer partido frente a México: un equipo colectivo y dinámico, en posesión del balón, de rápida transición hacia el ataque, abriendo por los lados, cadencioso por momentos, mostrando los dientes cuando recibió el embate azteca: el equipo que siempre quisimos ver. Pero en Lima y Quito pareció una escuadra distinta, de primíparos, casi caricaturesca. Es un clamor nacional: queremos regresar al máximo torneo orbital, pero por ahí no es el camino. El adiestrador gaucho debe escuchar a la nación deportiva. No sabemos que habrá dispuesto durante esos dos partidos, desconocemos lo que se habló antes, durante y después de cada encuentro y, menos aún, si los jugadores pueden deliberar y proponer.

Pekerman es el principal responsable de llevar nuestro equipo a Brasil. El, con todas las garantías posibles, escogió a su cuerpo técnico y a sus jugadores; accedió a toda la información que requirió, definió sedes, exigió condiciones; entrevistó directamente a técnicos y jugadores. Es quien manda los futbolistas al campo con instrucciones personales y colectivas. Como casi ningún técnico en épocas recientes, lo ha tenido todo a disposición, particularmente la independencia y la autonomía para desarrollar sus ideas; no hay directivos jugando a ser entrenadores interfiriendo en su trabajo ni intereses que obliguen a la alineación de jugador alguno.

Si fracasa, debe ser sustituido porque las esperanzas y la fe de una nación están todas puestas en el rioplatense. Las preguntas son, entonces: ¿Desde cuándo se puede hablar de fracaso? Leonel tuvo resultados parecidos y salió despedido como pepa de guama al tercer partido ¿Quién sería su eventual reemplazo? ¿Se regresaría a los veteranos como Maturana, Bolillo, Lara, Rueda o Pinto? ¿Ensayaríamos con otros técnicos colombianos? ¿Un extranjero más renombrado y triunfador que Pekerman? Vaya respuestas tan difíciles. Por ahora, le toca a Pekerman ganar o ganar si queremos acompañar a la tricolor en la cita brasileña. Como en la sencilla lógica pambeliana, no queda más remedio.